Hace unos días, uno de los más mediáticos bufones del panorama de la farándula nacional, Pablo Motos, tuvo a bien despacharse con Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, encargado de dirigir la respuesta sanitaria a la presente epidemia, burlándose de su quebrada voz y de sus "pintas" ("parece que lleva días durmiendo en el coche"). Para Pablo Motos, la implicación de las "pintas" que llevaba Fernando Simón estaba clara: con esas "pintas" no estaba capacitado para dirigir la respuesta al coronavirus. La "mala pinta" sería, para Motos, una señal de "mala" calidad profesional.
No ha sido en esto el único, puesto que de modo nada sutil se le ha afeado al doctor Simón, desde los determinados y sobradamente conocido "ambientes" de la derecha, su "desaliño indumentario", por calificar en palabras machadianas, su claro desapego de los modos y las modas típicos del mundo político y burocráticos con el que, dado su cargo, ha de convivir. Y, ciertamente, ha sido curioso y revelador observar a este respecto esas conferencias de prensa en las que Fernando Simón aparecía con un jersey de cuello cerrado o con un cazadora de tonos claros junto al Ministro de Sanidad Salvador Illa, siempre compungido y siempre de luto riguroso. Por no recordar, en el mismo tenor, aquellas otras, en las que con parecidos atuendos indumentarios comparecía Fernando Simón con el jefe del alto Estado Mayor de la Defensa y con los directores generales de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, siempre enmedallados y de uniforme.
En defensa de Fernando Simón se ha hablado de su excelente curriculo académico y profesional. Que lo tiene, y no voy aquí a hacer referencia al mismo. Y eso sin contar con otros episodios de su biografía que, fuera de los aspectos profesionales, revelan una altísima encarnadura moral y valentía personal con comportamientos que rayan en lo auténticamente heroico (pero de "héroe" de los de verdad, de cuando esa palabra tenía un significado, o sea, antes de su moderna degradación por su aplicación inadecuada y abusiva). No puedo aquí sino referir encarecidamente al lector a este artículo de prensa https://www.laverdad.es/sociedad/fernando-simon-hombre-20200308172920-ntrc.html
Pero Pablo Motos y demás tipejos no es sólo que revelan en su burlesco comportamiento una clara bajeza moral por su incapacidad para reconocer la dignidad de otros acudiendo a su aspecto físico o indumentario, sino que revelan también su estupidez. A lo que parece, todavía no se han dado cuenta de la verdad subyacente en el refrán tan conocido de que "el hábito no hace al monje". Que no por ir correctamente disfrazado de "alto cargo" eso hace a quien lleva ese disfraz idóneo para la ejecución de las tareas que los altos cargos han de llevar adelante.
Nassim Nicholas Taleb ,el conocidísmo autor de "El cisne negro" , en su último libro Jugarse la pel. Asimetrías ocultas en la vida cotidiana, dedica un entero capítulo a tratar precisamente de la estupidez que supone el guiarse por las "pintas" a la hora de evaluar la eficiencia y capacidad de la gente. En el capítulo titulado "Los cirujanos no deberían parecerse a los cirujanos", plantea a los lectores que se pongan en la situación de que tienen que ser operados quirúrgicamente y el hospital les ofrece la posibilidad de elegir quién les hará la operación entre dos del mismo departamento. Por un lado está un cirujano que parece un cirujano de éxito, o sea, es elegante, va bien trajeado, muestra seguridad en sí mismo, es bien hablado, presume de apellidos que muestran que es el último de una saga de renombrados cirujanos; tiene además un despacho con muebles de diseño, plantas bien cuidadas y bien ordenado.
Por otro lado, hay "otro" cirujano que parece un carnicero (textualmente así lo define Taleb), gordo, con grandes manazas, su aspecto es desastrado, casi sucio, lleva, incluso, un diente de oro (sic) y su lenguaje barriobajero refleja su bajo origen social; su despacho está desordenado con libros y papeles apilados contra las paredes, y si hay alguna plantita, lleva ya muerta varios años de sed por falta de riegos y cuidados.
Pues bien, en esa tesitura está claro que Pablo Motos y sus coleguitas elegirían al primero. Juzgarían, pues, por las "pintas". Pero, como demuestra Nassim Taleb, se equivocarían de medio a medio. Una persona racional elegiría no a aquel cirujano que se parece y se comporta (fuera del quirófano) a los cirujanos de serie de televisión, sino al que por sus formas y pintas parece un "carnicero".
Y ello por una simple y sencilla razón, cual es que si con esas pintas ha logrado llegar al mismo puesto que su atildado compañero en el mismo servicio de cirugía, es decir, si ha llegado a estar en el mismo servicio y con la misma categoría que el cirujano "fetén" ,es porque no es sólo un buen cirujano sino un excelente cirujano, mucho mejor que el otro, ya que en su desempeño como cirujano habrá debido obligadamente de ser muy excepcional para superar los handicaps que con toda seguridad le habrán supuesto sus "pintas", su origen social y su aspecto para su carrera pofesional.
Por supuesto, lo normal es que un cirujano no vaya por ahí hecho un "adán" (como decía mi madre en estos casos) y que exista una correlación entre ir con una buena pinta y ser un buen profesional. Pero, como siempre, esa correlación no implica causalidad. Y el tener éxito a pesar de tener mala pinta, a pesar de no parecer como se tiene que parecer, es una información importante e incluso crucial.. Juzgar sólo por la información que trasmiten las "pintas" como señal o indicador de eficiencia es sencillamente tonto. Dicho en jerga económica, las "pintas" no son una señal eficiente de calidad por ser fácilmente copiables, imitables. Como cualquier cirujano, por muy malo que sea, puede "disfrazarse" de cirujano de éxito, el ir de cirujano de éxito no dice nada, no es una señal sino un ruido. Sólo los muy buenos cirujanos pueden permitirse el lujo de no hacerlo, el lujo de no parecerlo.
Así que Fernando Simón, que no tiene por supuesto el menor parecido con un carnicero por cierto, no sólo es que sea un profesional excepcional por su curriculo, sino que sus "pintas" reflejan que no le preocupa ni dedica tiempo y recursos a "cuidar" su aspecto (a diferencia por cierto de Pablo Motos). Y el que parezca que "duerme en el coche", si refleja algo, es que "se está dejando la piel" estos días en su esencial trabajo.
FERNANDO ESTEVE MORA