De un tiempo a esta parte se vende que los problemas en el consumo serán un handicap para la recuperación a la que estamos asistiendo. De hecho una de las recomendaciones que se oyen con mayor frecuencia es la necesidad de reducir el consumismo del modelo económico, y de hecho la palabra consumismo al final ha adquirido unas connotaciones claramente negativas.
En medio de todo el cacao que tenemos montado y cierto lío conceptual, nos encontramos que alguien pregunta algún día si es posible la recuperación sin el consumo y nos sueltan que por supuesto. Pero lo cierto es que es muy fácil contestar a la pregunta si nos hacemos una pregunta clave.
¿Qué es un sistema económico?. Pues realmente no es más que un sistema en el que se organizan los recursos limitados disponibles para convertirlos en bienes para su consumo. Es así de sencillo. Todas y cada una de las empresas, instituciones, entidades financieras y mercados no son más que instrumentos para convertir recursos en bienes para su consumo. En consecuencia, es completamente imposible que un sistema económico funcione sin que se consuman los productos producidos.
Para entender el concepto, primero me gustaría verlo en el caso de una economía cerrada al exterior; (pido por tanto un poco de paciencia y que no se busque la critica a que no tengo en cuenta las exportaciones, que por ahora es adrede).
En un tiempo, resulta que las personas obtenían directamente los frutos de la naturaleza, de tal forma que éramos recolectores, después pasamos a cultivar lo cual generaba cierto valor añadido y acabaría generando la posibilidad de trueque, cierta especialización y en definitiva el comercio. El sistema ha ido evolucionando de tal forma que llegamos a la situación actual en la que nos encontramos con la idea de que la “leche viene del supermercado”. Es muy conveniente, tratar de recordar la historia de los sistemas económicos y su evolución a lo largo del tiempo, aunque quizás me haya pasado en la brevedad.
Desde luego, la organización, la forma de producir, y desde luego los organismos y entes que tenemos para conseguir convertir los recursos en bienes consumidos, han cambiado mucho, pero lo cierto es que la esencia es exactamente lo mismo.
Nos encontramos con una distinción de los bienes en función de su uso. De esta forma, resulta que los bienes se pueden producir para consumo directo, para inversión, para el gasto público y para exportar, (de estos me voy a olvidar por ahora).
Quizás esta distinción se encuentre detrás de la idea de si el consumo es necesario, ya que se habla del consumo como uno más de las formas que puede adoptar la demanda. Está claro que si producimos y no vendemos, la economía entra en la ruina, pero por lo menos conceptualmente parece que no es necesario el consumo para la recuperación.
Sin embargo, a veces olvidamos que en definitiva la inversión no es más que un esfuerzo que al final se tiene que convertir en consumo. Ya sea inversión privada, ya sea inversión pública, la realidad es esa.
Lo que debemos entender es que la inversión es un medio para lograr producir mejor o con menos recursos determinados bienes que se destinarán a consumo. ¡Siempre!.
Podemos mirarlo producto por producto y caso a caso. Evidentemente, un pastel es algo que se produce para consumir. Por tanto se necesita el consumo de pasteles para la industria de la bollería, las pastelerías y todo lo que de ella dependen.
Pero es que una pastelería puede invertir o no. Y para que una pastelería invierta, lo primero que debe pasar es que tenga la posibilidad de vender pasteles. En caso de que la pastelería no espere vender pasteles, ¡jamás va a invertir!. ¿Para qué?.
Por supuesto tenemos al repartidor de los pasteles, que puede plantearse invertir en una furgoneta mejor. Y efectivamente lo hará, pero sí y sólo sí, tiene perspectivas de que va a tener espacio para desarrollar su actividad. Dicho de otra forma, se planteará la inversión si va a tener que llevar los pasteles, la harina o el trigo de un sitio a otro. Esto implica que alguien tendrá que comer los pasteles.
Por supuesto, podemos plantearnos la fábrica de hornos, o la fábrica de la maquinaria para hacer los hornos, o cualquier camionero que lleva piezas de un lado a otro, o bien las gasolineras, o las autopistas de peaje o incluso las carreteras que no son más que inversiones que sólo se ven compensadas si alguien consume.
Esto viene a cuento porque el otro día he visto un artículo en el economista, en el que se defendía que nos olvidásemos del consumo, desde la fundación de cajas. Según ella, hay que olvidarse del consumo ya que “si el consumo siguiera creciendo, impidiendo, por tanto, que se reduzca el endeudamiento, se podría generar un efecto crowding-out de la inversión empresarial por parte del consumo“.
Desde luego, está usando todo un esquema irreal, para defender lo de siempre, estimulo fiscal al ahorro, (a los productos que ellos venden), reducir el consumo al mínimo imprescindible, y unas cuantas cosas más bajo la premisa completamente falsa de un efecto crowding-out, que básicamente se trata de una sustitución de consumo por inversión. Esto es completamente absurdo porque la primera premisa para que estemos hablando de sustitución de consumo por inversión o al revés, estriba en que sean sustitutivos. Es decir existe crowding-out en la deuda, porque si el estado compite por la financiación con las empresas, las entidades financieras y los particulares, pueden dejar su dinero a bancos o al estado. Pero es que realmente el que toma la decisión tiene dos opciones, entre las que se puede dar una sustitución.
Sin embargo en el consumo y la inversión, se olvida la señora esta que los agentes son distintos, y en consecuencia, las empresas no deciden entre invertir y consumir. Sino que deciden entre invertir y no invertir. Por otro lado las familias tampoco deciden entre invertir y consumir, sino que deciden entre consumir y ahorrar.
Y esto es lo que hay que tener claro. Las familias eligen entre ahorrar y consumir, de tal forma generan un movimiento económico con el consumo, y un ahorro destinado a financiar la inversión, (recordemos que ahorro no es inversión), por otro lado.
Y al final, en este caso, lo que se trata es de llegar al equilibrio, y en consecuencia, debemos tener claro que si nadie consume, sube el ahorro, pero cae la inversión, porque la inversión depende de las expectativas, (si nadie va a consumir, ¿en que invertir?). De tal forma que llegamos a una situación en la que fomentando el ahorro, tendremos un volumen de ahorro creciente, vendido para mejorar la inversión, lo que a su vez mejora la productividad, pero que en definitiva nos encontramos con exactamente lo contrario.
Por supuesto cuando tenemos ahorro, pero no tenemos inversión productiva, o el primero es el mayor que el siguiente lo que tenemos es que el ahorro se va destinado a productos financieros que no producen nada en la realidad, de forma que es fácil inferir lo que nos encontramos, ¡burbujas!