Llegado a este punto, quizás es posible que en medio del frenesí, de la locura de los mercados, mucha gente haya olvidado cual es la función en el sistema económico del sector financiero. En este sentido debemos tener en cuenta que nos referiremos al sector financiero en sentido amplio.
La función del sector financiero es clara e inequívoca y no es otra que canalizar el ahorro hacia las inversiones productivas, de tal forma, que los rendimientos del sector financiero surgen de detraer una parte de los rendimientos de las inversiones reales.
Hay dos formas de realizar estas funciones; mediante la financiación pura y dura, poniendo a disposición de la sociedad fondos, a cambio de unos intereses; o bien mediante la especulación que no olvidemos que consiste en realizar operaciones de compra-venta de los activos y obtener la rentabilidad en la evolución de los precios de estos. La diferencia entre inversión y especulación la encontramos en el objetivo que buscamos, en el caso de inversión buscamos financiar algún tipo de proceso productivo que genere algún tipo de transformación dentro de la cadena que nos encontramos para convertir los recursos en productos para el consumo. Especular es por el contrario adquirir un bien, (o un derecho sobre un determinado bien), confiando en que este se va a revalorizar o caer de valor, (especulación a la baja, o ponerse corto).
Por supuesto, cada una de estas formulas se acaba complicando con cuatrocientas mil fórmulas, (cada una de ellas con sus características, ventajas e inconvenientes, tanto para el sector financiero, como para los que van a usar los fondos obtenidos). Sin embargo la innovación, no puede hacernos olvidar para que sirve el sistema financiero y básicamente sus funciones son proveer de liquidez al sistema, canalizando el ahorro hacia el sistema productivo.
Centrando el enfoque sobre la especulación, nos encontramos recientemente con una discusión respecto a la bondad o la maldad de esta. Como en muchos ámbitos de la realidad, la respuesta a la pregunta de si la especulación es buena o mala, no es tan sencilla, y desde luego yo creo que deberíamos sustituir la pregunta, por si es adecuada. La especulación, al igual que las medicinas, no es mala ni buena por si misma. Es adecuada para unos casos, inapropiada para otros y desde luego según en qué dosis y como se administre puede ser beneficiosa, inocua o maligna
Para entender cuando puede ser apropiada o no, debemos entender que básicamente son dos las ventajas que habitualmente se usan para defender la especulación financiera. La primera es la obvia que es que facilita liquidez a los mercados; la segunda es que contribuye a la formación de precios eficientes.
El procedimiento es sencillo, y lo podemos ver con el ejemplo de las commodities. El productor de petróleo, gasolinas, trigo, ajo, oro, plata, o lo que sea, vende producciones futuras, (o bien los derechos sobre estas producciones), de tal forma que anticipa los cobros de la producción, obteniendo de esta forma financiación. En este sentido, nos damos cuenta que realmente no deja de ser una formula de financiación y una formula de garantizar los ingresos futuros, de tal forma que lo que le cuesta es lo que deja de ganar. El inversor financiero, compra o se compromete a comprar el producto en el futuro, en base a una expectativa de diferencia de precio. Por tanto es fácil entender que si los mercados funcionan correctamente, ayudan al final a fijar los precios.
Esto es desde luego clave en un sistema de libre mercado donde toda la asignación de recursos se basa precisamente en la fijación eficiente de los precios. Para la primera función, que es la de dar liquidez, lo cierto es que los inversores (llamémosles sistema financiero tradicional) pueden cumplir esta función perfectamente.
En consecuencia es importante entender de qué depende la fijación de precios en los mercados especulativos. La clave es que en teoría estos mercados tratan de anticipar los mecanismos de la demanda y oferta, de forma que los especuladores, tratan de entender cuál será la situación de los mercados dentro de un tiempo y tratan de aprovechar la diferencia. La conclusión es clara y desde luego obvia. El beneficio para la sociedad, está en el funcionamiento óptimo de los mercados, que no es otra cosa que depender del funcionamiento de los agentes que están en estos mercados.
El caso es que de repente nos encontramos con una gran contradicción; Nos cuentan que la eficiencia de los mercados depende de la interacción de la oferta y de la demanda, pero a su vez nos cuentan que la eficiencia de los mercados depende de los especuladores (los buenos, claro). Es curioso que hayamos olvidado que la especulación se ha considerado siempre un “fallo de mercado”, y ahora se defiendan como necesarios para la formación correcta de precios.
Asumiendo las tesis liberales, el papel del estado nunca debe estar en intervenir en los mercados, dejando que estos se ajusten solos mediante la mano invisible; simplificando olvidamos que el problema de que el estado intervenga en los mercados manipulándolos, no es que el estado sea malo, sino que es malo que se intervenga y manipulen los mercados, porque altera la fijación de precios y en consecuencia la asignación de recursos.
Por supuesto, para llegar a la conclusión de que los especuladores pueden ser beneficiosos para el mercado, se ha de partir de una gran falacia. El mercado de petróleo, por ejemplo es el que han de formar las compañías extractoras por un lado y las refinerías por otro. Esta obviedad, se olvida cuando introducimos el sector financiero y de repente el mercado que importa es el Chicago Board of Trade, o Intercontinental Exchange. Esto quiere decir que el mercado en el razonamiento de la especulación como beneficiosa para valorar los bienes, deja de ser el mercado de oferta y demanda del bien de referencia, para ser el de demanda y oferta por parte de inversores financieros, que son los que fijan el precio que después la sociedad pagará.
Dicho de otra forma, la gran ventaja en la formación de precios y por tanto en la asignación efectiva de recursos, depende totalmente de dos aspectos claves; por un lado, todos los participantes tienen que tener los conocimientos y la capacidad de valorar todos los recursos; y por supuesto, tienen que tener los mismos intereses que el resto de la sociedad. Y recordemos que los intereses de la sociedad son valorar adecuadamente los recursos, mientras que los intereses de los especuladores es crear una diferencia de valoración entre la venta del activo en cuestión y su compra.
La gran cuestión es que la especulación, siempre tiene un efecto perjudicial, porque siempre será asignar recursos a tareas no productivas, (no tan distinto de un estado), ya que si bien puede generar el beneficio de acercar a compradores y vendedores del activo en el que se ponen en medio. Y esto es lo que al final tenemos que tener en cuenta.
Si un especulador es capaz de intermediar y poner de acuerdo al directivo de la refinería y al productor de petróleo, o bien poner de acuerdo al agricultor con la superficie comercial, la realidad es que pueden llegar a compensar los efectos negativos que siempre tiene.
Por supuesto, este beneficio, se pierde cuando con todo tipo de tácticas, el especulador o intermediario, logra conseguir un gran poder sobre las dos partes, alterando los precios, alterando el flujo de información y separando las dos partes del mercado, en lugar de acercarlos. Es en este momento cuando la especulación deja de tener efectos positivos.
Como ocurre a veces con la medicina es difícil encontrar la dosis perfecta y es posible que existan niveles de especulación en los que se pueda discutir si estamos en niveles óptimos o no. Sin embargo, a veces si podemos entender que la situación no es la ideal.
¿Cuándo?. Pues es fácil. Cuando resulta que en lugar de explicar los mercados, los mercados se comportan de acuerdo a reglas especulativas. En ese momento, la fijación de los precios, no tiene nada que ver con la asignación de recursos, sino que depende del poder de los intermediarios. En este momento, las valoraciones son completamente inútiles, y es el momento en el que todo el sistema se viene abajo. Un sistema de economía de mercado, jamás se puede sostener con fallos en la fijación de precios, porque las dudas sobre las valoraciones de los activos y los recursos, hunden siempre el sistema.