Una vez comentado que el primer efecto que nos vamos a encontrar con la entrada en vigor del 135.3, es el incremento de la capacidad negociadora de todos aquellos que directa o indirectamente compran o podrían comprar nuestra deuda pública, mientras que el estado español queda completamente desprotegido, es muy fácil entender lo que va a ocurrir.
Para esto, me gustaría volver a recordar el post acerca del “comodín de la reactivación del crédito”, en el que manifestaba mi cabreo contra el uso indiscriminado de tal letanía para justificar toda serie de absurdas medidas, que además iban en contra, entre otras cosas, de la presuntamente pretendida reactivación del crédito.
Tenemos que entender que el mercado de deuda pública es ante todo un mercado, lo cual parece ser una perogrullada, pero que olvida todo el mundo. En este mercado resulta que los inversores ofrecen fondos, a cambio de un precio, mientras que los estados demandan estos fondos y a cambio tienen que pagar este mismo precio.
En definitiva, lo mismo que en todos y cada uno de los mercados que nos encontramos. El dogma que nos encontramos continuamente es que el mercado valora adecuadamente todo, pero lo curioso es que nadie se acuerda de que para que dicha afirmación sea cierta, existen unos requisitos y unas dinámicas. Aparte de aspectos como la información asimétrica, el gran distorsionador de los mercados es el poder de mercado.
En este sentido, dado que presuponemos siempre que ninguno de los participantes en ningún mercado tiene poder de mercado, jamás nos acordamos de analizar lo que ocurre cuando acordamos algún cambio que en definitiva afecta exactamente a esta variable. Y es un poco ridículo, porque con la cantidad de cambios normativos a los que hemos asistido en los últimos años, presuponer que las estructuras de poder se han mantenido equilibradas es como poco aventurado.
En la reforma de la constitución y en particular en el punto 3 del nuevo artículo 135, lo que se consigue es cambiar el escenario, otorgando poder a una parte del mercado, en particular a lo que en este caso sería la oferta de fondos.
¿Qué ocurre cuando en un mercado se incrementa el poder de la oferta?. Pues es muy sencillo verlo; cuando la oferta sube su poder, manteniendo iguales el resto de las circunstancias, por lo que en definitiva, lo que tendremos será directamente un incremento del coste de la deuda, y por supuesto menor cantidad.
Por tanto, cualquier medida destinada a incrementar el poder del sector financiero, por definición supone un problema añadido a todos aquellos agentes económicos que demandan financiación.
Por supuesto, el supuesto de “mantener condiciones”, o el famoso “ceteris paribus”, tampoco es muy realista, porque en realidad los mercados impondrán sus condiciones para que los países aprueben toda una serie de medidas, que se venderán como necesarias para el crecimiento, pero que en realidad debilitan la situación de personas y empresas. Por lo tanto, y además de la evidente pérdida de poder de estas personas, tendremos efectos sobre la situación económica en general.
Estas medidas, en definitiva, retroalimentarán la caída de la actividad económica, de forma que se incrementa la necesidad de financiación, mientras caen los ratios que se usan para valorar la capacidad de pago. En el caso de los países, normalmente hablamos de los ratios de deuda y déficit respecto al PIB, y por tanto, por matemática pura al reducirse el denominador, tendríamos que sus datos empeoran.
Esta es la realidad que nos encontraríamos en el mercado, pero por supuesto esta realidad queda en cierto punto escondida por las intervenciones del Banco Central Europeo. Esta entidad cuando está interviniendo en el mercado de deuda, puede alterar por un tiempo los rendimientos de las distintas deudas.
Sin embargo, las posibilidades de actuación de cualquier organismo para tratar de forzar una situación, tienen siempre graves problemas que se acentúan a medida que la situación se aleja de la que la realidad manda.
De esta forma, y como ha ocurrido a lo largo de toda esta sucesión de medidas disparatadas, tendríamos un cierto espacio de tiempo, (cada vez más breve) de mejoría, (cada vez menor), para acabar en una situación en la que inesperadamente tengamos una caída cada vez mayor.
Y en el caso de la deuda pública, no podemos esperar otra cosa que no sea una subida espectacular del coste, acompañada de una dificultad de acceso mucho mayor, en una escalada imparable que estamos comprobando en todos y cada uno de los países, salvo en Estados Unidos y Alemania que son considerados valor refugio.