Entre los discursos que nos encontramos el 30 de agosto en la votación de la toma en consideración de la reforma constitucional, creo que merece la pena el de una cabreada Rosa Diez, que en general da bastante en la diana.
Nos habla del miedo de los políticos a la convocatoria del referéndum, y con toda la razón del mundo habla de que esto son los riesgos de la democracia. Es así de simple y así de sencillo. El que tenga miedo a lo que diga la ciudadanía y que por tanto no la quiere oír simple y llanamente no ha de considerarse en ningún caso bajo el apartado de demócrata.
Pero Rosa Diez se ha equivocado en un aspecto clave. Desde el PP y el PSOE se habla constantemente de la necesidad de la credibilidad en los mercados financieros como origen y causa de esta reforma. Pues de acuerdo a esta explicación, todo el mundo ha de estar de acuerdo con la contestación de la líder de UPyD; ¿Qué clase de credibilidad se ofrece cambiando la constitución en una madrugada de agosto?. Tal y como se ha cambiado hacia un lado, se cambia hacia el otro y por tanto el mensaje difícilmente puede ser el mejorar la credibilidad.
De hecho lo curioso del caso es que han dejado la constitución española a la altura del betún, e incluso aunque al final la reforma no se produzca, lo que está claro es que ha volado por los aires el último reducto que nos quedaba de seguridad jurídica. La idea es que en cualquier momento la principal y más rígida norma se puede cambiar inmediatamente. Por lo tanto, la credibilidad que tenemos cada uno de nosotros en las leyes es nula. Hace tiempo que tenemos la sensación de que ninguna norma está a salvo de las reinvindicaciones de la banca, que tiene el control absoluto del BOE y que enfrascada en un esquizofrénico discurso entre la desregulación (cuando le viene bien) y la protección jurídica, (cuando le toca), siempre gana.
El golpe a la constitución no deja de ser por tanto la expresión suprema de un proceso que incluye toda una serie de despropósitos jurídicos que van siempre en la misma dirección.
Pero esto mismo, es en lo que se equivoca Rosa Diez, y es en lo que miente el Gobierno. Pase lo que pase, acaban de dejar la constitución al nivel del papel en el que antaño (y quizás en el futuro) se envolvía el pescado. No es hoy, más que un cuento rancio, que ya nadie se cree y que no tiene la mínima validez. De la credibilidad del gobierno y del partido de la oposición, es muy difícil ya decir algo. Pero esto lo saben tanto el gobierno, como la oposición, como cualquier persona de este mundo, (y si existen los extraterrestres también).
También todo el mundo sabe que acordar en la madrugada de un día de agosto, sin discutir con nadie, y sin informar a nadie, el hecho de llevar a la constitución una orden expresada por una reunión de Merkel y Sarkozy, y expresada por un Banco Central Europeo, que no se molesta en negar que envía mensajes y no negocia, en el contexto en el que se modifica también la constitución en el otro país intervenido en agosto, (Italia), es algo que no puede transmitir credibilidad. De hecho sólo faltaba que nos enterásemos de que en esta reunión de madrugada corrió el alcohol en abundancia, para ponerlo como ejemplo perfecto de irresponsabilidad manifiesta.
Pero es que el problema es que no se busca transmitir credibilidad a los mercados. Es así de simple. Los mercaderes no pedían credibilidad, sino lo que pedían y piden es ¡desregulación para los demás y seguridad jurídica para ellos!.
Y esto es lo que han obtenido; por un lado se han cargado de facto la constitución y por otro lado han conseguido la máxima garantía jurídica. Han conseguido desprestigiar una norma, ya anteriormente muy tocada, para convertirla en un instrumento en el que apoyarse. Con la simple frase “gozará de prioridad de pago absoluta”, acaban de convertir en puro humo la norma fundamental que regula la vida de los españoles, a la vez que tienen el elemento definitivo para que el estado español acepte automáticamente lo que sea.
Por tanto credibilidad, ninguna se ha ganado, (de hecho los mercados financieros no paran de decir que no significa nada), pero a su vez se felicitan por la reforma. ¡Otra rara esquizofrenia!. Ni se pretendía ofrecer credibilidad, ni se pedía. Lo único que se pedía era entregar el estado español a los intereses de unas entidades financieras y lo único que se pedía era la rendición del estado a los intereses financieros, y hemos tenido la rendición a los intereses financieros, la defenestración de toda seguridad jurídica en la que ampararnos los ciudadanos y a la vez repetir la táctica de quemar las naves que había inaugurado Hernán Cortés, con la salvedad de que en aquella ocasión eramos los conquistadores y ahora somos los conquistados.
Por supuesto, esto de entregarse de esta forma, degollados, sin discusión y con la normativa hecha unos zorros, dista mucho de ser una medida para tratar de generar confianza, luchar contra los especuladores o promover estabilidad. Es pura y duramente una rendición, en la que las victimas no las pondrán los políticos.