Me da un poco de vergüenza escribir lo que voy a escribir después de la anterior entrada en este blog, pero ya se sabe cuán difícil es eso de predicar con el ejemplo. El caso es que, después de "meterme" con Enrique Gil Calvo a propósito de su analogía del sistema fimnaciero con un sistema hidrlógico no se me ha ocurrido otra cosa que descolgarme con otra, esta de mi cosecha particular, y tan disparatada como la suya. Me he puesto a escribirla y aquí va. Disculpas para quien la lea. Pero quien lo haga tenga presente la advertencia que se dijo en la entrada anterior, o sea, que que por lo general las analogías no son buenas, y esta no lo es pues no ilunina o agrega nada a lo que ya se sabe, sino que simplemente utiliza un lenguaje diferente al habitual a la hora de referirse a la economía. Así que no hay que tomarla nada en serio. No es más que un mero divertimento.
El caso es que se me ha ocurrido, a tenor de esa repetida distinción que se hace entre la economía real y la economía financiera, que esta separación es muy parecida a la separación funcional entre el cuerpo y el alma o la mente en los seres humanos, esa vieja separación que tiene su origen en la Grecia Clásica que ha informado desde entonces el "modo de ver el mundo" (la Weltasnschaung, por ponerse pedantes) propio de la Civilización Occidental . Si se usa de esta separación a la hora de referirse por analogía a la separación entre la economía real y la financiera, se tiene que, obviamente, la economía real (la que produce los bienes y servicios de consumo y de inversión en capital productivo) hace las veces de cuerpo del “ser económico” en tanto que la economía financiera haría algo así como de su mente, entendida como el conjunto de programas y funciones que regulan y dirigen el funcionamiento de la economía real(1), de modo que al igual que la mente de los seres humanos tiene o requiere de un sustrato material: el sistema nervioso, la mente económica anidaría o se encarnaría en esa maraña que es el sistema financiero cuyo núcleo central, el entramado de mercados financieros, agencias reguladoras y de calificación e instituciones financieras públicas y privadas, resulta a veces tan incomprensible como lo es todavía el cerebro humano. Obsérvese, también, el papel que juega el sistema monetario como pieza básica en la conexión entre la economía real y la financiera, un papel análogo al que juega el sistema circulatorio en el cuerpo humano. No es por cierto la primera vez que se ha planteado esta analogía entre el dinero con la sangre. Ya Schumpeter en su Historia del Análisis Económico señaló la repercusión del pionero trabajo de Harvey acerca de la circulación de la sangre en el cuerpo humano sobre el pensamiento de los pirmeros economistas en sentido auténtico, los fisiócratas franceses del siglo XVIII.
Y, dicho esto, sólo queda ponerse a "jugar" con esta nueva metáfora, a ver que da de sí, si es que da algo. De salida se puede decir que al igual que hay cuerpos viejos y jóvenes, hay asimismo economías “maduras” y “jóvenes”. Las primeras se caracterizan por su rigidez y anquilosamiento debido a tener unas estructuras productivas demasiado consolidadas y por ello difícil y costosamente alterables, así como unos mercados de bienes y factores muy regulados o intervenidos, con la consecuencia de presentar tasas de crecimiento “renqueantes” (recuérdese aquí que hace pocos años se hablaba de la “euroesclerosis” a la hora de diagnosticar los males económicos de los países centrales de la Unión Europea, que presentaban típicas economías maduras). Por el contrario, las segundas, las economías "jóvenes " no por edad sino por sus características, se definen por su flexibilidad y dinamismo. Sus estructuras productivas variables y sus mercados flexibles les permiten disfrutar de una enorme capacidad de adaptación a los vaivenes de la demanda en los mercados mundiales. No ha de entenderse que una economía joven tenga que ser obligadamente una economía “emergente”, como se conoce hoy a las economías postcoloniales que recién han salido o están saliendo del subdesarrollo, como lo muestra el ejemplo de la economía norteamericana, una economía ya vieja de edad pero juvenil aún en su estructura y comportamiento. Una economía madura puede, por otro lado, convertirse en auténticamente vieja, por problemas demográficos como se augura que puede sucederle a la economía japonesa en un futuro no demasiado lejano. De nuevo, el ejemplo de la economía norteamericana muestra como la inmigración puede ser parte de un adecuado tratamiento antienvejecimiento económico.
Y, siguiendo en la misma cuerda, como hay cuerpos masculinos y cuerpos femeninos quizás no sea exagerado señalar que también hay economías masculinas y economías femeninas. Las primeras se caracterizan por su dinamismo de tipo expansivo, el peso que en ellas tiene el sector industrial, su “agresividad” exportadora, su olvido de las cuestiones distributivas, su testosterónico apego al credo liberal clásico con su alabanza de la lucha competitiva. Por el contrario, las economías femeninas son economías centradas en el sector servicios, trasluciendo en su gobernanza un cierto componente “maternal” que las lleva a desarrollar sistemas de bienestar. No ha de pensarse que las economías femeninas son por ello menos dinámicas que las masculinas, lo son pero de otra manera, no vía la conquista o el control de los mercados ya existentes, sino por ser matrices de innovaciones que generan nuevas vidas para la actividad económica. Sin lugar a dudas una economía femenina y dinámica, como lo son las de los países del norte de Europa, es un espacio económico-social para vivir mucho más habitable que una economía “machista” y ferozmente competitiva.
Las “enfermedades” macroeconómicas o generales(2) del "cuerpo" económico pueden ser agudas (crisis y recesiones, hiperinflación), recurrentes (ciclos económicos) o crónicas (depresiones y estancamiento, inflación), pueden provenir del exterior: vía “contagio” a partir de otras economías (caso de pérdida de competitividad en los mercados internacionales o caso de ascenso de los precios de materias primas importadas básicas) o ser fruto de circunstancias internas (conflictos distributivos que generan inflación por ejemplo, problemas internos de insuficiencia de demanda efectiva ). Obsérvese que todas estas enfermedades son, por así decirlo, “físicas”, en el sentido que su causa es material, o sea, por malfuncionamiento de la economía real, de su aparato productivo o de su economía financiera (consecuencia, por ejemplo, de un sistema financiero ineficiente o poco desarrollado), pero al igual que les sucede a las personas con las enfermedades psiquiátricas, también en economía hay otro tipo de “enfermedades”, igualmente reales, pero de etiología "espiritual o mental". Se trata de laquellas crisis económicas que son el trasunto para la economía de las enfermedades psicosomáticas que aquejan a los seres humanos concretos, aquellas causadas por un funcionamiento defectuoso de su mente, no por causa físca sino psicológica.
Una de las interpretaciones más curiosas y sugerentes acerca de la psicología humana es la que se deriva de la hipótesis de los tres cerebros de Paul MacLean para quien en un cerebro humano coexisten simultáneamente, funcional y anatómicamente, tres cerebros correpondientes a tres grandes fases en el proceso evolutivo que ha dado lugar al hombre. Habría un cerebro antiguo o reptiliano encargado de la gestión de los procesos de homeostasis del organismo, gestión que se hace en esta parte del cetrebro humano de modo autónomo sin necesidad de control consciente; habría a continuación un cerebro paleomamífero, en que anidarían las funciones emocionales que regulan las relaciones con los demás y los sistemas que dirigen la reproducción sin tener en cuenta otra cosa que lo más inmediato, es lel cerebro necesario para gestinar el comportamiento de un mamífero mediante un sistema de instintos; y, finalmente, la evolución habría dotado al hombre de un tejido cerebral adicional, el neocortex, donde residen las funciones intelectuales y cognitivas superiores, el lugar donde reside la imaginación y se toman las decisiones a partir de cálculos racionales teneindo en cuenta el futuro. La interacción entre los tres cerebros da origen a un comportamiento extremadamente complejo donde juegan entrelazadamente mecanismos de los tres cerebros.No es nada extraño que los impulsos e instintos procedentes de los cerebros más antiguos choquen con la forma de ver las cosas del neocortex dando lugar a problemas de corte psicológico que se traducen en comportamientos, digamos que, inadecuados desde la perspectiva de la salud físca, mental o social de los individuos.
Pues bien, por seguir dándole gusto a la analogía, podría pensarse que también en la la gestión del comportamiento económico interviene un triple sistema "nervioso". Un primero sería un sistema automático, aquel que Adam Smith expresó con la famosa analogía de la Mano Invisble. El sistema de mercados interrelacionados, que dejado libremente permite que el organismo económico funcione aceptablemente bien sin necesidad de ningún tipo de control, haría el papel del cerebro reptiliano en el cerebro humano. Pero, está claro que, hay una serie de situaciones -los llamados fallos del mercado- que requieren de regulación consciente, de las funciones de un "neocortex" estatal (lo que no garantiza que esa tarea se lleve bien a cabo. Igual que hay seres humanoscuyo "neocortex" es bastante exiguo, por debajo de lo normal, hay estados cuya gestión económica señala un "coeficiente intelectual" rayano en la subnormalidad). El sistema financiero sería el análogo al sistema límbico en el cerebro humano. Allí se entremezclan lo instintivo con lo racional, los deseos y las realidades, y el resultado afecta a la economía real a través del sistema crediticio. Este subsistema dentro del sistema nervioso que pone en contacto todas las partes de una economía ha tenido en los últimos años un crecimiento espectacular, casi "tumoral" podría decirse, que ha dado luigar a economías enormemente sensitivas o nerviosas que las hacen propensas a padecer de algo semejante a un trastorno bipolar, o sea, a comportarse de modo maníaco-depresivo, aternándose fases alcistas o maníacas que estresan a las economías reales seguidas por fases contractivas o depresivas que la hunden en la miseria.
En efecto, al igual que es pieza central de la salud psicológica de un individuo cualquiera la propia autoestima junto con una percepción realista de las posibilidades de sí mismo, para el comportamiento saludable de una economía real es también prioritario que sus sistema nervioso o financiero permita que los agentes económicos sepan de modo realista o adecuado cuáles son sus posibilidades, es decir, cuál es el valor de los distintos tipos de activos. Ahora bien, nadie nunca lo puede saber con absoluta precisión y certeza pues, en cada momento, el valor de un activo cualquiera depende de formas complejas del valor de todos los otros con los que está relacionado, valores todos que, además, dependen de las expectativas acerca del futuro, y este por definición no se puede conocer de antemano con certeza, las expectativas acerca del mismo dependen de las estimaciones estadísticas y la intuición. Y lo que parece haber ocurrido es que el crecimiento brutal del sistema "nervioso" financiero, a la vez que ha permitido valorar con mayor generalidad posibilidades y activos, lo ha hecho de forma más -por decirlo así- "nerviosa", es decir, más sensible o susceptible a alteraciones a tenor de que, su propio brutal desarrollo, ha hecho a los valores de los distintos activos más interdependientes, y en esa medida más inseguros, pues cada vez más todo depende de todo casi instantáneamente.
Y qué sería esta crisis sino una enfermedad psicosomática generada por una crisis de confianza es decir, psicológica, en las valoraciones que ha asignado el sistema financiero generada por las dudas acerca del valor de algunas de su creaciones (los famosos "derivados" financieros) tras la caída en el valor de las famosas hipotecas subprime. Al igual que la más mínima duda acerca de sí mismo puede llevar a un enfermo bipolar a la depresión más profunda, un sistema nervioso-financiero extremadamente amplio y sensitivo o "frágil" puede convertir cualquier objetivamente "pequeño" bache en una depresión generalizada...hasta que la siguiente fase maníaca empieza a gestarse una vez que la autoconfianza empieza a restablecerse por la "confianza" que el sistema financiero deposita en un más que nuevo, novedoso, activo que esta vez sí, con seguridad, va a revolucionar el mundo económico e instaurar en él una era de crecimiento sin límites, lo que hace que todos los valores se disparan instaurando la siguiente fase maníaca o alcista (las puntocom, el mercado inmobiliario,...Hoy dan un poco de risa aquellos libros que tan alegre y confiadamente pronosticaban que por estas fechas el Dow-Jones superaría los 50.000 puntos. Recuérdese también, por ejemplo, cuánto llegó a valer el portal terra en la crisis anterior, o el caso de aquella empresa virtual de cuyo nombre no me acuerdo cuyo valor en Wall Street superó un día el valor de General Motors).
Y, entonces, ¿cuál es el papel de los economistas? Pues está claro. que poco . Como médicos hay que reconocer que no son demasiado buenos y los hay, incluso, que son factores patógenos y contribuyen a enfermar a las economías con sus diagnósticos y tratamientos. A fin de cuentas, la Economía está mucho menos avanzada que la Medicina. Ésta es, claramente, más científica y cada vez lo va siendo más, incluso en else terreno tan resbaladizo que son las enfermedades psiquiátricas. Basta con leer el propecto que acompaña a cualquier medicamentop para darse cuenta de cuánto ya saben los médicos respecto a las características de las enfermedades, sus diagnósticos, sus tratamientos, su efectividad terapeútica y sus efectos secundarios adversos. Frente a ellos, cuán poco saben los economistas. Sus discusiones internas todavía se asemejan a las discusiones entre los escolásticos médicos medievales (por ejemplo, hay veces que las disputas teóricas entre "nuevos macroeconomistas clásicos", "neoclásicos" y "neokeynesianos" reflejan una sutiliza y una inutilidad semejante a la de la Escolástica medieval). Así que, como hemos visto en esta crisis, el tratamiento terapeútico o política económica seguida ha consistido en: 1) tratamiento psicológico: "hay que devolver la confianza en los mercados", 2) vitamínico-reconstituyente: "programas generales de estímulo", y 3) (el que ya se anticipa en el futuro) purgación. Habrá que recurrir en el futuro a las tradicionales sangrías a tenor de la creación de tanta sangre-liquidez.
NOTAS
(1) El mundo de los ordenadores ha proporcionado una analogía semejante a la de cuerpo y mente, la de hardware y software, pero aquí no la sigo porque no no hay una estricta correspondencia en la medida que cada parte del hardware corporal, incluso una simple célula, tiene incorporado su propio software, su propio programa de funcionamiento.
(2) Habría también, claro está, enfermedades "microeconómicas" que afectan a partes del "cuerpo" económicos, al igual que uno puede padecer problemas de salud en zonas, aparatos u órganos determinados de su propio cuerpo.