Imagine el lector que su coche empieza a hacer ruidos y a comportarse de forma extraña. En algunas averías, las cosas empiezan así, y en parte es normal que no les prestemos demasiada importancia. El caso es que al final los ruidos se convierten en más continuos, el coche puede quedar tirado, o los amortiguadores acaban rompiendo.
Puede ser por tanto, que en un principio no seamos conscientes de la avería, e incluso puede llegar un momento en el que seamos conscientes de ella, pero no la arreglemos porque nos viene mal, porque no podemos o porque tratamos de llegar a la paga extra. Pero si hacemos la pregunta: ¿deberíamos arreglar el coche?; entiendo que nadie contestará que no.
Todo este símil viene a cuento con uno de los aspectos que nos encontramos cuando hablamos de reformar la ley hipotecaria. Es tan sencillo como analizar la realidad. Todo aquel que piense que tenemos un problema en el mercado de la vivienda, tendría que estar como loco buscando la forma de arreglarlo. Es así de simple. De la misma forma que cuando sabemos que tenemos una avería en el coche, lo que necesitamos es llevarlo al taller y cambiar las piezas que hagan falta, si tenemos un problema en la vivienda, tenemos que ponernos a arreglarlo, cambiando todo lo que está mal.
¿Tienen algo que ver las circunstancias que rodean al crédito hipotecario con un problema de endeudamiento con la vivienda?. Es así de sencillo. Todo aquel que crea que tenemos un problema en la vivienda, tiene que reconocer que tenemos que entrar a cambiar todo lo que nos ha llevado a esta situación.
En este caso, la mayoría de las personas reconocerán que los cambios se debieron abordar hace mucho tiempo, (recordemos que ya Cascos en la época del PP estaba negando una burbuja inmobiliaria con el de “los precios de los pisos suben tanto porque la gente puede pagarlos”); y recordemos que cuando el PSOE ganó las elecciones en 2004, se creó un ministerio de vivienda, que en teoría surgía con el objetivo de arreglar el problema de acceso a la vivienda. Dicho de otra forma, nuestro particular coche lleva muchos años haciendo ruido. Evidentemente nadie arregló el tema de la vivienda porque al calor de esta situación se genero un volumen de negocios, pelotazos y una orgía impresionante que al final pagamos los de siempre.
Pero de alguna forma, a veces cuando se dice: “hay que arreglar…”; nos encontramos la respuesta: “debimos hacerlo hace…”; ¡para oponerse!. Y no tiene ningún sentido, en primer lugar por qué son discusiones distintas, (una cosa es discutir que se debió hacer y otra en lo que hay que hacer); y sobre todo porque todo aquel que piense que se debió cambiar lo que sea hace unos años, ¡debería ser el primer defensor de que se cambie inmediatamente!.
Imaginemos que nos montamos en el coche de un amigo, y notamos que los frenos le empiezan a fallar, y le decimos: “oye, que has de arreglar los frenos”; y nos suelta un “¡qué va!, ¡los debí cambiar hace seis meses!”. Es esta exactamente la situación.
Otro argumento que extraña muchísimo es el de “no cambiar las reglas del juego”, que se usa con cierta profusión; y juro que no lo entiendo, porque ¡estas reglas del juego” nos han llevado y están llevando a un desastre del que ni tan siquiera se ve el final. Pero es que además, lo curioso es que parece que hay muy pocos casos donde importa que cambien “las reglas del juego”. El que hace un par de años contaba con jubilarse a los 65; ahora lo tiene que descartar, el funcionario que contaba con un sueldo no lo tiene, el trabajador que tenía una indemnización determinada con unas reglas para ser despedido de forma procedente tiene otra y así con todos los casos que se nos ocurran, porque cada vez que se publica algo en el BOE a alguien le cambian las reglas del juego.
De hecho, curiosamente, una gran parte de los que defienden que no hay que tocar ningún aspecto de la relación entre clientes y bancos, son los que al mismo tiempo defienden toda clase de reformas (que nos venden como necesarias). Y llego al siguiente absurdo; aceptemos, (incluso sin estar de acuerdo), que nos carguemos el estado de bienestar ¡porque no podemos mantenerlo!; ¿Podemos mantener las relaciones entre el sistema financiero y empresas y personas inalterable?.
Es así de sencillo y simple; si creemos que algo está mal, (y es difícil defender que el mercado de la vivienda no esté en esta situación); ¿Podemos pensar que no se va a seguir deteriorando sin corregir ninguno de las malfunciones?. Dicho de otra forma, es posible que sea un grave esfuerzo reparar ahora los frenos de nuestro coche, pero ¿podemos permitirnos no arreglarlos?. ¿En que nos basamos para defender que la situación va a mejorar mientras no hagamos nada?.
Por supuesto, una variante es la de solucionar “a partir de ahora”; que viene a ser esto de que de repente nos damos cuenta de que los frenos de un modelo de coche no funcionan, y se propone como solución cambiar el diseño para los coches futuros, sin tocar los que están hoy en la carretera. Por supuesto aquí también nos encontramos con la asimetría en las relaciones, ¿Alguien propuso que las pensiones con las condiciones nuevas sean para los que hayan nacido, o hayan empezado a trabajar, (o cualquier corte), después de que se haya aprobado la reforma?.
Corrigiendo los fallos para la siguiente generación, lo que hacemos es exactamente esto, pero lo que se hace cuando hay una avería es corregir el fallo y arreglar la situación de ahora. ¿o no?.
Por supuesto podemos permitirnos ciertas averías; es fácil entender que no es lo mismo que se nos estropee el botón que nos permite seleccionar la tercera presintonía de la radio del coche, a que tengamos un fallo, (o tan siquiera un posible fallo) en el sistema de frenos. Cada uno de los fallos del sistema tiene unos efectos determinados; Pero claro. ¿Tiene efectos un problemita en el mercado de la vivienda?. Si al final no afectase a nada más, pues podríamos tirar; pero creo que esta avería tiene ciertos efectos sobre el conjunto de la economía.
El problema es que ante una situación en la que el resultado es manifiestamente nefasto, en la que se han ignorado todas y cada una de las señales a cuenta de generar negocios para todos, que provoca unos efectos gravísimos sobre el total de las economías, y ante la que no se ve la salida; nos encontramos con todas las resistencias del mundo a no cambiar ni una sola pieza. ¿Es conveniente cambiar la ley hipotecaria?. En muy pocas ocasiones podremos encontrar un mayor número de razones para defender un cambio. Quizás hoy en día, sólo pueda ser superada por el esquema de especulación en energía, alimentos y petróleo.
Pero con toda esta exageración, la realidad es que estamos en un campo en el que el hecho de que todos los esfuerzos de los grupos de poder, (y esta es otra gran lección de esta situación), van destinados a no cambiar ni una sola pieza de un coche, que ya ha tenido un accidente y que a duras penas puede ya caminar remolcado.
Y lo triste es que no estamos aún en una situación en la que la sociedad se esté organizando para exigir cambios, sino que ni tan siquiera logramos conseguir que se cumplan las leyes que si existen. O sea, que como los equipos deportivos de bajo nivel, no podemos aspirar a que ni tan siquiera en este entorno se abra una discusión seria sobre cambios, y como mucho, podemos aspirar a no descender, que en este caso sería pedir responsabilidades a todos los que han colaborado en esta situación, por ejemplo: bancos y tasadoras.
Por cierto, ante el argumento de que lo que se pide es “bajar responsabilidad”, creo que todo el mundo debería entender que el problema no es que los ciudadanos respondamos menos, sino que los que no somos ciudadanos de a pie, respondan de sus actos. Porque lo que está claro es que en toda esta historia hay rescatados y rescatadores; y hay distintos grados de culpabilidad. ¡y curiosamente estas dos clasificaciones no son coherentes!.