Sigo sorprendiéndome de la opinión generalizada de que una de las soluciones sea la necesidad de ampliar los conocimientos financieros de la sociedad. Esto ya lo expliqué en su día y desde luego me chirria y mucho que se pida a la gente de la calle que sea capaz de preveer todo aquello que ningún organismo, entidad o servicios de estudios ha logrado predecir.
Y desde luego, independientemente de que tengamos que aprender o no sobre economía, el grave problema no son los conocimientos financieros de la gente, sino los mensajes que nos llegan de los expertos, que o bien demuestran una absoluta falta de conocimientos, o bien tratan de manipular vilmente. En todo caso, el problema es la total impunidad con la que expertos autorizados vierten sus opiniones.
Sigue pareciéndome obvio que antes de exigir a la sociedad conocimientos financieros, el paso previo es la limpieza de expertos. La necesidad que tiene la sociedad de aprender por su cuenta y pensar no es más que un subproducto de un fallo de vastas proporciones.
Sigo diciendo que me parece un poco irreal, el hecho de que de repente todos los que estamos de alguna forma relacionado con el mundo económico, creamos que todo el mundo tiene que tener los mismos conocimientos que nosotros; en un raro juego en el que por un lado decimos que “somos la hostia, creednos”, para mañana decir: “era imprevisible” o “deberías haberlo sabido tú”.
Y en medio de la situación actual se nos ha metido por medio una situación sobrevenida, en la que podemos sacar conclusiones. Me estoy refiriendo al problema de la central nuclear japonesa. Ya sé que me dirán, como siempre no es el momento para un debate en caliente, pero en mi opinión, ante circunstancias como está debemos replantearnos cada uno nuestras convicciones sobre todo. Empezando por aquello de ¿Qué sabemos del tema?.
Y yo por lo menos tengo que reconocer que no tengo la menor idea sobre el tema. Lo que sé de la energía nuclear es lo que recuerdo del instituto, (¡y porque tuve la bendita suerte de tener un profesor que me parecía muy bueno!), donde usaron el símil de “la energía nuclear es una muy buena opción, pero tiene el problema de los aviones; que también son muy seguros, (mucho más que un coche), pero cuando tienen un accidente tiene unas consecuencias desastrosas”.
En todo caso, tengo que reconocer que tengo una opinión basada en una circunstancia particular de que un tal Rafael Boullón, fuese un buen profesor, y marcase mi imagen sobre la energía nuclear (con frases como las de “más muertes y contaminación provoca el petróleo”); Y por supuesto, tengo que reconocer que hasta ahora no me había preocupado demasiado el tema. De repente esta semana ha cambiado la situación, y me he dado cuenta de que me costaba mucho entender los artículos y las informaciones que iban surgiendo. Y he llegado a una conclusión clara; no tengo ni idea de esto.
Por supuesto, no sé si será el momento de discutir sobre esto, pero a mí me parece oportuno, porque antes no se me había ocurrido; y otros, (tanto pro-nucleares, como anti-nucleares), seguro que llevan tiempo discutiendo o pidiendo que se abra el debate. Además, dadas las circunstancias, me parece una temeridad no replantearse nada.
Pero en el momento en que me doy cuenta de que no tengo información, me encuentro con todo aquello que supongo que se encontrará cualquier persona que no tenga formación económica y trate de aproximarse a lo que está pasando. Inexplicablemente me siento “culpable” por no tener ni idea de ¿física nuclear?. Y me siento así, incluso cuando luego recuerdo que no podemos ir por la vida pretendiendo ser médicos, economistas, sociólogos, juristas, mecánicos y ahora físicos nucleares.
Y simplemente esto no puede ser, porque para esto están los expertos. ¿Qué tengo que saber yo de física nuclear?. Pues a pesar de que sea un tema de una importancia incluso mayor que la economía financiera, pues tengo que saber lo muy básico. Y esto sería lo ideal. Claro que para esto, los expertos tienen que ser fiables y facilitar la información correcta, para que tomemos las decisiones acertadas.
Esta situación se ha producido al otro lado del mundo, por lo tanto, en principio no hay efectos sobre los españoles de este accidente, pero no podemos perder la ocasión de pensar y ponernos en la situación de una persona que esté hoy en Japón. Es decir, es posible que yo hoy no tenga que tomar una decisión que implique que valore la cuestión nuclear, porque en estos momentos, lo único que tengo que decidir es a quien voto, y no tengo nada claro quién es antinuclear, (ojo; no confundir, con quien se define como antinuclear, porque el PSOE se define como antinuclear al igual que obrero).
Resulta que muchas personas en Tokio, y muchas personas en España, entre los que me cuento, no somos, ni éramos conscientes de la posibilidad de que existía la posibilidad real de lo que está sucediendo ahora, (que por cierto tampoco está demasiado claro). Pero es normal, hay expertos que se supone que tienen un sitio en la sociedad ordenando, calculando y estudiando estos temas. Y a los demás no nos queda más que fiarnos.
Esto es lo que ocurre en el mundo económico. Los físicos nucleares no tienen porque conocer al dedillo la situación financiera de los bancos, para analizar sus inversiones, sino que se han de encomendar al que sabe.
Pero ¿y si estuviese en Tokio?. Mucha gente tendrá que decidir si se queda o se va. Así de simple. ¿Cómo se puede decidir sin información previa?. Pues ahora esta gente tiene dos opciones; o de repente comienza a aprender arquitectura o ingeniería industrial, (o incluso primero adivinar la rama del conocimiento necesaria), para tratar de adivinar lo que está ocurriendo con las centrales, luego tendrá que aprender sobre radioactividad, (y todas las palabras y medidas que se esconden tras lo que todos conocemos que es un contador geiger), y después aún por encima tendrá que aprender medicina para analizar los efectos que tendrá este veneno invisible, que se acerca medido en unas magnitudes que no entendemos.
Es en estos casos, donde se entiende que necesitamos que alguien traduzca esta información al común de los mortales, (al igual que en la economía); pero además que lo haga de forma fiel; (o sea que bajo ningún motivo trate de imponer sesgos hacia uno u otro lado). Esto quiere decir que la información que nos ha de llegar sea la adecuada para que tomemos una decisión; ¡no la decisión que interesa a otros que tomemos!. Es habitual, manipular la presentación de los datos para conseguir objetivos que a veces pueden ser hasta legítimos, (suavizar la situación para evitar el pánico), o incluso obscenos, (suavizarla para mitigar bajadas de mercados financieros). En todo caso, lo que no puede ser es que las personas que traten de buscar información ante los expertos reciban información que no sea correcta.
Y esto es en todo; es en los expertos económicos, hablamos de abogados, de mecánicos del coche, de médicos, de reportajes en los que se prueban los coches, de físicos nucleares, de arquitectos o de vendedores de detergentes. Como mucho sabremos mucho de un aspecto necesario para vivir; conoceremos lo básico de otras cuantas cosas y no tendremos ni idea de la gran mayoría en la que existirá un mundo que ni conocemos.
La solución no es que toda la sociedad entienda lo que es un swap; como no parece razonable mortificarnos por no saber lo que es un milisievert. Estamos en un mundo en el que simplemente no es que tengamos dudas; es que aparecen conceptos y relaciones que no teníamos la menor idea de que existiesen.
Y como el hecho de que no tengamos que ponernos en plan de emular a Leonardo Da Vinci, mientras tratamos de trabajar y pagar la hipoteca, no parece muy buen plan, lo que se necesita es una buena dosis de responsabilidad por parte de todos y cada uno de los expertos. Cada cual ha de responder de lo que dice. Todos somos conscientes de que todo el mundo, (absolutamente todo el mundo) tiene intereses, por lo que ha de cambiarse el esquema legal y social para que estos intereses se alineen con la sociedad.
Esto no nos puede llevar a otra cosa que maximizar la responsabilidad de todo el que abre la boca, (menda incluido); de tal forma que lo que se afirme, o la idea que se transmita ocasione una responsabilidad que no se pueda escudar en base al “es opinión”.
Lo que no puede ser es que vayas al banco, te diga lo que le de la real gana, te fies de sus recomendaciones y luego venga alguien con el “lo deberías haber sabido”; como no puede ser que tengas miedo, preguntes o te informes y te digan: “no hay problema en Tokio” y luego tengas problemas. Lo que no puede ser es que los de la OMS pongan el mundo patas para arriba cada tres años con la gripe de turno, (generando unos beneficios ingentes en la venta de vacunas), que ocasionen problemas médicos a niños, y no pase nada; pero que unos meses después nos digan que la radiación no está mal y que no acabe nadie en la cárcel.
Cuando un experto transmite una opinión, ha de ser consciente de que se supone que sabe y por tanto será seguido y por tanto tiene responsabilidad en lo que opina; y el hecho de que se le exija esta responsabilidad es necesario para que la opinión sea veraz y no acorde con unos intereses determinados.
Y esto va para el ámbito de un accidente nuclear, en el que no se ponen de acuerdo, o para el ámbito económico, donde la diagnosis es la misma desde todos los expertos, para todos los países, y en todos los momentos, pero que siempre falla.