FERNANDO ESTEVE MORA
En estas fechas es costumbre rebuscar en la memoria para hacer balance del año en las cosas más variopintas. Una de ellas, es ordenar los libros leídos que más le han gustado a uno. Pues bien, uno de los que van de asuntos económicos que más me han gustado es el, a la vez, excelente y fallido libro de Matthew C. Klein y Michael Pettis "Trade Wars Are Class Wars: How Rising Inequality Distorts the Global Economy and Threatens International Peace". Ojalá lo traduzcan pronto al español, y sobre todo al alemán, y alcance amplia difusión entre las gentes importantes que en Berlin y Bruselas deciden nuestro particular futuro aquí en España. A analizarlo y a señalar porqué pese a sus muchas bondades me parece un libro fallido dedicaré esta entrada
Empezaré hablando de las relaciones económicas entre países. No es fácil explicar los movimientos económicos de un paíes con el exterior que aparecen reflejados en la Balanza de Pagos. A veces, cuando se me ha pedido dar una explicación de los mismos "de andar por casa", o sea, fuera de las aulas, lo he hecho así:
Los habitantes de un país respecto a los del "exterior", o sea, con respecto al resto de habitantes del mundo mundial, siempre están en equilibrio. O sea, siempre pagan todo lo que compran y siempre cobran todo lo que venden. Ello quiere decir que el valor de TODO lo que venden o exportan al resto del mundo más todo lo que le donan es exactamente igual a TODO , absolutamente TODO, lo que compran o importan del resto del mundo.
Ahora bien, esta forma de ver las cosas exige que en lo que los habitantes de un país venden o exportan al extranjero se incluyan no sólo los bienes (vino, jamón, drogas ilegales, etc.) y servicios (servicios de hostelería y diversión -como las corridas de toros- ,..) que venden o exportan a la gente del extranjero, sino también las ventas de activos reales ( chaletitos, apartamentos de la playa, acciones de empresas,,...) y también otras "ventas" de otros "activos" mucho más extrañas como lo son las deudas ya privadas o pública, que se venden a extranjeros.
Y es que una deuda puede considerarse como la "venta" o exportación de un activo tan real, de una "cosa" tan física como lo es un apartamento en la playa o una acción de una empresa, pues una "deuda"· existe o se plasma en algo físico, en un papel a fin de cuentas en que consta que el que lo vende o exporta, o sea, el emisor de la deuda o deudor, se compromete o se obliga a cambio de recibir un dinero hoy a devolverlo al comprador en el futuro, más los intereses pactados. Así mirado, endeudarse con alguien del extranjero es también una venta o exportación, la del "papel" en que se inscribe la deuda, ciertamente una extraña exportación, pero una exportación al fin y al cabo. En suma que, en un país, entra dinero, es decir, se importa dinero, exportando o vendiendo bienes y servicios, pero también exportando o vendiendo otras cosas, ya sean activos reales como financieros (deudas)
Adicionalmente, en un país entra (o sea, importa) también dinero de los rendimientos de las propiedades que los nacionales del país tienen en el extranjero (es decir, de la exportación del derecho a usar factores de producción nacionales por extranjeros) y de las donaciones o transferencias "a fondo perdido" que los extranjeros "altruistamente" les dan a los nacionales. Y sale o exporta dinero por los rendimientos de los activos en el país que son propiedad de extranjeros, y de las donaciones, ayudas y transferencias que los nacionales del país altruistamente hacen a los habitantes de otros.
Pero, incluso esas ayudas, donaciones o transferencias unidireccionales pueden interpretarse como exportaciones e importaciones, pues a fin de cuentas ,si los habitantes de un país deciden "dar" dinero a los de otro país, esta exportación de dinero se puede interpretar como la contrapartida a la "importación" o "compra" de un curioso "activo", un activo intangible: el "reconocimiento" de los extranjeros de nuestra bondad moral al ayudarles, y que nos hace sentirnos mejor.
Si cuando compramos un coche en el extranjero o hacemos por allí un viaje turístico nos sentimos mejor y por eso pagamos por ello, entonces ¿por qué no considerar la sensación de superioridad moral que nos hace sentirnos mejor cuando ayudamos a los extranjeros como el exacto contrapunto a las ayuda o transferencias internacionales que hacemos? Desde este punto de vista, no hay ningún altrusmo. Las transferencias que recibe un país son el "pago" por sus exportaciones de "reconocimiento de la bondad moral" del país que las hace por parte de quien las recibe. De igual manera, las donaciones que un país hace sería la forma de pagar el "reconocimiento" que recibe por su bondad y solidaridad. Ya sée que "razonar" así es forzar el significado de las cosas, pero esta extensión de las nociones de exportación e importación me sirven para el propósito que aquí persigo.
Que es mostrar cómo si toda venta de algo por parte de alguien es a la vez una compra de ese algo por otro alguien, se tiene por ello, y desde esta perspectiva, que el valor de TODO lo que un país compra o importa de otros (incluyendo "cosas" tan peculiares como las deudas que otros incurren con él así como el "reconocimiento" moral que otros le dan a cambio de sus donaciones hacia ellos) tiene que ser identicamente igual al valor de todo lo que vende o exporta a esos otros (incluyendo "cosas" tan peculiares como sus compromisos de deuda y el "reconocimiento" moral que otorga a otros a cambio de las ayudas que estos otros le prestan).Las importaciones de todo tipo siempre se pagan o adquieren con algún tipo de exportaciones de todo tipo. Siempre, por tanto, hay equilibrio en los relaciones económicas internacionales por la sencilla razón que -desde la perspectiva que aaquí se hace- todas son intercambios de mercado..
Ahora bien, si con la parte de las ventas o exportaciones totales que hace un país que se componen exclusivamente de las ventas o exportaciones de bienes y servicios (a las que denotaremos por la letra X), ese obtiene el suficiente dinero como para pagar la parte de todas todas las importaciones de bienes y servicios ( a las que denotaremos por la letra M), entonces la llamada Balanza Comercial (X -M = 0) de ese país estará en equilibrio. Si, por contra, el valor de ese tipo de exportaciones es más pequeño que el de ese tipo de importaciones, ese país tendría un déficit comercial ( X - M < 0), ELLO IMPLICA NECESARIAMENTE que ese país consigue el dinero para pagar ese déficit exportando más de lo que importa de alguna o algunas de las otras fuentes o exportaciones de las que ya se ha hablado.
En concreto, ese dinero, como ya se ha señalado, puede proceder de otros distintos tipos de exportaciones: la venta de activos físicos (tierras, casas, empresas, acciones, ...) , la venta de activos financieros (de la venta/emisión de obligaciones, o sea, endeudándose con ellos ya sea "vendiéndoles" títulos de deuda pública ya sea privada) o la venta de inmateriales (como el "reconocimiento" por la bondad de los extranjeros). Pero, la lógica del intercambio se impone: el exceso de compras de bienes y servicios se paga (o sea, el deficit comercial se paga ) con un exceso de ventas de "otras" cosas, o sea, con otras exportaciones.
Esto lo entiende la mayoría de la gente. Toda compra que hace alguien es la venta que hace otro alguien. y todo el mundo entiende, pues forma parte de su experiencia privada, que si alguien compra más de los ingresos que tiene (o sea, si está en un déficit comercial personal o particular), entonces o alguien le da dinero para financiar esas compras extra o alguien le hace un préstamo (le compra deuda) para pagar al vendedor de los bienes y servicios que compró en exceso. Lógico y natural. Y por ello todo el mundo entiende que si un país exporta bienes y servicios por un valor menor al de los bienes y servicios que importa, ese deficit tendrá que ser financiado de alguna manera, vendiendo "otras" cosas
Y esas otras maneras de financiar nuestro exceso de importaciones de bienes y servicios, repitámoslo, no pueden ser otras que los préstamos o "compras" de deuda que nos hacen nuestros proveedores del extranjero que nos "compran" deuda; el dinero que nos dan "por la cara" (o sea, por la "venta" que les hacemos de esa extraña "mercancía": nuestro reconocimiento) o el dinero que recibimos por las ventas que les hacemos de activos reales (lo que también se conoce como "inversión extranjera").
Pero en esta comprensión del proceso por parte de la gente a partir de su particular experiencia personal, se desliza una "teoría", y es que son los desequilibrios en las compras y ventas de bienes y servicios los que a la postre "mueven" o determinan los cambios o movimientos en el dinero necesario para financiarlos. Es decir, que los cambios reales anteceden de alguna manera a los intercambios de dinero, movimientos estos últimos inducidos o debidos cuyo origen o causa estaría en la necesidad de financiar el déficit que habría ocurrido en los mercados reales, en los mercados de bienes y servicios.
Y, lo mismo pasaría si el país tuviera un superávit comercial con otro, es decir si exportara más de lo que importara del mismo. En tal caso, como medio de pago de ese excedente de ventas de bienes y servicios, el país superavitario tendría que hacer alguna o algunas de las siguiente cosas: o bien conceder préstamos al país deficitario (o, lo que es lo mismo, tendría que comprarle deuda),o bien invertir en él, o bien comprarle "reconocimiento" perdonándole la deuda o dándole dinero.
Y, una cosa más, si este país puede prestarle a su deudor comercial (o si puede comprarle deudas, activos físicos o "reconocimiento") ello sólo puede ser por una sola razón: porque ha ahorrado, o sea, no ha gastado toda su renta en los bienes y servicios que ha producido, y que por ello tiene que exportar y exporta. Dicho de otra manera, los déficit comerciales de los países deficitarios respecto a los superavitarios los financian con las ventas que hacen de activos reales, deuda o reconocimiento a los países con superávit comercial , compras que estos pueden hacer porque ahorran más de lo que requiere su economía nacional, es decir, de lo que pueden prestar a sus compatriotas ya sean familias, empresas o sector público.
Esta perspectiva teórica que contempla a los desequilibrios comerciales como los últimos determinantes y causantes de los movimientos financieros que los compensan, se plasma en la diversidad de modelos o teorías que los economistas han generado para explicar los mecanismos a través de los cuales se produce el ajuste.
Hay teorías neoclásicas, que defienden que lo mejor para que se restaure el equilibrio en la balanza comercial es un régimen de libre cambio con perfecta movilidad de capitales entre estados y flexibilidad perfecta de los tipos de cambio entre las distintas monedas. Hay, por contra, otras que desde un punto de vista algo keynesiano, señalan la necesidad de intervenir en los mercados de bienes o de divisas para generar ese equilibrio entre las exportaciones e importaciones de bienes que sin esa política no se produce automáticamente. Pero, en general, siempre en todas esas aproximaciones convencionales al problema de los desequilibrios externos se pone el acento, se acentúa, la prioridad, en los mecanismos que se dirigen a restaurar o facilitar el equilibrio en los mercados de bienes y servicios lo que ciertamente exige y conlleva el equilibrio en los otros "mercados" (los de deuda, de activos reales o de "reconocimiento"), pero la responsabilidad del ajuste estaría en los mercados de bienes y servicios.
Pues bien, este punto de vista, que quizás podría tener sentido en los primeros dos tercios del siglo XX, lo fue perdiendo en el último tercio de ese siglo y ahora, en estas primeras décadas del siglo XXI, ya es un completo sinsentido, Y es que, si bien la globalización ha hecho crecer los intercambios mundiales de bienes y servicios, ese crecimiento no ha sido nada comparado con la explosión en el tamaño de los mercados internacionales de capital y de deuda. Dicho de otra manera, y como ya Keynes había anticipado, la consecuencia de esa desproporción es que lo que pasa en esos mercados financieros donde se exportan e importan activos y reconocimiento es el factor dominante en los ajustes en las relaciones económicas internacionales. Son los desequilibrios en esos mercados financieros los que causan o arrastran " tras" ellos al desequilibrio a los mercados de bienes y servicios, es decir, son los desequilibrios en las exportaciones de capitales y deudas los que llevan al desequilibrio de las balanzas comerciales. Y no a la inversa, como el sentido común de las gentes basado en sus experiencias personales, mantiene. Es la posición que adoptan Michael Pettis y Matthew C.Klein en su libro.
No es una posición fácil de entender, pues a menos que uno lo medite un par de veces,. parecería que va contra el sentido común. ¿Cómo la venta de un apartamento en la costa por parte de un ciudadano español a una ahorrativa pareja alemana va a implicar un deterioro por pequeño que sea en la Balanza Comercial de la economía española? ¿Cómo la entrada de dinero por la venta del apartamento provoca una salida de dinero de la misma cuantía en forma de deterioro de la Balanza Comercial? ¿Está el que ocurra eso obligado?
No, no tendría ese efecto si ese ciudadano español utilizase el dinero obtenido en la venta del apartamento para comprase otro en Belin, por ejemplo; o lo "invirtiese" en bonos alemanes o en acciones de la BMW, o también si se lo regalara a una ONG alemana. Pero si ese dinero lo usa para hacerse un viaje turístico a Paris en vez de a Bollullos del Condado provincia de Huelva, como hacía siempre, o para comprarse un BMW, entonces la balanza comercial española, la diferencia entre las exportaciones españolas y las importaciones aumentaría, de modo que si por poner un ejemplo, partiéramos en ella de una situación de equilibrio, acabaríamos en una de déficit.
Y no acaba ahí la cosa, pues si nada más absolutamente nada más cambiase en el resto de la economía española, el resultado de esa entrada de dinero alemán sería más desempleo. Veamos: antes nuestro compatriota se iba de vacaciones a Bollullos del Condado y allí gastaba en bares y hoteles y diversiones, lo que contribuía siquiera un poquito al empleo allí, pero si ahora cambia y se va a París, el empleo que sus gastos ayudaban a mantener sencillamente desaparece, lo genera en "París de la france". ¡Vaya por Dios! Con su venta del apartamento playero la que ha liado nuestro compatriota: no sólo ha hecho disminuir el patrimonio común de los ciudadanos españoles (que ahora tienen colectivamente un apartamento menos) sino que, seguro que sin querer, ha generado más desempleo aquí, en España, y más empleo fuera.
Pero, ¿y si una vez que se le explica esto decide, quizás por patriotismo económico, seguir yéndose de vacaciones a Bollullos y ahora que puede se gasta más allí? Es decir, ¿qué pasa si se gasta el dinero de la venta de su apartamento sólo en productos nacionales? Pues bien, en este caso, no se crea más desempleo, sino todo lo contrario, por lo que el efecto de la venta es sólo el deterioro de la balanza comercial asociado a esa entrada de dinero "alemán" pues aunque nuestro ciudadano decidiera no gastar nada de ese dinero en bienes importados, sí lo hace de forma indirecta pues para hacer los bienes nacionales se usan materias primas y otros factores de producción procedentes del exterior. O sea, que la balanza comercial inevitablemente se deteriora.
Importa, pues, y muy mucho en qué los ciudadanos de un país gastan los flujos de dinero que proceden del exterior como pago a las ventas de activos reales y financieros ásí como del "bien" reconocimiento moral que hacen a los extranjeros. No es lo mismo gastarlo en importaciones de bienes y servicios que gastarlo en bienes de consumo nacionales o en bienes de inversión o en infraestructuras. Aunque, en cualquier caso, la balanza comercial se deteriora inevitablemente.
Pero, ¿cuál ha sido el origen de todo? Pues sencillamente que la familia alemana ha decidido "inverti" sus ahorros en el apartamentito de marras en la playa. O sea, ha gastado menos de lo que sus ingresos le permitían gastar. El origen del desequilibrio en la balanza comercial está, pues, en el aumento del ahorro alemán.
En nuestro ejemplo, el deterioro de la Balanza Comercial es mínimo, pero en la realidad puede ser enorme. Así, por ejemplo, en la primera década de este siglo, el déficit comercial español creció de modo brutal hasta llegar a una cifra en torno al 10% del PIB. ¿Qué lo causó? La falaz explicación "alemana" es que nuestro país, como otros de su calaña (los PIGS), era un país de manirrotos que gastaba por encima de sus posibilidades. O sea, que el mismo laborioso e industrioso pueblo español que llevaba décadas trabajando por todas partes, incluyendo en Alemania, como "chinos" y ahorrando cuanto podía se había vuelto de repente "fiestero" y derrochador, como si, queriendo hacer verdad el dicho ése de que la realidad imita al "arte", hubiese decidido parecerse a la imagen que de él ofrecen los directores de todas esas delirantes películas que reflejan cómo se imagina que vivimos aquí y a qué nos dedicamos (parece que todos toreros, flamencos, camareros, guardias civiles o curas y monjas).
Esta - no sé cómo calificarla- "explicación" fue comprada también por algunos pretendidos economistas de derechas que, habiendo obtenido sus títulos por quién sabe qué medios, no han entendido que fue la entrada masiva de ahorro del "norte" de Europa, una vez que la entrada de España en el euro eliminaba el riesgo de asociado antes a la depreciación/ devaluación de la peseta favorecía la compra de activos españoles de todo tipo (acciones, bonos, deuda pública, apartamentos, etc.), la que causó ese espectacular déficit comercial. También contribuyó a esta entrada de dinero del exterior las ayudas procedentes de fondos comunitarios, o sea, la "compra" por los del norte de Europa de "nuestro" reconocimiento y gratitud por su bondad infinita. El resultado es de sobra conocido, un crecimiento del déficit comercial aterrador, cuya exigencia de corrección en mitad de una crisis mundial exigió lo que exigió: las políticas de austeridad y contracción económica. O sea, la crisis. No, repito, no fue el despilfarro español quien está en el origen del problema sino la ratería o tacañería de "los del norte" que colectivamente ahorran mucho porque gastan menos en consumo, inversión e importaciones de lo que les permite su renta.
Se me dirá que los "culpables" últimos de esa inundación de ahorro que llegó a nuestro país tras la entrada del euro, como si todos los del norte se hubiesen lanzado a comprarse apartamentos en las playas españolas, fueron los propios españoles que no utilizaron "bien" esos ahorros prestados. Es decir, que los gastaron en financiar la compra de sus propias viviendas y generaron así una "burbuja inmobiliaria" paralelamente a su déficit comercial. La respuesta a esta forma más sutil de seguir echando las culpas a los ciudadanos españoles por lo que luego les aconteció, es muy simple: tras década y media de pertenencia a la Comunidad Europea, con las consiguientes "reestructuraciones industriales" que dejaron el "tejido industrial español" construido tan laboriosa y duramente durante la dictadura estaba hecho unos auténticos "zorros", sencillamente la industria española no podía resisiir la competencia de industrias más asentadas como las de los países del norte de Europa que disfrutaban de unas myores economías de escala. Ello se traducía en que la avalancha de ahorro que llegó a principios del siglo XXI no tenía donde colocarse productivamente, o sea, sectores donde instalarse que resistiesen la competencia exterior salvo la industria de la construcción. Y el resultado fue el que cabía esperar por cualquier economista que tuviese dos dedos de frente y una mínima formación distinta la neoclásica, o sea, cualquiera que no estuviese en el Banco de España o en el Ministerio de Economía: la burbuja y la crisis.
Y lo que pasó entonces hay que tenerlo muy presente ahora que para combatir la pandemia van a llegar a nuestro país 140.000 millones de euros, la mitad en préstamos (o sea, exportaciones o compras de nuestra deuda) y la mitad "a fondo perdido" (o sea, como fruto de la "compra" de nuestro reconocimiento por su solidaridad con el desastre que hemos sufrido por la pandemia). Es decir, hay que tener cuidado pues esa "entrada" (importación) de euros "generará" la correspondiente "salida" (exportación) de euros, y la forma en que ello ocurra puede acabar generando otra suerte de "burbuja" y otra masacre económica, si no se usa correctamente. A ver si esta vez, que esta entrada de dinero va a estar controlada por las administraciones públicas, no sucede lo mismo que hace década y media cuando fue el sector bancario quien controló el proceso, si bien casos como el -digamos que- delirante hospital para pandemias (el "Zendal") que ha construido la Comunidad de Madrid a las órdenes de la simpar señora Ayuso, hace ndudar de que las cosas no sean diferentes.
Es este tipo de situaciones las que están en el origen de los problemas de la economía mundial para Mattew C.Klein y Michael Pettis. Si hay países que ahorran, otros han de desahorrar por necesidad lógica. Si hay países que tienen superávit de balanza comercial o por cuenta corriente, otros han de tener obligadamente déficit en esas mismas balanzas, pues una cosa y la otra son caras de la misma moneda. No es posible lógica y económicamente que todos los países a la vez tengan balanzas comerciales favorables o superavitarias. Pero uno a uno, a todos les interesa tenerlas. A los que ya las tienen les interesa el conservar esa posición de prestamistas de otros, y a los que no, y por ello son deudores o prestatarios, les interesa y tratan de dejar de serlo. Y al comportarse así, descoordinadamente, y como ya predijera Keynes, lleva a todos al maramo económico.
Y es que la corrección de los déficit comerciales por parte de los países deficitarios requiere o bien de una contracción económica, desempleo y caídas en sus niveles de producción que hagan disminuir sus importaciones, o bien de un aumento en las exportaciones, vía mejoras en la productividad y precios más bajos. En cualquier caso, ello se traduce en guerras comerciales. La lucha de todos los países por aumentar sus propias exportaciones y disminuir sus importaciones es lógicamente un imposible pues las exportaciones de uno son importaciones para otros. La consecuencia de esa política para compensar el "exceso" de ahorro de algunos no es otra que la deflación a nivel mundial.
La pregunta pasa a ser, entonces, la de que a qué se debe ese exceso de ahorro de algunos países que se traduce en balanzas comerciales superavitarias. Y para contestar esta pregunta Pettis y Klein acuden a la obra de un analista económico inglés despreciado por la academia de economistas de su tiempo, primeros del siglo XX, John A. Hobson. Hobson, que no sólo defendió avant la lêttre el estado del bienestar y las políticas industriales (frente a los economistas académicos de la época, que lo ignoraron), elaboró una teoría explicativa del imperialismo en su epoca que influyó notablemente en las que elaboran posteriormente autores como Rosa Luxemburgo, Vladimir Lenin y J.A. Schumpeter. Y esa influencia, reconocidamente, la aceptan también hoy Pettis y Klein que estiman que su teoría se adecua perfectamente a lo que está pasando en estas últimas décadas.
La teoría de Hobson explica el imperialismo como resultado de la lucha de diferentes países por conquistar mercados fuera de sus fronteras para sus exportaciones. La constitución de un imperio, el tener colonias, permite a los países que lo consiguen quedar al margen de las guerras comerciales por conseguir mercados. Sencillamente, la potencia imperial puede restringir o impedir el acceso a los mercados que están en sus colonias al resto de países , reservándolos pues para sus exportadores. La solución imperialista de los conflictos comerciales pasaba entonces a una dimensión distinta, una dimensión ominosa, pues la si cada país buscaba crearse su propio imperio, los conflictos o guerras comerciales devenían inevitablemente en guerras imperialistas, en guerras militares, conforme los distintos países trataran de repartirse el mundo para tener cada uno cuántas más colonias mejor.
Pero, y al igual que Pettis y Klein, se pregunta Hobson yendo la origen, ¿a qué viene esa necesidad de exportar bienes y servicios en exceso de las importaciones que está en el origen de todos los problemas? ¿a qué se debe el exceso de ahorro que es la otra cara de la moneda de una balanza comercial superavitaria?. Y la respuesta de Hobson, que hoy hacen suya Pettis y Klein, está en la desigual distribución de la renta, es decir, las balanzas comerciales superavitarias de los paíese que las tienen son la consecuencia de la derrota de las clases trabajadoras en la lucha que sostienen contra las clases ricas y propietarias a la hora de repartirse la renta, la "tarta" o "pastel" del PIB. Traduzco la cita de Hobson que encabeza el libro de Pettis y Klein que explica en pocas palabras su argumento:
En estas fechas es costumbre rebuscar en la memoria para hacer balance del año en las cosas más variopintas. Una de ellas, es ordenar los libros leídos que más le han gustado a uno. Pues bien, uno de los que van de asuntos económicos que más me han gustado es el, a la vez, excelente y fallido libro de Matthew C. Klein y Michael Pettis "Trade Wars Are Class Wars: How Rising Inequality Distorts the Global Economy and Threatens International Peace". Ojalá lo traduzcan pronto al español, y sobre todo al alemán, y alcance amplia difusión entre las gentes importantes que en Berlin y Bruselas deciden nuestro particular futuro aquí en España. A analizarlo y a señalar porqué pese a sus muchas bondades me parece un libro fallido dedicaré esta entrada
Empezaré hablando de las relaciones económicas entre países. No es fácil explicar los movimientos económicos de un paíes con el exterior que aparecen reflejados en la Balanza de Pagos. A veces, cuando se me ha pedido dar una explicación de los mismos "de andar por casa", o sea, fuera de las aulas, lo he hecho así:
Los habitantes de un país respecto a los del "exterior", o sea, con respecto al resto de habitantes del mundo mundial, siempre están en equilibrio. O sea, siempre pagan todo lo que compran y siempre cobran todo lo que venden. Ello quiere decir que el valor de TODO lo que venden o exportan al resto del mundo más todo lo que le donan es exactamente igual a TODO , absolutamente TODO, lo que compran o importan del resto del mundo.
Ahora bien, esta forma de ver las cosas exige que en lo que los habitantes de un país venden o exportan al extranjero se incluyan no sólo los bienes (vino, jamón, drogas ilegales, etc.) y servicios (servicios de hostelería y diversión -como las corridas de toros- ,..) que venden o exportan a la gente del extranjero, sino también las ventas de activos reales ( chaletitos, apartamentos de la playa, acciones de empresas,,...) y también otras "ventas" de otros "activos" mucho más extrañas como lo son las deudas ya privadas o pública, que se venden a extranjeros.
Y es que una deuda puede considerarse como la "venta" o exportación de un activo tan real, de una "cosa" tan física como lo es un apartamento en la playa o una acción de una empresa, pues una "deuda"· existe o se plasma en algo físico, en un papel a fin de cuentas en que consta que el que lo vende o exporta, o sea, el emisor de la deuda o deudor, se compromete o se obliga a cambio de recibir un dinero hoy a devolverlo al comprador en el futuro, más los intereses pactados. Así mirado, endeudarse con alguien del extranjero es también una venta o exportación, la del "papel" en que se inscribe la deuda, ciertamente una extraña exportación, pero una exportación al fin y al cabo. En suma que, en un país, entra dinero, es decir, se importa dinero, exportando o vendiendo bienes y servicios, pero también exportando o vendiendo otras cosas, ya sean activos reales como financieros (deudas)
Adicionalmente, en un país entra (o sea, importa) también dinero de los rendimientos de las propiedades que los nacionales del país tienen en el extranjero (es decir, de la exportación del derecho a usar factores de producción nacionales por extranjeros) y de las donaciones o transferencias "a fondo perdido" que los extranjeros "altruistamente" les dan a los nacionales. Y sale o exporta dinero por los rendimientos de los activos en el país que son propiedad de extranjeros, y de las donaciones, ayudas y transferencias que los nacionales del país altruistamente hacen a los habitantes de otros.
Pero, incluso esas ayudas, donaciones o transferencias unidireccionales pueden interpretarse como exportaciones e importaciones, pues a fin de cuentas ,si los habitantes de un país deciden "dar" dinero a los de otro país, esta exportación de dinero se puede interpretar como la contrapartida a la "importación" o "compra" de un curioso "activo", un activo intangible: el "reconocimiento" de los extranjeros de nuestra bondad moral al ayudarles, y que nos hace sentirnos mejor.
Si cuando compramos un coche en el extranjero o hacemos por allí un viaje turístico nos sentimos mejor y por eso pagamos por ello, entonces ¿por qué no considerar la sensación de superioridad moral que nos hace sentirnos mejor cuando ayudamos a los extranjeros como el exacto contrapunto a las ayuda o transferencias internacionales que hacemos? Desde este punto de vista, no hay ningún altrusmo. Las transferencias que recibe un país son el "pago" por sus exportaciones de "reconocimiento de la bondad moral" del país que las hace por parte de quien las recibe. De igual manera, las donaciones que un país hace sería la forma de pagar el "reconocimiento" que recibe por su bondad y solidaridad. Ya sée que "razonar" así es forzar el significado de las cosas, pero esta extensión de las nociones de exportación e importación me sirven para el propósito que aquí persigo.
Que es mostrar cómo si toda venta de algo por parte de alguien es a la vez una compra de ese algo por otro alguien, se tiene por ello, y desde esta perspectiva, que el valor de TODO lo que un país compra o importa de otros (incluyendo "cosas" tan peculiares como las deudas que otros incurren con él así como el "reconocimiento" moral que otros le dan a cambio de sus donaciones hacia ellos) tiene que ser identicamente igual al valor de todo lo que vende o exporta a esos otros (incluyendo "cosas" tan peculiares como sus compromisos de deuda y el "reconocimiento" moral que otorga a otros a cambio de las ayudas que estos otros le prestan).Las importaciones de todo tipo siempre se pagan o adquieren con algún tipo de exportaciones de todo tipo. Siempre, por tanto, hay equilibrio en los relaciones económicas internacionales por la sencilla razón que -desde la perspectiva que aaquí se hace- todas son intercambios de mercado..
Ahora bien, si con la parte de las ventas o exportaciones totales que hace un país que se componen exclusivamente de las ventas o exportaciones de bienes y servicios (a las que denotaremos por la letra X), ese obtiene el suficiente dinero como para pagar la parte de todas todas las importaciones de bienes y servicios ( a las que denotaremos por la letra M), entonces la llamada Balanza Comercial (X -M = 0) de ese país estará en equilibrio. Si, por contra, el valor de ese tipo de exportaciones es más pequeño que el de ese tipo de importaciones, ese país tendría un déficit comercial ( X - M < 0), ELLO IMPLICA NECESARIAMENTE que ese país consigue el dinero para pagar ese déficit exportando más de lo que importa de alguna o algunas de las otras fuentes o exportaciones de las que ya se ha hablado.
En concreto, ese dinero, como ya se ha señalado, puede proceder de otros distintos tipos de exportaciones: la venta de activos físicos (tierras, casas, empresas, acciones, ...) , la venta de activos financieros (de la venta/emisión de obligaciones, o sea, endeudándose con ellos ya sea "vendiéndoles" títulos de deuda pública ya sea privada) o la venta de inmateriales (como el "reconocimiento" por la bondad de los extranjeros). Pero, la lógica del intercambio se impone: el exceso de compras de bienes y servicios se paga (o sea, el deficit comercial se paga ) con un exceso de ventas de "otras" cosas, o sea, con otras exportaciones.
Esto lo entiende la mayoría de la gente. Toda compra que hace alguien es la venta que hace otro alguien. y todo el mundo entiende, pues forma parte de su experiencia privada, que si alguien compra más de los ingresos que tiene (o sea, si está en un déficit comercial personal o particular), entonces o alguien le da dinero para financiar esas compras extra o alguien le hace un préstamo (le compra deuda) para pagar al vendedor de los bienes y servicios que compró en exceso. Lógico y natural. Y por ello todo el mundo entiende que si un país exporta bienes y servicios por un valor menor al de los bienes y servicios que importa, ese deficit tendrá que ser financiado de alguna manera, vendiendo "otras" cosas
Y esas otras maneras de financiar nuestro exceso de importaciones de bienes y servicios, repitámoslo, no pueden ser otras que los préstamos o "compras" de deuda que nos hacen nuestros proveedores del extranjero que nos "compran" deuda; el dinero que nos dan "por la cara" (o sea, por la "venta" que les hacemos de esa extraña "mercancía": nuestro reconocimiento) o el dinero que recibimos por las ventas que les hacemos de activos reales (lo que también se conoce como "inversión extranjera").
Pero en esta comprensión del proceso por parte de la gente a partir de su particular experiencia personal, se desliza una "teoría", y es que son los desequilibrios en las compras y ventas de bienes y servicios los que a la postre "mueven" o determinan los cambios o movimientos en el dinero necesario para financiarlos. Es decir, que los cambios reales anteceden de alguna manera a los intercambios de dinero, movimientos estos últimos inducidos o debidos cuyo origen o causa estaría en la necesidad de financiar el déficit que habría ocurrido en los mercados reales, en los mercados de bienes y servicios.
Y, lo mismo pasaría si el país tuviera un superávit comercial con otro, es decir si exportara más de lo que importara del mismo. En tal caso, como medio de pago de ese excedente de ventas de bienes y servicios, el país superavitario tendría que hacer alguna o algunas de las siguiente cosas: o bien conceder préstamos al país deficitario (o, lo que es lo mismo, tendría que comprarle deuda),o bien invertir en él, o bien comprarle "reconocimiento" perdonándole la deuda o dándole dinero.
Y, una cosa más, si este país puede prestarle a su deudor comercial (o si puede comprarle deudas, activos físicos o "reconocimiento") ello sólo puede ser por una sola razón: porque ha ahorrado, o sea, no ha gastado toda su renta en los bienes y servicios que ha producido, y que por ello tiene que exportar y exporta. Dicho de otra manera, los déficit comerciales de los países deficitarios respecto a los superavitarios los financian con las ventas que hacen de activos reales, deuda o reconocimiento a los países con superávit comercial , compras que estos pueden hacer porque ahorran más de lo que requiere su economía nacional, es decir, de lo que pueden prestar a sus compatriotas ya sean familias, empresas o sector público.
Esta perspectiva teórica que contempla a los desequilibrios comerciales como los últimos determinantes y causantes de los movimientos financieros que los compensan, se plasma en la diversidad de modelos o teorías que los economistas han generado para explicar los mecanismos a través de los cuales se produce el ajuste.
Hay teorías neoclásicas, que defienden que lo mejor para que se restaure el equilibrio en la balanza comercial es un régimen de libre cambio con perfecta movilidad de capitales entre estados y flexibilidad perfecta de los tipos de cambio entre las distintas monedas. Hay, por contra, otras que desde un punto de vista algo keynesiano, señalan la necesidad de intervenir en los mercados de bienes o de divisas para generar ese equilibrio entre las exportaciones e importaciones de bienes que sin esa política no se produce automáticamente. Pero, en general, siempre en todas esas aproximaciones convencionales al problema de los desequilibrios externos se pone el acento, se acentúa, la prioridad, en los mecanismos que se dirigen a restaurar o facilitar el equilibrio en los mercados de bienes y servicios lo que ciertamente exige y conlleva el equilibrio en los otros "mercados" (los de deuda, de activos reales o de "reconocimiento"), pero la responsabilidad del ajuste estaría en los mercados de bienes y servicios.
Pues bien, este punto de vista, que quizás podría tener sentido en los primeros dos tercios del siglo XX, lo fue perdiendo en el último tercio de ese siglo y ahora, en estas primeras décadas del siglo XXI, ya es un completo sinsentido, Y es que, si bien la globalización ha hecho crecer los intercambios mundiales de bienes y servicios, ese crecimiento no ha sido nada comparado con la explosión en el tamaño de los mercados internacionales de capital y de deuda. Dicho de otra manera, y como ya Keynes había anticipado, la consecuencia de esa desproporción es que lo que pasa en esos mercados financieros donde se exportan e importan activos y reconocimiento es el factor dominante en los ajustes en las relaciones económicas internacionales. Son los desequilibrios en esos mercados financieros los que causan o arrastran " tras" ellos al desequilibrio a los mercados de bienes y servicios, es decir, son los desequilibrios en las exportaciones de capitales y deudas los que llevan al desequilibrio de las balanzas comerciales. Y no a la inversa, como el sentido común de las gentes basado en sus experiencias personales, mantiene. Es la posición que adoptan Michael Pettis y Matthew C.Klein en su libro.
No es una posición fácil de entender, pues a menos que uno lo medite un par de veces,. parecería que va contra el sentido común. ¿Cómo la venta de un apartamento en la costa por parte de un ciudadano español a una ahorrativa pareja alemana va a implicar un deterioro por pequeño que sea en la Balanza Comercial de la economía española? ¿Cómo la entrada de dinero por la venta del apartamento provoca una salida de dinero de la misma cuantía en forma de deterioro de la Balanza Comercial? ¿Está el que ocurra eso obligado?
No, no tendría ese efecto si ese ciudadano español utilizase el dinero obtenido en la venta del apartamento para comprase otro en Belin, por ejemplo; o lo "invirtiese" en bonos alemanes o en acciones de la BMW, o también si se lo regalara a una ONG alemana. Pero si ese dinero lo usa para hacerse un viaje turístico a Paris en vez de a Bollullos del Condado provincia de Huelva, como hacía siempre, o para comprarse un BMW, entonces la balanza comercial española, la diferencia entre las exportaciones españolas y las importaciones aumentaría, de modo que si por poner un ejemplo, partiéramos en ella de una situación de equilibrio, acabaríamos en una de déficit.
Y no acaba ahí la cosa, pues si nada más absolutamente nada más cambiase en el resto de la economía española, el resultado de esa entrada de dinero alemán sería más desempleo. Veamos: antes nuestro compatriota se iba de vacaciones a Bollullos del Condado y allí gastaba en bares y hoteles y diversiones, lo que contribuía siquiera un poquito al empleo allí, pero si ahora cambia y se va a París, el empleo que sus gastos ayudaban a mantener sencillamente desaparece, lo genera en "París de la france". ¡Vaya por Dios! Con su venta del apartamento playero la que ha liado nuestro compatriota: no sólo ha hecho disminuir el patrimonio común de los ciudadanos españoles (que ahora tienen colectivamente un apartamento menos) sino que, seguro que sin querer, ha generado más desempleo aquí, en España, y más empleo fuera.
Pero, ¿y si una vez que se le explica esto decide, quizás por patriotismo económico, seguir yéndose de vacaciones a Bollullos y ahora que puede se gasta más allí? Es decir, ¿qué pasa si se gasta el dinero de la venta de su apartamento sólo en productos nacionales? Pues bien, en este caso, no se crea más desempleo, sino todo lo contrario, por lo que el efecto de la venta es sólo el deterioro de la balanza comercial asociado a esa entrada de dinero "alemán" pues aunque nuestro ciudadano decidiera no gastar nada de ese dinero en bienes importados, sí lo hace de forma indirecta pues para hacer los bienes nacionales se usan materias primas y otros factores de producción procedentes del exterior. O sea, que la balanza comercial inevitablemente se deteriora.
Importa, pues, y muy mucho en qué los ciudadanos de un país gastan los flujos de dinero que proceden del exterior como pago a las ventas de activos reales y financieros ásí como del "bien" reconocimiento moral que hacen a los extranjeros. No es lo mismo gastarlo en importaciones de bienes y servicios que gastarlo en bienes de consumo nacionales o en bienes de inversión o en infraestructuras. Aunque, en cualquier caso, la balanza comercial se deteriora inevitablemente.
Pero, ¿cuál ha sido el origen de todo? Pues sencillamente que la familia alemana ha decidido "inverti" sus ahorros en el apartamentito de marras en la playa. O sea, ha gastado menos de lo que sus ingresos le permitían gastar. El origen del desequilibrio en la balanza comercial está, pues, en el aumento del ahorro alemán.
En nuestro ejemplo, el deterioro de la Balanza Comercial es mínimo, pero en la realidad puede ser enorme. Así, por ejemplo, en la primera década de este siglo, el déficit comercial español creció de modo brutal hasta llegar a una cifra en torno al 10% del PIB. ¿Qué lo causó? La falaz explicación "alemana" es que nuestro país, como otros de su calaña (los PIGS), era un país de manirrotos que gastaba por encima de sus posibilidades. O sea, que el mismo laborioso e industrioso pueblo español que llevaba décadas trabajando por todas partes, incluyendo en Alemania, como "chinos" y ahorrando cuanto podía se había vuelto de repente "fiestero" y derrochador, como si, queriendo hacer verdad el dicho ése de que la realidad imita al "arte", hubiese decidido parecerse a la imagen que de él ofrecen los directores de todas esas delirantes películas que reflejan cómo se imagina que vivimos aquí y a qué nos dedicamos (parece que todos toreros, flamencos, camareros, guardias civiles o curas y monjas).
Esta - no sé cómo calificarla- "explicación" fue comprada también por algunos pretendidos economistas de derechas que, habiendo obtenido sus títulos por quién sabe qué medios, no han entendido que fue la entrada masiva de ahorro del "norte" de Europa, una vez que la entrada de España en el euro eliminaba el riesgo de asociado antes a la depreciación/ devaluación de la peseta favorecía la compra de activos españoles de todo tipo (acciones, bonos, deuda pública, apartamentos, etc.), la que causó ese espectacular déficit comercial. También contribuyó a esta entrada de dinero del exterior las ayudas procedentes de fondos comunitarios, o sea, la "compra" por los del norte de Europa de "nuestro" reconocimiento y gratitud por su bondad infinita. El resultado es de sobra conocido, un crecimiento del déficit comercial aterrador, cuya exigencia de corrección en mitad de una crisis mundial exigió lo que exigió: las políticas de austeridad y contracción económica. O sea, la crisis. No, repito, no fue el despilfarro español quien está en el origen del problema sino la ratería o tacañería de "los del norte" que colectivamente ahorran mucho porque gastan menos en consumo, inversión e importaciones de lo que les permite su renta.
Se me dirá que los "culpables" últimos de esa inundación de ahorro que llegó a nuestro país tras la entrada del euro, como si todos los del norte se hubiesen lanzado a comprarse apartamentos en las playas españolas, fueron los propios españoles que no utilizaron "bien" esos ahorros prestados. Es decir, que los gastaron en financiar la compra de sus propias viviendas y generaron así una "burbuja inmobiliaria" paralelamente a su déficit comercial. La respuesta a esta forma más sutil de seguir echando las culpas a los ciudadanos españoles por lo que luego les aconteció, es muy simple: tras década y media de pertenencia a la Comunidad Europea, con las consiguientes "reestructuraciones industriales" que dejaron el "tejido industrial español" construido tan laboriosa y duramente durante la dictadura estaba hecho unos auténticos "zorros", sencillamente la industria española no podía resisiir la competencia de industrias más asentadas como las de los países del norte de Europa que disfrutaban de unas myores economías de escala. Ello se traducía en que la avalancha de ahorro que llegó a principios del siglo XXI no tenía donde colocarse productivamente, o sea, sectores donde instalarse que resistiesen la competencia exterior salvo la industria de la construcción. Y el resultado fue el que cabía esperar por cualquier economista que tuviese dos dedos de frente y una mínima formación distinta la neoclásica, o sea, cualquiera que no estuviese en el Banco de España o en el Ministerio de Economía: la burbuja y la crisis.
Y lo que pasó entonces hay que tenerlo muy presente ahora que para combatir la pandemia van a llegar a nuestro país 140.000 millones de euros, la mitad en préstamos (o sea, exportaciones o compras de nuestra deuda) y la mitad "a fondo perdido" (o sea, como fruto de la "compra" de nuestro reconocimiento por su solidaridad con el desastre que hemos sufrido por la pandemia). Es decir, hay que tener cuidado pues esa "entrada" (importación) de euros "generará" la correspondiente "salida" (exportación) de euros, y la forma en que ello ocurra puede acabar generando otra suerte de "burbuja" y otra masacre económica, si no se usa correctamente. A ver si esta vez, que esta entrada de dinero va a estar controlada por las administraciones públicas, no sucede lo mismo que hace década y media cuando fue el sector bancario quien controló el proceso, si bien casos como el -digamos que- delirante hospital para pandemias (el "Zendal") que ha construido la Comunidad de Madrid a las órdenes de la simpar señora Ayuso, hace ndudar de que las cosas no sean diferentes.
Es este tipo de situaciones las que están en el origen de los problemas de la economía mundial para Mattew C.Klein y Michael Pettis. Si hay países que ahorran, otros han de desahorrar por necesidad lógica. Si hay países que tienen superávit de balanza comercial o por cuenta corriente, otros han de tener obligadamente déficit en esas mismas balanzas, pues una cosa y la otra son caras de la misma moneda. No es posible lógica y económicamente que todos los países a la vez tengan balanzas comerciales favorables o superavitarias. Pero uno a uno, a todos les interesa tenerlas. A los que ya las tienen les interesa el conservar esa posición de prestamistas de otros, y a los que no, y por ello son deudores o prestatarios, les interesa y tratan de dejar de serlo. Y al comportarse así, descoordinadamente, y como ya predijera Keynes, lleva a todos al maramo económico.
Y es que la corrección de los déficit comerciales por parte de los países deficitarios requiere o bien de una contracción económica, desempleo y caídas en sus niveles de producción que hagan disminuir sus importaciones, o bien de un aumento en las exportaciones, vía mejoras en la productividad y precios más bajos. En cualquier caso, ello se traduce en guerras comerciales. La lucha de todos los países por aumentar sus propias exportaciones y disminuir sus importaciones es lógicamente un imposible pues las exportaciones de uno son importaciones para otros. La consecuencia de esa política para compensar el "exceso" de ahorro de algunos no es otra que la deflación a nivel mundial.
La pregunta pasa a ser, entonces, la de que a qué se debe ese exceso de ahorro de algunos países que se traduce en balanzas comerciales superavitarias. Y para contestar esta pregunta Pettis y Klein acuden a la obra de un analista económico inglés despreciado por la academia de economistas de su tiempo, primeros del siglo XX, John A. Hobson. Hobson, que no sólo defendió avant la lêttre el estado del bienestar y las políticas industriales (frente a los economistas académicos de la época, que lo ignoraron), elaboró una teoría explicativa del imperialismo en su epoca que influyó notablemente en las que elaboran posteriormente autores como Rosa Luxemburgo, Vladimir Lenin y J.A. Schumpeter. Y esa influencia, reconocidamente, la aceptan también hoy Pettis y Klein que estiman que su teoría se adecua perfectamente a lo que está pasando en estas últimas décadas.
La teoría de Hobson explica el imperialismo como resultado de la lucha de diferentes países por conquistar mercados fuera de sus fronteras para sus exportaciones. La constitución de un imperio, el tener colonias, permite a los países que lo consiguen quedar al margen de las guerras comerciales por conseguir mercados. Sencillamente, la potencia imperial puede restringir o impedir el acceso a los mercados que están en sus colonias al resto de países , reservándolos pues para sus exportadores. La solución imperialista de los conflictos comerciales pasaba entonces a una dimensión distinta, una dimensión ominosa, pues la si cada país buscaba crearse su propio imperio, los conflictos o guerras comerciales devenían inevitablemente en guerras imperialistas, en guerras militares, conforme los distintos países trataran de repartirse el mundo para tener cada uno cuántas más colonias mejor.
Pero, y al igual que Pettis y Klein, se pregunta Hobson yendo la origen, ¿a qué viene esa necesidad de exportar bienes y servicios en exceso de las importaciones que está en el origen de todos los problemas? ¿a qué se debe el exceso de ahorro que es la otra cara de la moneda de una balanza comercial superavitaria?. Y la respuesta de Hobson, que hoy hacen suya Pettis y Klein, está en la desigual distribución de la renta, es decir, las balanzas comerciales superavitarias de los paíese que las tienen son la consecuencia de la derrota de las clases trabajadoras en la lucha que sostienen contra las clases ricas y propietarias a la hora de repartirse la renta, la "tarta" o "pastel" del PIB. Traduzco la cita de Hobson que encabeza el libro de Pettis y Klein que explica en pocas palabras su argumento:
Donde la distribución de la renta es tal que posibilta que todas las clases de la nación conviertan sus sentidas necesidades en efectivas demandas de bienes no puede haber sobreproducción, ni infrautilización de la capacidad productiva, ni desempleo, ni necesidad de luchar por los mercados externos...La lucha por los mercados, la cada vez mayor ansiedad de los productores por vender que la de los consumidores por comprar es la prueba definitiva de una distribución incorrecta de la renta. El imperialismo es la consecuencia de esa economía basada en uns distribución incorrecta de la renta....La única escapatoria a todo ello que garantice la seguridad de las naciones se encuentra en despojar de los incrementos no merecidos de renta a las clases poseedoras y añadirlos a las rentas salariales de las clases trabajadoras y a las rentas públicas, de modo que puedan gastsrse en la elevación del nivel de vida
John A.Hobson. Imperialism: A study (1902)
Para Pettis y Klein, esta explicación de Hobson de lo que pasaba en su tiempo es también la clave de lo que está pasando en el nuestro. Fuera de algunos países que, por tanquilidad, tratan de acumular cierto volumen de reservas para tener con qué defenderse en caso de que la especulación en los mercados de divisas les ponga "contra las cuerdas", como sucedió en los años 90 a algunos de los por entonces llamados "dragones asiáticos" que vieron cómo sus monedas caían en barrena víctimas de la especulación a la baja en los mercados de divisas y no eran capaces de sostenerlas por carencia de las suficientes reservas de divisas, lo que les ha llevado a buscar consciente y decididamente (por "motivo precaución") a tener suficientes reservas de las mismas para poder afrontar situaciones similaresx (lo que requiere excedentes en la Balanza por cuenta corriente), fuera pues de estos países, los problemas generados por los deseuilibrios en las balanzas comerciales se deben a lo que ha pasdo en Alemania y China, pues son estos los grandes países superavitarios en sus intercambios comerciales.
Son ellos, pues, quienes generan internamente un "exceso" de ahorro que se manifiesta en forma de superávits comerciales (en ellos) y como deficts (en otros), y que llevan a estos últimos a plantearse el entrar en "guerras comerciales" para revertir la situación. Y la razón de los "excesos" de ahorro de los primeros se encontraría en la desigual distribución de sus rentas nacionales.
Como Pettis y Klein estudian con detalle, tanto en un caso como en otro, las clases trabajadoras en Alemania y China han sido "vencidas", lo que ha permitido generar un ahorro "excesivo". En el caso alemán, sucedió que a consecuencia de los problemas generados por la reunificación, los trabajadores alemanes aceptaron una continuada moderación salarial que lleva a los salarios a quedarse siempre por debajo de los crecimientos en la productividad (lo que supone una caída en los costes laborales unitarios de los productos alemanes y de sus precios en los mercados internacionales). Y en China, la dictadura del "sedicente" Partido "Comunista" ha hecho lo mismo, es decir, guiado por sus objetivos geopolíticos de devolver a China su rango, ha forzado a los trabajadores chinos a unas condiciones salariales y laborales que se traducen en precios de los productos chinos imbatibles en los mercados internacionales.
Si a lo anterior se suman los efectos de las economías de escala y de gama que llevan a que los costes unitarios de producción disminuyan conforme las tiradas son mayores y la gama de productos aumenta, la consecuencia es la que se observa en la realidad de este mundo en que los costes de transporte han caído gracias a la "revolución" del container y a los desarmes arancelarios: la paulatina localización de las fábricas del mundo en China y Alemania. Sus "excesos" de ahorro, sus anuales excesos exportaciones de bienes y servicios por encima de sus importaciones de bienes y servicios, se traducen en importaciones compensadoras de activos reales y financieros de sus socios comerciales, o sea, en el endudamiento continuo y creciente de estos.
Resulta obvio que el entero argumento de Hobson y de Pettis y Klein se basa en una aproximación subconsumista a la Teoría de la Demanda según la cual la propensión marginal a consumir de las clases más ricas (qué proporción de los incrementos en sus ingresos gastan en consumo de bienes finales producidos nacionalmente) es menor, bastante menor, que la propensión marginal a consumir de las clases menos afortunadas. Es decir, que si un rico gana un mes 100€ más, gasta de ellos una parte más pequeña en bienes nacionales que si esos 100€ los gana un trabajador pobre. Todos los economistas postkeynesianos suscribirían esta tesis. Y no sólo ellos, pues es de sentido común.
Pero, y esta es una crítica común a las Teorías del Subconsumo, ¿por qué los ricos no compensan su menor propensión marginal a consumir con una mayor propensión a gastar en "otras" cosas, por ejemplo, en bienes de capital? ¿Por qué no invierten más en sus propias economías en vez de exportar ese ahorro? La única respuesta posible tiene que ver con la rentabilidad esperada, Y es esta cuestión de la rentabilidad la que queda sin tratar en la obra de Klein Y Pettis.
Es esta una de las dos debilidades del libro de Pettis y Klein que -en mi opinión- obligan a agregar a su calificación de excelente con otra, con la palabra fallido. Pues no explican el porqué las clases vencedoras en China y Alemania no han invertido más en sus propios países, en China y Alemania, y han preferido por contra "comprar" o importar activos financieros ("deuda), "reales" (acciones de empresas y activos inmobiliarios y de otro tipo; puertos, tierras, etc.) y "reconocimiento" de otros países.
La otra debilidad está en el tratamiento de Estados Unidos. Pettis y Klein son conscientes de que su aplicación del modelo de imperialismo de Hobson implica necesariamente convertir a un país como los Estados Unidos en una pseudocolonia de Alemania y China, en la medida que estos dos países serían las potencias comerciales/imperiales y los Estados Unidos es un país, deficitario, o sea, deudor de ellos desde 1981. Pero, ¿cómo es posible considerar como colonia al actual hegemón mundial?
La discrepancia es tan obvia que Pettis y Klein se ven forzados a tratarla en extensión en el capítulo final de su libro, antes de las conclusiones. Y la explicación, arguyen, está en las consecuencias de la adopción del Plan White en Bretton Woods en vez del Plan Keynes, que consagró al dólar como reserva internacional. Ello, para Giscard d'Estaing en 1963, le daba a los Estados Unidos un "privilegio exorbitante" pues le permitía acudir -si quería- a la posibilidad de pagar sus deficits comerciales con "papel", sí, con "papel moneda" que los propios EE.UU imprimían a coste cero. Una vez rota la débil conexión del dolar con el oro en 1971, el uso de esa posibilidad habría tenido para Pettis y Klein consecuencias nefastas para EE.UU. pues estesa facilidad para pagar sus deficits comerciales no les habría obligado a ninguna política compensatoria que aumentase la competitividad de su aparato productivo, lo que a la larga habría ocasionado la paulatina pérdida de capacidad productiva de los EE.UU., la contracción de su base industrial. Más que un "privilegio exorbitante". el poder pagar con papel habría sido para Pettis y Klein una "carga exorbitante". A cambio de dar salida a los excesos der producción mundiales, a cambio de convertirse en el "compradosr o consumidor" de último recurso necesario para mantener el empleo en China y Alemania, EE.UU. se estaría convirtiendo en un paíes dependiente, en una colonia, en un mercado.
Ya he señalado repetidas veces en este blog que comparto esa apreciación de las consecuencias del rechazo al Plan Keynes en Bretton Woods, pero mi interpretación se aleja considerablemente de la de Pettis y Klein. Y es que lo que no comparto es esa noción de inperialismo comercial de Hobson.
Para mí, no hay diferencia cualitativa relevante a efectos económicos entre los históricos imperios formales y el informal imperio americano actual. Toda potencia imperial, ya sea formal o informal, lo es en último término porque extrae recursos reales de sus colonias o pseudocolonias. Y da igual que ello se haga mediante tributos u otras exacciones coercitivas, o de forma implícita a través de los mercados de bienes y servicios, es decir, exportando sistemáticamente menos bienes y servicios de los que importa. Es decir, estando sistemáticamente en déficit en la Balanza Comercial. Ello, por cierto, no significa que las colonias no ganen también con ese "trato" desigual al que les somete la potencia imperial. Como tan graciosa y certeramente se recordaba en la película La vida de Brian el imperio romano no sólo extraía recursos, sino que para hacerlo se vió forzado a generar lo que hoy se denominarían bienes públicos (red de carreteras, puertos, ciudades, alcantarillado, educación, policía y seguridad, etc.) que es posible aumentaran el bienestar de las poblaciones colonizadas.
No tengo la menor duda de que el poder hacer que un papel impreso sea una moneda aceptada mundialmente es un "privilegio exorbitante". Como lo sería si a mí particularmente todo el mundo me "dejase" ya graciosamente, por la "cara" o ya por el miedo que infundiese mi poder, pagar mis compras con el dinero que yo mismo hiciese. Y, ciertamente, si así fuera tendría el incentivo de no esforzarme en demasía en mi propio trabajo, o incluso en abandonar todo trabajo productivo. ¿Para qué hacerlo si podría pagar todos mis gastos haciendo mi propio dinero, un dinero que sería aceptado por todo el mundo?.
Quienes conocen la historia del imperio romano, saben que una consecuencia de su poder imperial, cuando éste y como todos los imperios que en el mundo han sido, tras la primera fase de expansión entró en la segunda fase, la de consolidación, fue la llegada de tributos a Roma desde todas las regiones colonizadas, con los efectos sobre su aparato productivo que eran de esperar, los mismos que "sufre" hoy los Estados Unidos: "Los esclavos llevados a Italia y los productos importados desde las provincias competían ventajosamente con los agricultores y campesinos. Los pequeños propietarios acababan en bancarrota...en masas acababan en Roma a vivir de subsidios y repartos" (Richard Lachmann, States and Power, p.12). Colectivamente, por ser un imperio, los norteamericanos viven por encima de sus posibilidades económicas. Lo cual, obviamente no significa que ello les suceda a TODOS los ciudadanos norteamericanos. Como les sucedió a los campesinos italianos, a quienes la llegada de los tributos y los esclavos de los dominios imperiales, rebajó tanto los salarios como los precios de los productos que vendían, las importaciones de China y Alemania han perjudicado notablemente a los trabajadores de "cuello azul" industriales, en tanto que -como ocurrió en Roma- ello ha beneficiado a los administradores del imperio -entonces- o del sistema financiero -hoy-.No es nada extraño que la clase trabajadora norteamericana esté dividida y cada vez se aleje más de los "cosmopolitas", es decir, de los partidarios de la perpetuación de la actual globalización, o sea, del actual sistema imperial.
¿Puede perpetuarse un sitema de este tipo?. Es difícil. La contradicción entre una economía imperial fundada en los tributos y exacciones y una economía internacional basada en los intercambios voluntarios es palmaria. Si los EE.UU continúan comportándose como un hegemón imperial habrán de pagar sus deficits comerciales añadiendo papel moneda (dólares) o activos denominados en dólares (Bonos de todo tipo emitidos por agentes norteamericanos: empresas, municipos, estados, gobierno federal) a los mercados internacionales de divisas y de activos financieros. Y eso, tarde o temprano alcanzará un límite, llegará a colapsarlos.
Y entonces, o bien el resto de los países habrá de condonar la deuda norteamericana y aceptar que, en la realidad, EE.UU es y actúa como un poder imperial que -por definición- no ha de pagar por todo lo que importa. O bien, y paradójicamente, y como defienden Pettis y Klein, el sistema vigente para "salvar su cara" deberá aceptar una versión del plan Keynes de Bretton Woods. Un plan que fracasó, o mejor, no se podía llevar a cabo porque presuponía la existencia de una economía realmente internacional, no lo que era realmente: una economía imperial disfrazada.
Hoy, la única otra alternativa es la construcción de una auténtica economía internacional no imperial. En ella, la corrección de unos desequilibrios comerciales de la magnitud de los existentes en la actualidad, no puede lograrse recurriendo a los mecanismos de penalizaciones que Keynes diseño en Bretton Woods para incentivar a países deficitarios y superavitarios a reequilibrar sus cuentas. Pasaría ineludiblemente, requeriría, como señalan Pettis y Klein, por alterar la distribución de la renta en todos los países hacia una mayor igualdad que disminuyan los excesos de ahorro de los países superavitarios y estimulen el ahorro en los deficitarios. En suma, que generen las fuerzas que tiendan a restaurar os equilibrios internacionales.
NOTA:
Quizá todo lo anterior se aclare un poco más con la lectura de estas entradas de este mismo blog:
https://www.rankia.com/blog/oikonomia/608496-habas-contadas-keynes
https://www.rankia.us/blog/oikonomia/1016287-que-hubiese-opinado-keynes-euro
https://www.rankia.com/blog/oikonomia/428821-poder-dolar
https://www.rankia.com/blog/oikonomia/3783522-trampa-tucidides-euro