Ayer aclaraba que no creo que la opción de que los bancos centrales impriman dinero para regalarlo a las familias vaya a solucionar la situación actual. Por tanto, es obvio que estoy en contra de dicha medida.
Aclarado este punto, he de señalar también que me parecen patéticas algunas argumentaciones utilizadas para posicionarse en contra de dicha idea. En particular, me gustaría comentar un artículo que ha aparecido en “el economista” en base a las opiniones de los expertos de PIMCO. El artículo se titula “los grandes riesgos de dar dinero a las familias o sacar el helicóptero” y el subtítulo afirma que: “El helicóptero se estrelló en la Francia de 1795 y en Zimbabue en 2007”
¿Acaso algún país en la historia ha regalado dinero a las familias? No deja de ser curioso que la mitad de las críticas se fundan en que no se ha probado en la historia y la otra mitad en que los resultados han sido desastrosos.
Para justificar que los experimentos en el pasado han sido un desastre necesitan hacer dos pequeñas trampas que se ven (o se pueden ver) en este párrafo:
“Aunque la opción de regalar dinero a las familias está ganando adeptos, la posibilidad que a día de hoy tiene más opciones es que los bancos centrales financien o moneticen el déficit de los gobiernos para que estos gasten e inviertan a un coste casi cero. Los investigadores de Pimco señalan que desde el siglo XVIII ha habido hasta 56 ejemplos de países que han implementado esta política con resultados desastrosos".
La primera trampa es relativamente sencilla de ver: aunque hablamos (en el título, en el concepto y en todos lados) de dar dinero a las familias, creemos que lo que va a ocurrir es otra cosa distinta (monetizar el déficit) y, por tanto, analizamos que la otra cosa es desastrosa un poco de pasada. Ni en la Francia de 1795 ni en Zimbabue se ha repartido dinero entre la población; en consecuencia, en ningún caso se ha probado absolutamente nada.
La segunda trampa está un poco más oculta. Imaginemos que no estamos hablando de dar dinero a la gente ni del helicóptero y recordemos varios pasajes históricos. De este modo, encontramos un grave episodio de hiperinflación en la Francia de 1795 tras las sucesivas devaluaciones de los assignats. En la Alemania de los años 20 del pasado siglo se produce un episodio de hiperinflación (poco se habla de las causas) y a continuación se produce el nazismo. Bajo la tesis tradicional, se acaba concluyendo que un episodio de hiperinflación causado por la irresponsabilidad de una Alemania que se negaba a ajustarse, que no paraba de gastar y que no quería pagar sus deudas condujeron a la segunda guerra mundial. Esta explicación es conveniente para mostrar los peligros de la hiperinflación, aunque la realidad es algo más compleja.
En realidad, los dos casos son diferentes. Por lo que se refiere a Francia, la hiperinflación vino después de la revolución francesa. Con carácter previo a dicho episodio de hiperinflación se había difundido de forma masiva un libro titulado: “Reflexiones sobre la revolución Francesa” de Edmund Burke. EdmunBurke se autodefinía como liberal, pero en realidad estamos ante un conservador. En este contexto trataba de escribir un libro de marcado carácter antirrevolucionario. En muchos aspectos me recuerda a otro liberal que surge en el episodio alemán: Stefan Zweig que soñaba para que las cosas se quedasen como estaban (a él le iba muy bien, a su acomodado padre nunca se le hubiese ocurrido ir a cenar a los sitios reservados para la nobleza y el vulgo estaba contento porque tan solo podía aspirar a la estabilidad…).
Burke estaba en contra de la democracia, ansias de libertad y sobre todo en contra de que se rompiese el orden establecido con unas clases muy marcadas. Los súbditos deberían obedecer y dado que los derechos humanos serían una entelequia, pues los declaramos inútiles. Es cierto que Edmund Burke anticipó la sangre que iba a correr en la revolución francesa y por también anticipó el desplome monetario que iba a sufrir Francia y lo utilizó para desprestigiar diversos ideales. Claro que en realidad ni la sangre ni la hiperinflación vinieron de la democracia.
Muy al contrario, la revolución (y la sangre) vinieron de la falta de democracia. Respecto a la hiperinflación parece claro que fue desencadenada por la sucesiva emisión de assignats a partir del estallido de la revolución francesa. Sin embargo, parece también bastante claro que ambos sucesos transcurrieron de forma paralela compartiendo causas. Es decir, si no hubiese existido la revolución francesa, la monarquía hubiese tenido que llevar a cabo las mismas políticas monetarias.
La quiebra del sistema fiscal francés, la gran desigualdad de los impuestos y las exenciones, los crecientes problemas de las clases populares por las subidas de los precios básicos de los bienes, los elevados gastos públicos (Corona, coste de las guerras y en especial el derivado del apoyo a la guerra de independencia de los Estados Unidos) es lo que explica que se hubiera desencadenado la revolución y es lo que explicaría también la hiperinflación.
Burke lo sabía porque unas décadas antes, en una Francia absolutista en la que no existía nada semejante a la revolución, ya habían sufrido dicho fenómeno. Para sanear las cuentas del Estado francés a principios del siglo XVIII, John Law (considerado el padre del sistema financiero moderno) acabó inventando una burbuja que ¿adivinamos como acabó?
En ninguno de los casos comentados encontramos una situación en la que la deuda pública estuviera destinada a mejorar la vida de las familias o de las personas o por lo menos más allá de las distintas argumentaciones en dicho sentido. En ningún caso puede entenderse que en la etapa de John Law, o en la etapa previa a la revolución francesa, o en la década de 1920 en Alemania o en el caso de Zimbabue estemos ante unos entornos en los que los gobiernos se endeuden por razones sociales. Más bien machacan a las clases bajas, con el convencimiento de que es lo necesario para salvar un sistema que es insalvable.
Resulta incluso curioso que a la situación de 1795 se hubiese llegado entre otras cosas porque durante la revolución francesa no se dejó de pagar la deuda pública, a pesar de que hubo peticiones para que esta fuera repudiada (hoy lo llamaríamos convertirla en deuda odiosa). No deja además de ser irónico recordar que la revolución francesa tampoco cuestionó la propiedad privada (salvo la de la Iglesia) y que incluso introdujo numerosas reformas liberalizadoras, un proceso que no se suele contar.
Repasando todos estos acontecimientos podemos entender la segunda trampa del argumento de PIMCO. Si hoy (o en cualquier momento) los Bancos Centrales (o quien sea) están emitiendo moneda sin control es porque no tienen otra posibilidad. Habría que preguntarse las razones por las que hemos llegado hasta aquí. Es mucho más sencillo construir un ideario para impedir que las cosas cambien, pero estas ideas no pararán a la realidad.