Hace unos días he estado metido en una de las discusiones acerca de la bondad y la maldad de la especulación, y la realidad es que a veces me sorprendo de ciertas posturas maximalistas. En todo caso, para tratar de contestar a la pregunta de si la especulación es buena o es mala, me gustaría proponer una serie de preguntas.
La primera es: ¿los coches son buenos o son malos?. Sé que puede parecer una tontería, y los coches son un invento que nos ha permitido reducir distancias, nos da confianza y un medio de desplazamiento relativamente seguro, rápido, cómodo y eficaz. Pero a cambio nos trae los accidentes, nos trae la contaminación y desde luego nos trae el gasto.
Si hacemos esta pregunta, tendremos una serie de personas que sin dudarlo dirán que el coche es bueno, (sin tener en cuenta absolutamente nada). Otras personas nos dirán que el coche es malo, porque siempre mirarán los puntos en contra. Y luego espero que nos encontremos con la inmensa mayoría de la gente que pensaremos que los coches son unos bienes que tienen cosas buenas, pero que necesitan sus reglas y desde luego tienen su lugar.
Es cierto que podemos discutir si las reglas de circulación son más o menos estrictas; si tal límite de velocidad debe ser mayor o debe ser menor, o si es razonable que se prohíba la circulación en determinadas zonas o no. En definitiva, lo que subyace estudiando el caso a caso es tratar de ajustar una ecuación entre costes, (entendidos como los costes efectivos y los riesgos) y los beneficios, que varía en función del lugar en el que estemos.
¿Es razonable que se permita libre velocidad en el patio de un instituto?. ¿Es coherente que no se controle en absoluto a los conductores?. Al final cuando cogemos un coche, todos sabemos que necesitamos un permiso de conducir, sujeto a que cumplamos toda una serie de normas de tal forma que nuestra libertad y nuestro beneficio no ocasione un perjuicio, (que en determinadas ocasiones puede ser irreparable), a terceros o incluso a nosotros mismos.
Si no sirve la pregunta con los coches, podemos hacer las preguntas con cualquier otro aspecto de nuestra vida; ¿Son buenas las aspirinas?, ¿Es buena la fruta?, ¿Es buena la carne?. En este caso tenemos una curiosa máxima que nos cuenta que “la dosis diferencia a un veneno de la medicina”. Y es algo que debemos tener muy en cuenta, y por supuesto es algo que nadie se pregunta cuando hablamos de cualquier desarrollo en el ámbito económico, lo cual no es más que un curioso olvido, ya que precisamente en economía se habla y mucho de la palabra “equilibrio”.
Pero incluso podemos irnos a otro tipo de preguntas: ¿es el sexo bueno?. Sin lugar a dudas es una actividad que tiene muchos efectos beneficiosos sobre la salud física y la salud mental, contribuye a solucionar, (o mejor dicho es requisito casi sine qua non), los problemas de natalidad, y si se practica en compañía sirve para establecer lazos muy fuertes con otras personas. Supongo que todo el mundo entenderá que el sexo es bueno, salvo por supuesto que estemos ante el caso de una persona que defina su vida en base al sexo, o en el caso de que el sexo sea no consentido; o incluso en el caso de que se base en determinadas prácticas que puedan ocasionar peligros para uno de los participantes, (incluso aunque sea consentido). Por descontado, me gustaría que se reflexionase sobre las relaciones entre personas adultas y menores o personas con capacidad disminuida. En definitiva, podemos concluir que como siempre, el sexo es algo bueno, de acuerdo a unas reglas que pueden ser discutidas, pero siempre dentro de unos límites que aceptamos. Por ejemplo; para unas personas el sexo en la primera cita es algo bueno, para otras el sexo en la primera cita es algo malo; pero lo que todo el mundo, (salvo desviaciones importantes), es que el sexo con un menor no sólo no es bueno, sino que es fruto de una perversión indefinible.
Todo en esta vida, aunque no siempre en el mismo grado, tiene sus ventajas y tiene sus inconvenientes y todo en esta vida tiene su lugar, tiene su dosis, tienes sus riesgos, sus peligros y sus costes.
Cuando estamos hablando de especulación tenemos que entender que todas y cada una de las inversiones financieras son especulación, (porque se compra un activo determinado confiando en que ese activo financiero por distintas razones incremente su valor), pero no todas las inversiones financieras tienen los mismos efectos, ni por el lado de los beneficios ni por el lado de los costes; ni por supuesto desde el punto de vista del inversor ni tampoco por el punto de vista de terceros.
De esta forma, no es lo mismo especular con sellos o con oro, que con alimentos, petróleo o vivienda. No es lo mismo principalmente por los efectos a terceros. Cuando nos dedicamos a especular con sellos, tenemos claro que los perjuicios que ocasionamos a terceros si montamos una burbuja no son los mismos que si especulamos con petróleo. Y es obvio, porque si bien la sociedad puede pasar sin sellos, no puede pasar sin combustible, sin energía o sin un techo. Tenemos un ejemplo claro que ha sido la burbuja punto.com; una burbuja que ha estallado porque se han hinchado hasta más poder los precios de unas acciones que no eran representativos. El efecto de esta burbuja sobre la sociedad se ha comprobado que no fueron los mismos que las siguientes centradas en las commodities o en la vivienda.
Debemos tener claro que las situaciones son distintas y las consecuencias, (tanto de la burbuja mientras se hincha como cuando explota), no son las mismas. Y por tanto, queramos o no queramos la sociedad tiene que tratar estas especulaciones de forma distinta, (del mismo modo que se permite a Fernando Alonso ir a 300 km/h en un circuito; pero no se le deja correr en una zona escolar con un coche de calle).
Con el coche, con el sexo o con todo lo que se nos ocurra, todos tenemos claro que existen entornos o actividades permitidas aunque con límites y existen otros supuestos en los que directamente se prohíben determinadas actividades.
Ahora bien, cuando nos vamos al mundo de la especulación, lo curioso es que toda esta argumentación se nos viene abajo y nos encontramos con la contestación a “la especulación es buena” o “la especulación es mala”, (o sus vertientes de “el especulador es bueno” frente al “especulador es malo”), cuando en realidad esta pregunta es tramposa porque no existe una solución mágica a la pregunta.
¿Es buena la especulación cuando los riesgos se traspasan a los demás?. Esto ocurre cuando o bien nos encontramos con que los gobiernos estarán obligados a salvar a los inversores en determinados productos por las razones que sean. Por ejemplo, cuando estallaron las punto.com, resulta que a partir de este momento todas las políticas monetarias y económicas se modificaron para lograr montar otras burbujas que se han usado como políticas económicas para rehacer el valor de los fondos de pensiones a la mayor brevedad posible. Esto significa que el error de los inversores en estas compañías, directa o indirectamente lo hemos pagado todos. Y esto no es muy distinto a una situación en la que una imprudencia conduciendo ocasiona daños en terceros, (aunque el conductor tenga daños también). Pues si resulta que luego tenemos que pagar los daños, tenemos que tener claro que la especulación ha de ser muy limitada y controlada. Por supuesto, tenemos que entender cuáles son los riesgos y de la misma forma que todo el mundo sabe que no se puede jugar dinero que se vaya a necesitar; (primera reglar para invertir), ¿Cómo es posible que se juegue alguien el dinero de la pensión de otros?.
¿Y si aparte esta especulación se centra en bienes de primera necesidad?. ¿Y si además esto se hace usando todos los esfuerzos, trampas, tácticas y técnicas para que el precio de estos bienes suban de precio?. En este caso, tenemos el ejemplo del petróleo que ha sido y está siendo estos días, muy pero que muy ilustrativo; por un lado nos encontramos con un diseño de las estructuras de los mercados, para limitar la competencia y la información entre los consumidores, para que se conviertan en precio aceptantes sin poder alguno; y luego se hacen todas las medidas necesarias para que suba el precio, (para evitar pérdidas entre los inversores), mediante trucos tan curiosos como los de bajar el límite de velocidad a 110, manipular el informe de los resultados, o incluso en un alarde de manipulación el cachondeo del BCE que interviene directamente y suelta una posible correlación entre el petróleo y la plata para a continuación limitar los cortos en este metal.
¿Es lógica o deseable una especulación en la que se prohíban los cortos para evitar que el precio de un bien caiga, mientras se defiende que la especulación proporciona una adecuada valoración del precio de mercado?. ¿Es buena una especulación inmobiliaria en donde todo el mundo habla de riesgos y beneficios, pero donde a los bancos se les da la liquidez suficiente y las normas adecuadas para que no caiga el valor de los pisos, llegando al punto de que un ministro de fomento español se vaya a Londres a vender los pisos de la banca?.
Antes hablaba del sexo con menores, totalmente censurable por una asimetría de poder, o de formación o de experiencia. De tal forma que todo el mundo entiende que no es en absoluto aceptable que engañe o manipule a un menor para conseguir un beneficio, (en este caso no material); pues en este caso estamos ante un desequilibrio en las capacidades, experiencias pasadas y una relación de poder que provoca unos efectos perversos. Pues en este punto tenemos que tener cierta similitud, (que no igualdad), en el que tenemos que analizar los desequilibrios.
En definitiva, la especulación será buena cuando esté en el sitio adecuado y ha de ser limitada al máximo o prohibida en otros campos en función de los riesgos y por supuesto siempre y cuando esté claro que el especulador ha de asumir los riesgos que para sí y para terceros la actividad genere; los efectos sobre el sector económico dependerán de la existencia de reglas y por supuesto de alguien que vigile el cumplimiento. Y por supuesto este alguien tiene que ser alguien con un punto de vista distinto del especulador, porque ocurre lo mismo con los conductores, ¡todos controlamos y todos conducimos bien!.