Acceder
¿Sería acaso un despropósito aseverar que toda la Economía no es sino un comentario, larguísimo si se quiere, en torno a ese principio de que la eficiencia en la asignación de recursos exige que los precios explícitos o implícitos de cualquier bien o actividad se fijen con arreglo a su coste marginal de oportunidad? La respuesta a esta retórica pregunta es que probablemente no lo sea, que quizás sea una exageración, pero que ciertamente no es ningún despropósito, pues la idea de que la eficiencia requiere que cada bien o servicio se evalúe atendiendo a su coste de oportunidad en el margen es sin duda pieza clave esencial en el andamiaje intelectual de un economista, siendo, por otra parte, el objetivo de la enseñanza en Economía ya desde sus comienzos que el futuro economista aprenda a ser consciente de ella. Y digo esto de que "aprenda a ser consciente" de la idea de eficiencia y no, sencillamente, que "la aprenda" porque los economistas tienden a creer que el comportamiento eficiente es algo innato en el ser humano -y no sólo en él, sino en todo ser vivo como consecuencia de la lógica de la selección natural que castiga con la desaparición a los menos eficientes-; es decir, que los economistas suelen suponer en su mayoría (1) que los individuos se comportan siempre eficientemente, dada la información de que disponen y dadas las restricciones en otros recursos a las que hacen frente, aunque no sean conscientes de ello. En suma, que comportarse eficientemente sería -¿me atreveré a decirlo?- algo tan "natural" como respirar o andar, algo que se hace espontáneamente siempre que no se le preste atención. Pues, al igual que no hay mejor forma de que a uno le de una crisis de ansiedad o de que tropieze y se caiga de bruces que el ser consciente de los pasos que hay que dar para respirar o para andar, me parece a mí que cuando uno se ve obligado a prestar demasiada atención a cómo ha de comportarse para ser eficiente, las dificultades para hacerlo se multiplican increíblemente. Dicho de otra manera, que al igual que el personaje de Molière que se sorprende cuando descubre que hablaba en prosa sin saberlo, los seres humanos son eficientes sin, por lo general, saberlo; y, paradójicamente, cuando saben que lo son y han de serlo, no es nada extraño que se equivoquen y se comporten ineficientemente. ¿Es esto acaso muy poco creíble? Veamos un pequeño pero ilustrativo ejemplo. Se trata de parte de un estudio de Paul Ferraro y Laura Taylor, tal y como lo cuenta Robert H.Frank (sí, el autor del libro de texto, Microeconomía y conducta que se da en la micro de 2º curso): "En la reunión anual de 2005 de la American Economic Association, los investigadores citados les pidieron a casi 200 economistas académicos que contestasen a la siguiente cuestión: Has ganado una entrada para ir a un concierto de Eric Clapton (entrada que no se puede revender). La misma noche que actúa Clapton, también lo hace Bob Dylan, ir a Dylan es tu segunda mejor opción. Las entradas para Dylan cuestan 40€. Cualquier día, estarías dispuesto a pagar hasta 50€ por ver a Dylan. Pues bien, suponiendo que no hay ningún otro coste adicional en ir a ver a cualquiera de los músicos, la pregunta es cuál es el coste de oportunidad en ir a ver a Clapton: (a) 0€, (b) 10€, (c) 40€, o (d)50€. El coste de oportunidad de ver a Clapton es el valor total del conjunto de "cosas" que hay que sacrificar por ir a su concierto, lo que aquí equivale al valor que para tí tenga el concierto de Dylan. Ese valor es 10€, la diferencia entre los 50€ en que valoras el ver a Dylan y los 40€ que cuesta la entrada . De modo que la respuesta correcta a la cuestión planteada es 10€. Y sin embargo sólo el 21,6% de los economistas profesionales a los que se preguntó eligieron esa respuesta"(1). Aparentemente no es tan fácil ser eficiente.



Confieso que cuando leí que casi el 80% de esos tan reputados economistas que se dedican a escribir artículos que ni entiendo y que no podría siquiera entender caso de que me lo propusiera, eran sin embargo incapaces de resolver un problema de eficiencia tan elemental sentí una personal satisfacción reivindicativa inequívocamente malsana. Dejémos hoy ese camino que, a lo mejor, algún día merece la pena transitar y vayámos por otro. El que nos conduce a interpretar esos resultados como reflejo del problema de lo difícil que es ser conscientemente eficiente, un problema que afecta incluso a individuos cuya profesión es entender y prescribir las reglas formales de eficiencia cuando ellos mismos han de comportarse conscientemente de modo eficiente, como si estuviesen en un examen.

Un ejemplo de cómo las personas tienden a comportarse espontáneamente de modo eficiente lo proporciona, en mi opinión, los piratas de la Red(2), entre los que, como ya dije en otra entrada, todavía me encuentro. Y hoy agrego, en plan maximialista, que debiera encontrarse cualquier persona que fuese eficiente, o lo que es lo mismo, racional desde un punto de vista económico. Veamos. El que millones de personas que, como yo, solemos ser por lo general personas honradas, nos pongamos sin embargo bajo la bandera de la Union Jack cuando navegamos por la Red, no teniendo ningún reparo en respetar los sacrosantos derechos de propiedad intelectual que defiende la armada corsaria de la SGAE, es algo extremadamente curioso que puede deberse a múltiples causas...pero la que aquí quiero señalar es que una de ellas y no de las más baladíes, cual es que la de que somos piratas porque todavía somos eficientes en el manejo de la Red. Esa es la conclusión (negativa) que he sacado tras leer un artículo (3) de Joseph Nunes, Christopher Hsee y Elke Weber, en que se defiende una tesis radicalmente contraria. Concretamente, estos autores parten del mismo hecho que yo: el hecho de que la estructura de costes de producción de un bien o servicio está debajo de la "intención a pagar" (4) de los compradores, pero lo explican de modo distinto.

En una serie de experimentos estos investigadores han hallado un hecho que a ellos (no a mí) les ha sorprendido, y es que que los consumidores están inclinados a pagar por los bienes y servicios en función de si sus costes de producción son fundamentalmente costes fijos o si son costes variables. Más concretamente, es un hecho empírico que los consumidores se inclinan a "escaquearse" y no pagar por el uso de un biene o un servicio si su estructura de costes de producción está sesgada de modo que los costes más relevantes son los fijos en tanto los variables son de imnportancia muy reducida.


¿Quién no se ha "colado" nunca en el metro o en un tren si ha tenido la oportunidad? ¿Quién no se ha bajado nunca una canción o un video de Internet? ¿Quién, si ha podido, ha pasado sin pagar el peaje en una autopista? Todos estos casos son ejemplos cotidianos del comportamiento de los consumidores en sectores donde el peso de los costes fijos en la estructura de costes son más que determinantes.

Pues bien, la explicación que estos autores dan de estos hechos empíricos que han reproducido en distintos experimentos atiende a una "teoría de la justicia" que los consumidores tendríamos inserta en nuestros cerebros y que determinaría nuestra "inclinación a pagar" diferencialmente por los bienes en función de su estructura de costes. Esa inclinación diferencial a pagar se sustentaría en la idea de que los consumidores siempre introducen consideraciones de reciprocidad y equidad en cualquier intercambio, de modo que "la cantidad que la gente está dispuesta a pagar resulta afectada por lo que perciben como ratio de relaciones ganancia-pérdida tanto para el comprador como para el vendedor. Si los consumidores creen que están pagando menos de lo que el vendedor se ha gastado , creerán que están dañando al vendedor haciéndole incurrir en una pérdida. De esta forma, el riesgo de sufrir sentimientos de culpa o las potenciales repercusiones de no pagar a menudo compensan las otras incertidumbres asociadas con la compra". Para estos autores, "lo que la gente cree que es el precio justo de un producto depende de la estructura de costes" con arreglo a la siguiente secuencia: (a) los consumidores creen que causan menos daño si cuando se escaquean de pagar ello impide al vendedor recuperar los costes fijos que cuando el no pagar le impide cubrir los costes variables, (b) los consumidores están más dispuestos a arriesgarse a no pagar por un bien conforme menor sea el daño que con su comportamiento creen que hacen, y (c) se sienten, por consiguiente, menos obligados a pagar y son por consiguiente más dados a piratear o a escaquearse del pago de los productos con coste fijos elevados y costes variable pequeños o despreciables. Se trata sin duda de una explicacion interesante y, en principio aceptable, siendo su fundamentación una bien asentada en la Economía del Comportamiento, según la cual el problema del "escaqueo" sería un comportamiento irracional consecuencia, como sucede con otros comportamientos irracionales, de que los consumidores "contabilizan mentalmente" los resultados de su "escaqueo" de modo diferente según lo que deje el vendedor de cubrir sean costes fijos o sean costes variables. En palabras de los autores: "el coste fijo de un producto no es fácilmente atribuible por un individuo al consumo que él hace, por lo que los consumidores tienden a inclinarse a percibir las cantidades que pagan en exceso de los costes variables como una ganancia para el vendedor. Y a la inversa, los consumidores percibirían que cuando no pagan costes variables estarían infligiendo una perdida al vendedor". Ahora bien, dado que como establece la Economía del Comportamiento (la llamada "prospect theory" de D.Kahneman y A.Tversky) los individuos no evalúan igual las pérdidas que las ganancias no realizadas del mismo valor absoluto, de modo que una pérdida tiene una utilidad negativa mayor (en valor absoluto) que una ganancia no realizada que sea de la misma magnitud, se tiene en consecuencia que los consumidores perciben el daño causado a los vendedores por las pérdidas consecuencia de no pagar los costes variables como de mayor importancia y peso que las ganancias no realizadas por los vendedores cuando por el "escaqueo" de los consumidores no cubren los costes fijos.



Ahora bien, sin dejar de notar que el argumento anterior pueda ser correcto y válido, merece la pena sin embargo explorar otra interpretación de los mismos hechos más elemental, con menos necesidad de supuestos, cual es la que afirma que si los consumidores están inclinados a no pagar nada por usar de los bienes y servicios con estructuras de costes extremadamente sesgadas hacia los costes fijos no es porque sean irracionales como consecuencioa de que parcatiquen del llamado "mental accounting" por los economistas del comportamiento junto con una "teoría" acerca de la "justicia de los precios" que "ponen" los vendedores, sino por la simple y opuesta razón de que son inconscientemente eficientes, y por serlo sólo tienen en cuenta los costes adicionales o marginales asociados a su comportamiento como consumidores. Ahora bien, es un resultado de sobra conocido y elemental que en procesos productivos caracterizados por la presencia de economías de escala asociadas a fuertes inversiones en capital fijo, indivisibilidades o rendimientos crecientes a escala, los costes marginales tieneden a ser muy bajos o incluso nulos. Es decir, el incremento en los costes totales asociados al incremento del consumo en el margen es nulo o casi nulo, por lo que, consiguientemente, el precio de eficiencia debería ser cercano a cero. En suma, que por ejemplo, en lo que respecta a las descargas ilegales en la Red, dado que los costes marginales que supone el que un consumidor adicional se descargue una pelicula o un tema musical son despreciables si no nulos, lo eficiente desde el punto de vista indivifdual es no pagar ningún precio, o lo que es lo mismo, ser un pirata. La piratería en la Red es, pues, un comportamientop espontáneo o inconsciente e individualmente eficiente.

Pero, claro está, está el argumento de la eficiencia social. Si nadie paga, nada se produciría pues no se cubrirían los costes fijos. Hay pues, en estos casos, una contradicción entre la racionalidad o la eficiencia en la asignación de los recursos económicos y la rentabilidad privada cuya resolución exige que desde fuera se arbitren los mecanismos apropiados para asignar los recursos necesarios para cubrir los costes fijos, o bien que los consumidores asuman o interioricen una teoría de la justicia que reprima o modere en cierta medida su instinto por la eficiencia, haciéndoles conscientes de los efectos sobre la eficiencia social de la inconsciente persecución de la eficiencia individual. Los resultados experimentados en experimentos como los juegos de ultimátum parecen avalar esta hipótesis que considera las normas o los criterios de conducta moral no como incentivadores para el comportamiento eficiente sino, todo lo contrario, como restricciones que los agentes asumen y que restringen su instinto de eficiencia.

NOTAS
(1) Frank, R. H. "The Opportunity Cost of Economic Education" The New York Times, 1/9/2005
(2) Por piratas de la Red sólo me refiero a aquelloos que no se lucran monetariamente por sus puiraterías Es decir, sus rapiñas son para su uso personal o las de sus cercanos. Obviamente, para un economista, la distinción entre estos piratas y los que "venden" el fruto de sus capturas no está del tiodo calro en la medida que es más una distinción de grado más que una distinción cualitativa.
(3) Nunes, J., Hsee, C.; Weber, E. (2004) "Why Are People So Prone to Steal Software?The Effect of Cost Estructure on Consumer Purchase and Payment Intentions". Journal of Public Policy & Marketing, 23 (1), 43-53.
(4) Por "inclinación o intención a pagar" no hay que entender "disposición a pagar". Esta última expresa, como es de sobra conocido, la cantidad máxima que un individuo estaría dispuesto a pagar por quedarse con una determinada cesta de unidades de un bien, y equivale por tanto a lo máximo que un individuo valora una cantidad de unidades de un bien. La "inclinación a pagar", por contra, expresaría de alguna manera lo que los individuos "creen" que sería el precio justo o apropiado por un bien. un individuo eficiente, es decir, enteramente racional tendría una "intención a pagar" por las unidades de un bien que adquiere y sería exactamente el coste adicional o marginal de producirlas.
¿Te ha gustado mi artículo?
Si quieres saber más y estar al día de mis reflexiones, suscríbete a mi blog y sé el primero en recibir las nuevas publicaciones en tu correo electrónico
Accede a Rankia
¡Sé el primero en comentar!