En este sentido, en los primeros pasos de la reforma sanitaria, se proponía algo así a un sistema de salud público, para atender a aquellas personas que quedase fuera del sistema, aunque finalmente, se optó por un sistema de subvención del seguro sanitario para las personas con ingresos bajos. Desde luego, los dos sistemas son muy distintos, y es conveniente tener en cuenta las diferencias, para tratar de analizar si el sistema es bueno o malo; aunque sólo sea en el papel. Optando por un sistema de sanidad pública complementaria, en realidad tenderíamos hacia el caso español, donde tenemos una sanidad pública y luego seguros médicos complementarios y centros médicos privados.
La gran ventaja, (o inconveniente, según quien lo mire), es que el sistema español fomenta la competencia y evita en parte los problemas de un sistema completamente privado. Por otra parte, asume parte de los beneficios, al obligar a los centros privados a ofrecer servicios de alto valor añadido que compensen el pago a mayores que realizamos.
Esto se entiende preguntando a los que tengamos sistemas de sanidad privada, que en cada momento tenemos la opción de acudir a la sanidad pública y por otro lado a la sanidad privada, de tal forma que entramos en una competencia, que es claramente beneficiosa para todos. La sanidad privada tiene que ofrecer ciertas ventajas respecto a la sanidad pública a un coste razonable, porque se da la circunstancia de que tenemos ciertos parámetros y aspectos garantizados.
En un sistema como el que nos encontramos en Estados Unidos, simplemente el concepto “Seguro médico”, no tiene el mismo concepto en España, porque no existe un sistema público eficaz. Lo que en España es un complemento, o si queremos una inversión para acceder a profesionales de mayor prestigio, (que no mejores, necesariamente), o bien para conseguir mayor rapidez y atención en las citas, (también en muchos casos discutible), en Estados Unidos es un servicio de primera necesidad. En consecuencia, el poder de las aseguradoras es sustancialmente superior al español, y este poder determina aspectos como precio, prestaciones y desde luego posibilidades.
Si en Estados Unidos el mayor riesgo se deriva de litigios, aquí el impacto comercial de malas prácticas es mucho más relevante. Por decirlo en lenguaje callejero; por un bien o servicio de primera necesidad, (máxime en los casos donde no pagamos la factura), tenemos que bajarnos los pantalones en la mayoría de los casos. En cambio, si yo pago una cuota mensual a una aseguradora en España y no me tratan bien, automáticamente me doy de baja.
Al final la reforma en Estados Unidos no ha consistido en instaurar el sistema público que hubiese permitido activar, (al menos en parte) estos mecanismos y facilitar un poder real al consumidor; sino que el hecho de que haya consistido en una subvención para que toda la sociedad tenga seguro medico. Lo curioso es que la reforma en este sentido, si nos paramos a pensar, impone una sutil diferencia, que sin embargo supone una gran divergencia en el resultado final que podemos esperar.
Luego de esperar algún tipo de competencia, al sistema de aseguradoras, lo que hemos hecho es facilitarle más negocios. Y facilitar negocios, sin que se hayan reducido ninguna de las distorsiones antes comentadas. Es decir, seguimos teniendo a las personas que tienen un seguro médico de empresa, las personas con un seguro médico privado y ahora tenemos a las personas con un seguro médico del estado.
Y seguimos a las aseguradoras negociando con los hospitales, por un lado, y con las empresas por el otro. Ahora se suma otra ¿gran empresa?, que es el estado, pero que evidentemente tiene sus intereses, (y en la mayor parte de los casos es marketing puro o incluso que las aseguradoras ganen dinero), y en definitiva seguimos teniendo el control de la sanidad en manos de las aseguradoras, y desde luego los incentivos a no pagar. Por supuesto, se han incluido normas y límites a sus actuaciones, pero se entiende que desde el punto y hora que se litigaba, las nuevas normas, no son más que escollos o nuevas fuentes de litigio. Por supuesto, la desconexión entre paciente y centro médico pasa a ser ahora mayor incluso, porque al contar las aseguradoras con 30 millones de clientes nuevos, el poder de los pacientes actuales aún se reduce más.
En consecuencia, hasta es normal que Wall Street recibiese con euforia la aprobación de la reforma. Por supuesto, está claro que no es difícil encontrar los principales beneficiarios de estas medidas. Lo que nos lleva a la causa de la diferencia del coste de la sanidad entre Estados Unidos y España. En este sentido, lo primero es que lo que es buena noticia para Wall Street, hace algún tiempo que comienza a ser mala noticia para los que no somos de Wall Street.
En este caso particular, tenemos que entender que cuando hablamos del sector público en general comparado con el sistema privado, usamos con una cierta perversión la palabra “coste”. Cuando se plantea que el coste del sistema privado de pensiones, (o de cualquier servicio de carácter privado), nos referimos al coste de las empresas o el coste del servicio. En este sentido el coste de la sanidad pública puede ser inferior, (entre otras cosas porque la calidad “técnica” es inferior, en lo que se refiere a todos los ratios). Sin embargo, cuando la sociedad tiene que decidir entre la opción pública o la opción privada, ha de entenderse que el coste relevante es el precio que ha de pagar por la sanidad. Es decir. Yo tengo que valorar el coste de un hospital público y el precio de la sanidad privada.
La diferencia es desde luego sustancial, ya que aunque la sanidad privada suponga un “coste menor”, nosotros hemos de pagar los costes y desde luego los beneficios, que son los que conforman el precio a pagar. En este sentido, es fácil entender que aunque el coste efectivamente destinado a prestar un servicio sanitario, hemos de sumar el beneficio de los centros sanitarios, hemos de pagar los costes de las aseguradoras, (por encima del pago de las facturas sanitarias), y por supuesto sus beneficios. O dicho de otra forma, cuando comparamos el coste de atender a pacientes de una u otra forma, lo que tenemos que tener en cuenta es que lo que procede es comparar el coste de un sistema público, (que por supuesto incluye administración, infraestructuras y sanitarios), con la facturación de las aseguradoras que es exactamente lo que nos cuesta a nosotros el servicio.
Por supuesto, tenemos que entrar a valorar las circunstancias que valoran los precios, y nos encontramos con el poder de las aseguradoras, (controlan tanto a la demanda, como a la oferta), que pueden por tanto imponer con cierta libertad precios. En todo caso, cuanto mayor sea su poder, ¡mayor serán los precios!.
Lo que debemos entender es que según sea el diseño del sistema, las dinámicas del mercado varían y los resultados son completamente distintos para todos y cada uno de los agentes que interactúan en el mercado.
Por eso, no es ni parecido facilitar la sanidad integral, construyendo entre todos, (el estado), un sistema sanitario, que pagando entre todos un sistema sanitario que provoquen otros.
Y es de cajón que todo tiene sus ventajas. Si ponemos un sistema pagado entre todos y público, (sin beneficios), tendremos un sistema más económico y normalmente con una mayor calidad. Si lo dejamos todo al libre mercado, probablemente tengamos muchos más avances llamativos, (como he expuesto en el otro post acerca de las diferencias en el sistema sanitario). Pero si ponemos un sistema en el que todos pagamos a unas empresas que no acuden a un mercado surgen todas las distorsiones que tenemos ahora que nos llevan a un coste excesivo, para una calidad reducida, unos beneficios increíbles y nula competencia.
Es por esto, por lo que me parece completamente inapropiada la propuesta de la CEOE de externalizar gestión y servicios sanitarios. Las empresas han de acudir a mercados y el hecho de que hablen en despachos es una alteración de todas las reglas del libre mercado. Alteración que por cierto nos lleva a la maximización de beneficios en las empresas y a la minimización del bienestar social. ¡normal que lo defiendan!; ¡No tan normal que los gobiernos se apunten!.