El cansino asunto de la futura pero cada vez más segura independencia de Cataluña respecto de España está dando lugar, no a ríos de tinta, sino a auténticas riadas. Y que siga siendo así. No pretendo aquí aburrir a mis posibles lectores con una opinión más -la mía- acerca de las razones o sinrazones que pudieran explicar o no, o justificar o no, tal acontecimiento caso de que llegue a producirse, cosa que repito estoy seguro que sucederá tarde o temprano, ni de si la independencia es sensata o no desde un punto de vista económico, o de si será legalizable o legitimable o ninguna de ambas cosas.
Me suscribo aquí a la opinión de mi admirado Rafel Sánchez Ferlosio para el que no hay otra unión entre hombres que merezca la pena mantener que no sea aquella construida sobre la amistad, y me da que la amistad entre catalanes y el resto de españoles no es hoy -hablando en términos generales- nada profunda y dudo que llegue siquiera al nivel cero de la amistad: el estado de "amigos" de Facebook. La desconfianza de una cualificada mayoría de catalanes acerca del resto de los españoles, tal y como aparece acreditado por el amplio apoyo de que goza entre ellos la opinión de que "Espanya ens roba", señala que el puente de amistad desde el lado catalán ya no puede transitarse pues está ya lleno de agujeros y hay un gran cartel que reza un "Prohibido el Paso" en letras de a metro que avisa a los catalanes de pro a no cruzarlo. Además de que... ¡cómo va a ser uno amigo del ladrón que le despoja de lo suyo! Los españoles serían, para una buena parte de los catalanes unos vagos que habrían utilizado sistemáticamente del oprtesor gobierno central del estado para esquilmarles los dineros que tan duramente habrían ganado. No es más halagüeña, por cierto, la opinión de buena parte del resto de los españoles acerca de los catalanes. Para muchos, serían ellos los históricos aprovechados del estado y explotadores por demás de las pobres gentes del resto de España ya desde los comienzos de la industrialización allá por finales del siglo XIX, que además siempre se habrían negado tacañamente a la reciprocidad y a la solidaridad. Andan además los españoles ya muy hartos de que se les tilde de ladrones...pues sencillamente no lo somos.
Lo que me sorprende y no acabo de entender es que, dada esta clara animadversión entre unos y otros, siga y siga habiendo tantísimas buenas gentes de dios, iluminados e ingenuos que siguen y siguen debatiendo el asunto en todo tipo de bares y tabernas y congresos y universidades y medios de comunicación, buscando remedios y ungüentos de curandero de pueblo para esa herida que ya no cierra y amenaza gangrenarse. Cuando las relaciones entre humanos se acaban, lo mejor es cortarlas definitivamente y cuanto antes mejor, antes de que su mantenimiento enfermizo y ficticio acabe emponzoñando al entero cuerpo y amenace su supervivencia. O sea, antes de que las cosas se salgan de madre y aboquen a un final que no sea pacífico. Y eso sí que no. En el caso de la independencia de Cataluña de España, que los únicos ríos que puedan correr sean siempre de tinta y no de sangre.
Pero que se busque por todos los medios que el "divorcio" sea pacífico en términos de que por nada del mundo se permita que haya violencia "doméstica", no significa que la separación no vaya a ser conflictiva. Todo lo contrario. Es previsible, y probablemente deseable desde la perspectiva "española" que así lo sea. Dicho de otra manera: el divorcio entre España y Cataluña habrá de ser como cualquier divorcio "matrimonial" que no es de mutuo acuerdo, es decir, como un juego conflictivo en el que ambas partes pretenderán salir lo mejor paradas, lo que inevitablemente llevará a que la situación aboque a una auténtica Guerra Económica.
Lo anterior puede sonar raro, pero sólo para aquellos afectados por esa enfermedad tan de nuestro tiempo que es el la enfermedad de la sentimentalidad*, también llamada buenismo mental, un trastorno que se manifiesta por la incapacidad congénita de entender que hay ocasiones (que la Teoría de Juegos ha explorado en profundidad**) en que el conflicto es la solución racional en una interrelación. Los afectados por esta enfermedad de la razón, que quizás tenga una base neurológica, sufren de la pertinaz alucinación o sesgo de confundir sus deseos con la realidad, o dicho en jerga técnica, yerran sistemáticamente por pensar que lo óptimo (de Pareto) es siempre una solución de equilibrio (de Nash) siempre alcanzable. No. Es lamentable pero cierto, y hay que asumirlo, que a veces ocurre que lo mejor desde un punto de vista colectivo (lo "óptimo") no siempre es lo que los agentes consiguen que surja en una interrelación cuando cada uno persigue racionalmente su propio interés. Así son las cosas. No tendría ello la menor consecuencia si no fuese por la abundancia de este tipo de gente en algunas profesiones como la de periodistas y la de políticos (fundamentalmente -y curiosamente- de izquierdas).
En efecto, la lógica detrás de la anterior afirmación es muy elemental y se deriva de un análisis simple de las opciones de los "jugadores" en la presente situación: el gobierno de España (E) y el gobierno de Cataluña (C), como un juego secuencial, una interacción en que los agentes toman sus decisiones en el curso del tiempo, cada uno reaccionando a las decisiones que previamente el otro tomó. Obsérvese que digo "gobierno" de Cataluña y "gobierno" de España, y no "pueblo" catalán ni "pueblo" español, pues el papel de los "pueblos" es normalmente un "papelón", o sea, no es el de ser jugadores de la partida sino el de acompañantes si no de "palmeros": Dejo al margen -repito- esta cuestión de que en qué medida los jugadores, es decir, los que toman decisiones, es decir, los gobiernos, lo hacen representando de forma "correcta" los intereses de la mayoría sus representados, o sea, de sus respectivos "pueblos". Lo dejo fuera de consideración aquí pues es un tema de largo debate que supera la capacidad de tratarlo con mínimo decoro en tan pocas líneas (aún siendo nornalmente ya muchas, como me recuerdan siempre algunos lectores).
Pues bien, en el desarrollo de este juego -a cuyas primeras fases estamos asistiendo en estos tiempos- el gobierno catalán actúa como primer jugador, o sea, el que primero está moviendo sus "fichas" o estrategias, tomando las decisiones iniciales que,
(si no se interrumpe el juego, y esto es mucho más que importante, auténticamente esencial, y por ello se impone a este respecto aquí introducir un largo inciso de excepcional importancia para la continuación del análisis. El "juego de la independencia" que se está analizando se interrumpiría si se aplicase el artículo 155 de la Constitución, como piden algunos como solución definitiva del problema. Pues bien, quienes así "razonan" son un ejemplo perfecto de lo que es la incapacidad para el razonamiento estratégico. Pues no hay mayor error estratégico que suprimir la autonomía de Cataluña. En efecto, si el gobierno español suprime la autonomía catalana, con ello no acaba con el juego de la independencia sino que simplemente lo altera en contra de sus propios intereses. En efecto, la cuestión tras aplicar el artículo 155 es la de que por cuánto tiempo. El mantenerlo continuadamente, es decir, suspender la autonomía de Cataluña sine die no es solución ya que tal decisión no sería aceptada en el exterior (ni en Bruselas ni en Nueva York) por antidemocrática y discriminatoria contra los catalanes respecto al resto de españoles que sí que "disfrutanª de autonomías. Ello obligaría al gobierno español a levantar la suspensión al poco tiempo y convocar nuevas elecciones en Cataluña, que, obviamente, ganarían esta vez los independentista de calle con una mayoría totalmente cualificada para exigir una independencia inmediata, lo que supondría que la opción S dejaría de ser una opción posible para un gobierno catalán)
conducirán o bien a que Cataluña se mantenga dentro del España (alternativa del Statu Quo o alternativa S), o bien a la independencia completa con arreglo de la hoja de ruta marcada por el llamado "procés" (alternativa I). La elección definitiva entre una u otra estrategia que haga C dependerá de sus "pagos" o resultados particulares, que dependerán a su vez de las decisiones que adopte E, el gobierno español, ante cada una de esas posibles estrategias que pueda adoptar C. Cabe pensar que el gobierno español tiene dos alternativas para cada posible decisión del catalán. Si el catalán decide al final mantener a Cataluña dentro del estado, E puede entonces optar por una política de concesiones adicionales, por ejemplo, un pacto fiscal (F) al estilo del concierto vasco y un cambio hacia una estructura federal del estado, o bien puede optar por el mantenimiento de la situación actual sin cambios relevantes (altenativa C). Caso de que el gobierno catalán decidiera la opción I, a la larga el gobierno español habrá de optar entre dos alternativas: o bien aceptar la independencia y reconocer a Cataluña como un socio europeo más (opción A de aquiescencia), o bien lanzarse a una guerra económica G).
Sucede aquí sin embargo que, a diferencia de los juegos de información perfecta, en este no hay acuerdo acerca de los "pagos", resultados o rendimientos de las distintas alternativas para cada uno de los jugadores. Por lo que se oye decir, parece que desde la perspectiva del gobierno catalán, los "pagos" de las estrategias vendrían dados en el siguiente grafo (que no es un arbol de decisión mal dibujado, pues el ordenador desde el que escribo me impide dibujarlo bien. Confío, sin embargo, que se entienda.Disculpas en cualquier caso):
El "juego" de la independencia desde la perspectiva del gobierno catalán
la opción) A (4,2)
la opción) I , si así lo hace, E entonces, ha de elegir entre:
la opción) G (3,1)
C (elige entre:
la opción) F (2,3)
la opción) S , si así lo hace, E entonces ha de elegir entre:
la opción) C (1,4)
Lo mejor para el gobierno catalán sería obviamente la independencia con aquiescencia por parte del estado, situación que también estima que no sería la peor para E sino su segunda peor situación. Correspondientemente a estas expectativas de C , el resultado de este par de estrategias, o sea, independencia de Cataluña y el Estado "tragando", (I,A) es (4,2).
Es decir, que los "pagos" de las estrategias del juego no miden una variable cardinal como, por ejemplo, la pérdida de renta per capita asociada a cada par de estrategias posibles, sino que los números expresan solamente un ranking ordinal de modo que un 1 representa, por tanto, el peor resultado para cada jugador, un 2, el segundo peor resultado, un 3, el segundo mejor resultado y un 4 el mejor resultado. Para el gobierno de España, lo mejor sería que Cataluña optase por el statu quo sin dar a cambio concesiones de ningún tipo, y ese sería obviamente el peor resultado para el gobierno catalán, en consecuencia, al par (S,C), el resultado correspondiente al caso en que el gobierno catalán se pliega a seguir en España y el gobierno español hace sólo concesiones mínimas, se le asignan los valores (1,4), o sea, es el peor resultado para el gobierno catalán y el mejor para el gobierno español. La situación consecuente a una independencia contestada por E con una guerra económica en toda regla, es (I,G) = (3,1), números que manifiestan que, pese a esa guerra económica, el resultado sería para el gobierno catalán mejor que aceptar el statu quo aún "sacándole" en este caso un pacto fiscal al gobierno español (S,F) = (2,3).
Si así fueran los pagos de las posibles combinaciones de estrategias de E y de C , está claro que la estrategia dominante para el gobierno catalán es la opción I, la independentista. Y el asunto le saldría más que bien -o eso prevé él- pues la ordenación de estrategias se funda en la presunción de que el gobierno de España, ante una declaración de independencia, optará al final por su aceptación, pues dada la interrelación económica y cultural entre los españoles y los catalanes,el gobierno catalán estima que al "pueblo" español no le vendría bien económicamente el quedarse fuera del mercado catalán y el tener que pagar más por las exportaciones de otros países para suplir las consecuencias de una guerra económica con una Cataluña independiente.
Pues bien, caso de que esto sea cierto -que como poco es muy dudoso-, me produce una enorme perplejidad que los independentistas catalanes crean que el gobierno de España acabará achantándose, y actuará en concordancia con los intereses de su "pueblo". En mi opinión, el gobierno de España nunca podrá aceptar la independencia catalana sin luchar, cueste lo que cueste, aunque sólo sea por la pérdida de reputación que ello le supondría ante reivindicaciones similares de Galicia y el País Vasco que con seguridad surgirían una vez se conociese su debilidad frente al gobierno catalán. Además, creo que, bien llevada, el resultado de una guerra económica con Cataluña (opción G) beneficiará a lo que quedara de España más que la opción A de aquiescencia. Es decir, que si el juego se jugara tal y como preveo, los auténticos pagos del par de estrategias el par (I,A) serían (4,1) y el del par (I,G) serían (3,2), que serán el resultado del juego si este se acomoda a la perspectiva del gobierno catalán: la segunda mejor opción para el Gobierno catalán, y la segunda peor opción para el gobierno de España..
Las cosas "pintan" diferente desde la perspectiva del gobierno de España. Aquí también, sin embargo, me produce gran perplejidad la generalizada idea entre los políticos españoles de que el gobierno catalán prefiere el pacto fiscal a la independencia con guerra económica. Es decir, que el juego para los políticos españoles se describiría así
El "juego" de la independencia desde la perspectiva del gobierno español
la opción) A (4,1)
la opción I , si así lo hace, E entonces, ha de elegir entre:
la opción) G (2,2)
C elige entre:
la opción) F (3,3)
la opción S , si así lo hace, E entonces ha de elegir entre:
la opción) C (1,4)
Con arreglo a esta definición del juego, que repito creo que es como se ve desde el gobierno de España, el gobierno catalán no tendría una estrategia dominante y se daría cuenta de que si sigue por el camino independentista acabaría en (I,G) = (2,2), su segunda peor opción. Así que, "razonan" en el gobierno español, es posible forzar a C a aceptar el statu quo , o sea, a elegir la opción S si se le transmite que, caso de que no lo hagan tendrán una guerra económica en toda regla, en tanto que si se queda Cataluña en España, se cambiará la Constitución y Cataluña tendrá un estatus similar al del País Vasco.
Pero estas expectativas del gobierno de España son insostenibles, pues resulta evidente que (S,F) no es un equilibrio perfecto en subjuegos (por decirlo en términos técnicos); pues caso de que el gobierno catalán aceptara el statu quo pensando en que así lograría un pacto fiscal que sería su segunda mejor opción (S,F) = (3,3), pronto descubriría que tal esperanza no se materializaría, pues una vez que el gobierno catalán abandonase la opción independentista, al gobierno de España ya no le interesaría hacer más que concesiones mínimas por lo que la solución final no sería (S,F) sino (S,C) = (1,4). Una vez más, el gobierno catalán puede acudir al "Espanya ens enganya" por lo que, preveyendo que este sería el final caso de que transijiera, al gobierno catalán le interesa de salida optar por la independencia, a la que el gobierno español responderá con la opción G, (I,G)= (2,2). El par (I,G) es pues el equilibrio perfecto de este juego. En suma, que se mire por donde se mire, si desde el punto de vista del gobierno catalán o desde la perspectiva del gobierno de España, el resultado es independencia y guerra económica.
Cabe imaginar, y así les gusta soñar a los miembros del PSOE, de Podemos y de IU , que si se logra que el gobierno de España se comprometa irrevocablemente con no optar por C, caso de que el gobierno catalán escoja S, entonces sí que pueda alcanzarse la solución (S, F) = (3,3), es decir, la permanencia de Cataluña en España con un nuevo estatus. Ese compromiso irrevocable pasaría por una modificación de la Constitución. Sería bonito...pero lo considero improbable, pues como ya he dicho, en mi opinión es un error de salida del gobierno de España el considerar que el gobierno catalán no prefiere hoy la independencia aún con guerra económica al statu quo con pacto fiscal. Es decir, que aún con una reforma constitucional plena (es decir, aún con la eliminación de la opción C para el gobierno de España) caso de que el gobierno catalán escogiese el statu quo, el juego quedaría así:
la opción) A (4,1)
la opción I , si así lo hace, E entonces, ha de elegir entre:
la opción) G (3,2)
C elige entre:
la opción S , si así lo hace, E entonces, elige ...................................la opción) F (2,3)
Es decir, que el gobierno catalán optará siempre por la independencia (es su estrategia dominante) y el gobierno de España responderá con una guerra económica. Ese es, en suma, que el escenario más probable y en el que por tanto hay que razonar.
Una guerra económica no es como una guerra convencional. La razón básica de esta diferencia se encuentra en que, en una guerra económica, a diferencia de lo que suele suceder en una guerra "sangrienta", la estrategia de infligir costes al adversario casi no tiene cabida. En efecto, este tipo de estrategia tiene sentido en una guerra de exterminio, en una guerra donde lo que obtiene una parte está en proporción directa a lo que pierde o sufre la otra. En tal caso, los costes o destrozos que sufre una parte aparecen como beneficios para la otra. El hacer daño al otro se convierte entonces en objetivo racional en las decisiones. En términos de la Teoría de Juegos, tal situación corresponde a los denominados juegos de suma cero o, más concretamente, a los juegos de suma constante menor que cero (para reflejar el hecho de que quien gana, gana menos de lo que sufre quien pierde).
Un divorcio no debería ser un juego de suma cero (o de suma constante negativa), pero a veces lo es. Como reflejaba aquella película "La guerra de los Rose", y todos conocemos algún caso en la vida real, a veces, los divorcios se convierten en peleas de suma cero o negativa, donde por resentimiento o venganza, los "jugadores" actúan movidos no por obtener lo máximo posible en la negociación conflictiva que es un divorcio, sino por hacer daño al otro le cueste a cada parte lo que le cueste.
Por descontado, pese a algunos a quienes gustaría convertirlo en un juego de suma cero regido por la estrategia de infligir costes, el "divorcio" entre Cataluña y España sólo debiera regirse por la racionalidad, lo cual no significa que no hubiera en él algunos "frentes" o áreas de "suma cero". Un ejemplo lo sería el caso del uso de los recursos hídricos del Ebro dado que, por encima de algún límite de tipo ecológico, la cantidad de agua está siempre definida de modo que o bien se la queda Cataluña o bien se la queda "España" para rellenar los ya agotados recursos del Trasvase Tajo-Segura. Pero, fuera de casos así, .en la guerra o conflicto económico entre Cataluña y España hay simultáneamente elementos de cooperación y de conflicto, como corresponde a un juego de suma no constante. En estas áreas el objetivo, tanto del gobierno catalán como el español, será jugar sus bazas para conseguir el mejor resultado para sí al margen de cómo le vaya al otro.
No es este el lugar para desarrollar con mínima profundidad las estrategias que habrían de seguirse en una guerra económica de una "España" sin Cataluña contra Cataluña. Algunos ejes centrales para las mismas sí que pueden, sin embargo, establecerse, pues son de sentido común económico y más teniendo en cuenta que la independencia de Cataluña dejaría al resto del estado en una delicada posición económica en muchos sectores dada la diferente estructura productiva de España y Cataluña, que se traduce en que España es comercialmente deficitaria respecto a Cataluña. Ello no significa que España carecería de posibilidades de acabar ganando relativamente en esa guerra económica con una Cataluña independiente, pues, como bien saben los teóricos de la Economía del Conflicto, este es un terreno propicio a lo paradójico y donde la debilidad puede -bien jugada- convertirse en fortaleza.
Como punto de partida puede decirse que una guerra económica entre Cataluña y España se libraría en cuatro frentes fundamentales, distintos pero interrelacionados: el de los recursos, el de las comunicaciones, el comercial y el financiero, y donde el peso internacional de España como miembro de la Unión europeo y de la OTAN será determinante en la medida que logre mantener más tiempo a una Cataluña independiente fuera de esas organizaciones.
El objetivo prioritario del gobierno de España debería ser conseguir la autonomía respecto a Cataluña en las conexiones energéticas y de comunicaciones por carretera y ferrocarril con Europa (revisando en consecuencia las conexiones eléctricas y gasísticas con Francia, ahora previstas vía Cataluña, dando por demás carpetazo al corredor ferroviario mediterráneo para potenciar por contra la conexión Mediterráneo-Cantábrico vía Zaragoza, y desde allí la comunicación con Francia vía Huesca). En el terreno comercial, la estrategia del gobierno de España debería pasar por una política de sustitución de importaciones procedentes de Cataluña (usando barreras arancelarias y no arancelarias, incluyendo un sistema de visado para la población de Cataluña, y una disminución radical de los puntos de comunicación fronterizos) fomentando la producción propia y las exportaciones de los países socios de la Unión Europea, mientras Cataluña esté fuera de la misma (lo que se conviertepor tanto en objetivo diplomático básico). Finalmente, en el campo financiero, el gobierno de España debería dejar de respaldar a las empresas financieras (bancos, compañías de seguros, etc.) radicadas en Cataluña así como negociar la distribución adecuada de la deuda del Reino de España entre los dos países, Cataluña y "España". También, en este punto debe destacarse el que el modelo de la Seguridad Social es de reparto, de modo que habrán de ser los trabajadores catalanes los que paguen las pensiones de los nuevos jubilados catalanes desde el primer momento de la "desconexión" y también de los jubilados "antiguos" en proporción al número de años en que cotizaron en Cataluña.
* Véase, por ejemplo, Digby Anderson, Peter Mullen, Faking It. The sentimentalisation of modern society.. (London: Penguin, 1998)
**Véase, por ejemplo,James D. Fearon, “Rationalist Explanations for War,” International Organization 49(3) 1995,