FERNANDO ESTEVE MORA
Para el materialismo histórico marxista la causa última de acontecimientos históricos como la actual guerra en Ucrania hay que buscarla en la economía, en los intereses económicos conflictivos de los diferentes actores que "actúan" en ese teatro que es la historia universal.
Por ello, interpretaciones de la causa última de esta guerra como la teológica (Dios contra el Diablo-Putin), la moral (la virtud occidental frente al vicio y pecado ruso), la civilizatoria (la civilización occidental frente al salvajismo del "oso ruso"), la política (la democracia frente al autoritarismo), la antropológica (el mundo latino-germano frente al eslavo), la psicológica (la racionalidad occidental frente a la irracionalidad eslava) o la patológica (la cordura frente a la locura asesina de Vladimir Putin), les parecen a los marxistas un completo sinsentido. Y me parece que no les falta la razón.
Pero, obviamente, una interpretación marxista de los acontecimientos, de salida, ha de olvidar completamente el pasado reciente de Rusia. Y es que, frente a tantos tertulianos y políticos, a los que se les van las neuronas y todavía hablan del "ejército soviético" cuando se ponen a "explicar" esta guerra, nada hay en la moderna Rusia que recuerde sus fallidos intentos de desarrollar en ella el socialismo. No, no es una guerra ideológica. El presente conflicto no tiene nada que ver con la lucha entre capitalismo y socialismo que informó la segunda parte del siglo XX. Aunque sólo sea porque, tras el hundimiento de la Unión Soviética y las extensas y brutales privatizaciones del capital público que lo siguieron amparadas y fomentadas por unos asesores economistas norteamericanos neoliberales, y que se tradujeron en que una buena parte de "todo" lo que en Rusia era propiedad del estado soviético pasó a estar en manos de un grupo reducido de oligarcas capitalistas, Rusia es, consecuentemente, uno de los países más capitalistas del mundo, con un estado económicamente raquítico en comparación con los estados del bienestar europeos o con el estado chino, que sólo puede controlar algo a sus oligarcas capitalistas acudiendo a la coacción física. En suma, que nada de lo que está pasando cabe explicarlo en términos de la lucha de clases entre "proletarios" rusos y "capitalistas" occidentales.
¿Y entonces? Pues bien, entonces, desde la perspectiva de la economía marxista las interpretaciones de los conflictos bélicos entre países capitalistas son muy variadas pero es posible agruparlas, muy simplificada y esquemáticamente, en torno a dos grandes grupos de explicaciones de las causas finales económicas de las guerras a las que podemos definir y clasificar en función de sus autores más representativos:
a) la interpretación "luxemburguiana", a partir de la gran economista marxista Rosa Luxemburgo expuesta en su obra La Acumulación de Capital. Una contribución a la explicación económica del imperialismo de 1913. Para Rosa Luxemburgo, los países capitalistas entraban en guerra unos con otros por la necesidad de encontrar nuevos mercados donde vender sus productos. La lógica era muy simple: dado que el capitalismo genera niveles crecientes de desigualdad, ello significa que la mayor parte de la población carece de los recursos para comprar los bienes y servicios que produce. Es decir, para obtener beneficios los capitalistas de cada país han de encontrar compradores a sus productos y ello lo vuelve cada vez más difícil la desigualdad en la distribución de la renta. No sólo la capacidad, sino que, adicionalmente, se ve afectada negativamente también la voluntad de los capitalistas de realizar inversiones: sencillamente se preguntan para qué invertir si no se va a poder vender lo que se produce y obtener una rentabilidad adecuada. La solución para los capitalistas de cada país es clara: hay que encontrar nuevas fuentes de demanda, nuevos compradores de sus productos, nuevos mercados. La búsqueda de nuevos mercados fuera de las propias fronteras se convierte en una obligación existencial para los capitalistas de cada país. Pero, obviamente, en esa búsqueda de mercados externos los intereses de los capitalistas de cada país cada país chocan. Y de ahí las guerras imperialistas entre los países por hacerse con nuevos mercados para sus productos.
b) la interpretación "leninista". La que parte de la interpretación de Valdimir Illich "Lenin" en su -todavía- magnífica obra de 1919 , El imperialismo, fase superior del capitalismo. Para Lenin, la explicación de los enfrentamientos militares entre los distintos países capitalistas habría que buscarla en las necesidades de controlar/acceder no a los mercados de bienes finales, a los consumidores, sino a nuevos territorios donde las tasas de ganancia sean más elevadas y donde puedan expandir rentablemente sus procesos de producción. Los países "subdesarrollados" con fuentes de materias primas no explotadas y abundante mano de obra son zonas donde la expansión de los procesos de producción capitalista son más que rentables. Y de ahí las las guerras interimperialistas, que se explicarían entonces por los intentos por parte de los capitalistas de cada país de apropiarse para sí esas zonas con condiciones materiales todavía insuficientemente explotadas para "desarrollarlas" capitalísticamente , es decir, para sacar de ellas beneficios enormes. Simplificando quizás excesivamente, en la interpretación "leninista", las guerras imperiales son también como en la interpretación de Rosa Luxemburgo luchas por el control o acceso privilegiado a los mercados, pero no por los de productos finales sino por los de materias primas o recursos básicos en general.
Pues bien, desde una perspectiva marxista, lo primero a señalar es que, pese a la importancia de las consideraciones de demanda, no parece que la interpretación "luxemburguiana" de las guerras capitalistas sea hoy tan relevante como lo fuera en su tiempo. Y es que el control de los mercados externos de productos finales ha dejado de ser necesario para los capitalistas de cada país una vez la economía keynesiana mostró cómo mediante la adecuada combinación de las políticas fiscal, monetaria, de rentas y de financiación internacional se podía generar, interna y externamente (el comercio mundial), la demanda suficiente para permitir que los capitalistas de cada país vendan sus productos, aunque de vez en cuando la desigualdad acabe produciendo crisis económicas.
Ello convierte a la explicación "leninista" en la más apropiada para las guerras imperialista de nuestro tiempo. Como lo es la actual guerra de Ucrania. Pues bien, a este respecto, el punto auténticamente clave para una interpretación marxista de la misma, es darse cuenta de que esta guerra, la guerra de Ucrania, NADA tiene que ver con Ucrania en sí, pues el objetivo final de esta guerra NO es Ucrania, sino que está en Rusia. Es patentemente absurdo la posición de los que ven en un supuesto expansionísmo ruso la causa de la guerra. Simplemente semejante explicación deja sin responder la pregunta elemental de que para qué puede querer Rusia, que ya tiene una extensión territorial inmensa y casi indefendible y inexplotable dada su escasa envergadura económica y demográfica, tener todavía más "cacho" del mundo a costa de la sangría y los costes económicos de una guerra. Sería estúpido, ¿no? Una estupidez que sólo se puede "argumentar" si se presume que Putin y toda la elite rusa es irracional.
Por contra, lo correcto a la hora de explicar esta guerra es proceder como hacen los pintores a la hora de hacer un retrato de la realidad y ofrecer un cuadro de la misma en el que las diferentes partes tengan su adecuado peso ajustado por una correcta perspectiva. pues bien, la perspectiva leninista de la actual guerra ofrece una perspectiva clásica de la misma que permite ver una zona hoy en paz como Siberia como el auténtico punto de fuga del cuadro de lo que hoy está pasando, le da sentido al presente, le da profundidad y perspectiva y lo "explica" frente, por ejemplo, a las habituales "descripciones" planas, casi cubistas, pegadas a la realidad y carentes por ello de perspectiva típicas de los periodistas. Pero, ¿por qué Siberia? ¿Por qué es Siberia lo que da perspectiva al cuadro de la realidad actual que ofrece en primer plano la guerra de Ucrania?
La razón de ello es muy simple y está en el cambio climático. Como es de sobra sabido, el ineluctable calentamiento global va a afectar positivamente a algunos países y, singularmente, a Rusia. Sencillamente las inmensas extensiones de Siberia junto con el Ártico van a poder ser por fin "desarrolladas" o explotadas. Esa es la enorme novedad geoeconómica asociada al cambio climático. Novedad respecto a lo que sucedió con la caída del imperio soviético. Porque, de nuevo, aquí estaría pasando lo mismo que pasó entonces. De nuevo, y como ya pasó con la llamada "Transición del socialismo al capitalismo" se trata de quién se queda con el gran negocio de "desarrollar" capitalísticamente Rusia, o mejor dicho, la parte de Rusia que hasta ahora los hielos impedían "desarrollar", o sea, Siberia. Esta es, obviamente, la interpretación leninista de lo que estaría ocurriendo en los últimos tiempos.
Sólo que esta vez con dos diferencias radicales. La primera es que en la lucha por quedarse con Siberia, a diferencia de la pugna por los despojos de la Unión Soviética en los años 90, no sólo estarían los capitalistas de EE.UU. como sucedió entonces, sino que también los de China y los de Europa (o sea, Alemania) quieren participar en el "festín". Un festín del que Rusia, que es un país económicamente muy poco desarrollado ey poblado n comparación, no puede disfrutar en solitario. Sencillamente no tiene capacidad para hacerlo. Se trata esta de una situación que recuerda la época de las gandres colonizaciones del siglo XIX: todo un país (Siberia) que ahora ya se puede explotar y que sus dueños son incapaces de hacerlo solos. No es extraño que para los norteamericanos sea esto algo así como una reedición de lo que fue el Far West entonces, sólo que en vez de sioux, cheyennes y otros indios pieles, rojas hay en este Far East del siglo XXI, otro tipo de aborígenes "salvajes": los rusos. A nadie se le puede ocultar, por otro lado, que la participación relativa en este "festín siberiano" determinará en un futuro cercano el destino de China y de EE.UU. en su pugna por el puesto de hegemón mundiaL
Pero, además de la concurrencia de más actores, hay otra diferencia respecto a lo que sucedió a finales del siglo XX. Y es que, ahora, en el poder en Moscú, no está un bufón alcoholizado como lo era Boris Yeltsin dispuesto a aceptar cualquier imposición que proviniera de Washington. Está Putin. Un nacionalista clásico que parece no estar dispuesto a dejar que su país sea de nuevo ninguneado y expoliado, como lo fueron los indios del Far West, sino que querría que sus capitalistas tuvieran un papel prioritario en ese desarrollo de Siberia. Y en el cumplimiento de ese objetivo, la seguridad territorial de Rusia es por ello para Rusia cuestión esencial de primer orden. Una cuestión existencial. Puestos a decirlo en términos o jerga psicológicos, lo que sucede es que la "debilidad" económica y demográfica de Rusia a la hora de defender "su" propiedad: Siberia, le lleva a sentirse colectivamente paranoíca, por así decirlo, sintiendo que Occidente (aunque no sólo) está contra ella, que quiere arrebatarle lo que es suyo
como ya hizo, con las privatizaciones de los 90, con el capital público del estado soviético.
Y es sobre este substrato en que el miedo a una integración de Ucrania en la OTAN y su nuclearización se habría convertido en la causa inmediata de la presente guerra. Una guerra que, hoy por hoy, una vez Occidente ha decidido posicionarse plenamente con Ucrania, está más que claro que ya se ha convertido en una guerra de supervivencia para Rusia justificando por otro lado su psicología social paranoíca (lo que explica el claro apoyo popular a Putin). Y ese es el gran riesgo que todo el mundo corre directa o indirectamente, pues aunque Rusia sea un país débil económica y demográfica e, incluso, militarmente, es no obstante una potencia nuclear que siempre tiene la opción de morir matando.
En este conflicto geoeconómico asociado al "desarrollo" o explotación de los recursos de Siberia, la presente guerra no muestra, por otra parte, sino el fracaso de Putin para construir para Rusia un camino propio al margen de los EE.UU. y de China, apoyándose en una Unión Europea independiente de los EE.UU. La completa ligazón de Europa con los EE.UU. contra Rusia desde hace años ha obligado a ésta, si quiere sobrevivir, a echarse en manos geoestratégicamente de China: Ello asociado al nuevo Telón de Acero que las sancionas contra Rusia han erigido, refuerza esa deriva asiática para Rusia. Aquí hay que señalar que si bien ese Telón perjudica a Rusia también perjudicará y mucho a la Unión Europea en la medida que, resulta obvio, va a quedar excluida del acceso a los recursos de Rusia, lo que se traducirá en que sus costes productivos serán más altos que los de China por lo que su competitividad (y bienestar) inexorablemente caerá. Y ello pasará aunque, al final, Rusia pierda el control sobre sus recursos si se diera el caso de que perdiera esta guerra con todas sus consecuencias políticas y económicas (caída de Putin, inestabilidad política, debacle económica) y sea China, directamente, junto con los EE.UU -indirectamente- quienes se hagan con ellos
Y, finalmente, como en toda guerra y en toda la Historia desde que el mundo es mundo, el Ángel de la Historia, el Ángel Exterminador, ése del que hablaba Walter Benjamin, recogerá los despojos de esta "partida" de monopoly en forma de miles de cadáveres de ucranianos y de rusos. Y eso en el "mejor" de los casos. En el peor, puede ocurrir que, guiados por nuestros bocazas y descerebrados líderes acabemos, todos, incluso aquellos a los que nada nos va en ese "juego", en el vertedero de la Historia.
Para el materialismo histórico marxista la causa última de acontecimientos históricos como la actual guerra en Ucrania hay que buscarla en la economía, en los intereses económicos conflictivos de los diferentes actores que "actúan" en ese teatro que es la historia universal.
Por ello, interpretaciones de la causa última de esta guerra como la teológica (Dios contra el Diablo-Putin), la moral (la virtud occidental frente al vicio y pecado ruso), la civilizatoria (la civilización occidental frente al salvajismo del "oso ruso"), la política (la democracia frente al autoritarismo), la antropológica (el mundo latino-germano frente al eslavo), la psicológica (la racionalidad occidental frente a la irracionalidad eslava) o la patológica (la cordura frente a la locura asesina de Vladimir Putin), les parecen a los marxistas un completo sinsentido. Y me parece que no les falta la razón.
Pero, obviamente, una interpretación marxista de los acontecimientos, de salida, ha de olvidar completamente el pasado reciente de Rusia. Y es que, frente a tantos tertulianos y políticos, a los que se les van las neuronas y todavía hablan del "ejército soviético" cuando se ponen a "explicar" esta guerra, nada hay en la moderna Rusia que recuerde sus fallidos intentos de desarrollar en ella el socialismo. No, no es una guerra ideológica. El presente conflicto no tiene nada que ver con la lucha entre capitalismo y socialismo que informó la segunda parte del siglo XX. Aunque sólo sea porque, tras el hundimiento de la Unión Soviética y las extensas y brutales privatizaciones del capital público que lo siguieron amparadas y fomentadas por unos asesores economistas norteamericanos neoliberales, y que se tradujeron en que una buena parte de "todo" lo que en Rusia era propiedad del estado soviético pasó a estar en manos de un grupo reducido de oligarcas capitalistas, Rusia es, consecuentemente, uno de los países más capitalistas del mundo, con un estado económicamente raquítico en comparación con los estados del bienestar europeos o con el estado chino, que sólo puede controlar algo a sus oligarcas capitalistas acudiendo a la coacción física. En suma, que nada de lo que está pasando cabe explicarlo en términos de la lucha de clases entre "proletarios" rusos y "capitalistas" occidentales.
¿Y entonces? Pues bien, entonces, desde la perspectiva de la economía marxista las interpretaciones de los conflictos bélicos entre países capitalistas son muy variadas pero es posible agruparlas, muy simplificada y esquemáticamente, en torno a dos grandes grupos de explicaciones de las causas finales económicas de las guerras a las que podemos definir y clasificar en función de sus autores más representativos:
a) la interpretación "luxemburguiana", a partir de la gran economista marxista Rosa Luxemburgo expuesta en su obra La Acumulación de Capital. Una contribución a la explicación económica del imperialismo de 1913. Para Rosa Luxemburgo, los países capitalistas entraban en guerra unos con otros por la necesidad de encontrar nuevos mercados donde vender sus productos. La lógica era muy simple: dado que el capitalismo genera niveles crecientes de desigualdad, ello significa que la mayor parte de la población carece de los recursos para comprar los bienes y servicios que produce. Es decir, para obtener beneficios los capitalistas de cada país han de encontrar compradores a sus productos y ello lo vuelve cada vez más difícil la desigualdad en la distribución de la renta. No sólo la capacidad, sino que, adicionalmente, se ve afectada negativamente también la voluntad de los capitalistas de realizar inversiones: sencillamente se preguntan para qué invertir si no se va a poder vender lo que se produce y obtener una rentabilidad adecuada. La solución para los capitalistas de cada país es clara: hay que encontrar nuevas fuentes de demanda, nuevos compradores de sus productos, nuevos mercados. La búsqueda de nuevos mercados fuera de las propias fronteras se convierte en una obligación existencial para los capitalistas de cada país. Pero, obviamente, en esa búsqueda de mercados externos los intereses de los capitalistas de cada país cada país chocan. Y de ahí las guerras imperialistas entre los países por hacerse con nuevos mercados para sus productos.
b) la interpretación "leninista". La que parte de la interpretación de Valdimir Illich "Lenin" en su -todavía- magnífica obra de 1919 , El imperialismo, fase superior del capitalismo. Para Lenin, la explicación de los enfrentamientos militares entre los distintos países capitalistas habría que buscarla en las necesidades de controlar/acceder no a los mercados de bienes finales, a los consumidores, sino a nuevos territorios donde las tasas de ganancia sean más elevadas y donde puedan expandir rentablemente sus procesos de producción. Los países "subdesarrollados" con fuentes de materias primas no explotadas y abundante mano de obra son zonas donde la expansión de los procesos de producción capitalista son más que rentables. Y de ahí las las guerras interimperialistas, que se explicarían entonces por los intentos por parte de los capitalistas de cada país de apropiarse para sí esas zonas con condiciones materiales todavía insuficientemente explotadas para "desarrollarlas" capitalísticamente , es decir, para sacar de ellas beneficios enormes. Simplificando quizás excesivamente, en la interpretación "leninista", las guerras imperiales son también como en la interpretación de Rosa Luxemburgo luchas por el control o acceso privilegiado a los mercados, pero no por los de productos finales sino por los de materias primas o recursos básicos en general.
Pues bien, desde una perspectiva marxista, lo primero a señalar es que, pese a la importancia de las consideraciones de demanda, no parece que la interpretación "luxemburguiana" de las guerras capitalistas sea hoy tan relevante como lo fuera en su tiempo. Y es que el control de los mercados externos de productos finales ha dejado de ser necesario para los capitalistas de cada país una vez la economía keynesiana mostró cómo mediante la adecuada combinación de las políticas fiscal, monetaria, de rentas y de financiación internacional se podía generar, interna y externamente (el comercio mundial), la demanda suficiente para permitir que los capitalistas de cada país vendan sus productos, aunque de vez en cuando la desigualdad acabe produciendo crisis económicas.
Ello convierte a la explicación "leninista" en la más apropiada para las guerras imperialista de nuestro tiempo. Como lo es la actual guerra de Ucrania. Pues bien, a este respecto, el punto auténticamente clave para una interpretación marxista de la misma, es darse cuenta de que esta guerra, la guerra de Ucrania, NADA tiene que ver con Ucrania en sí, pues el objetivo final de esta guerra NO es Ucrania, sino que está en Rusia. Es patentemente absurdo la posición de los que ven en un supuesto expansionísmo ruso la causa de la guerra. Simplemente semejante explicación deja sin responder la pregunta elemental de que para qué puede querer Rusia, que ya tiene una extensión territorial inmensa y casi indefendible y inexplotable dada su escasa envergadura económica y demográfica, tener todavía más "cacho" del mundo a costa de la sangría y los costes económicos de una guerra. Sería estúpido, ¿no? Una estupidez que sólo se puede "argumentar" si se presume que Putin y toda la elite rusa es irracional.
Por contra, lo correcto a la hora de explicar esta guerra es proceder como hacen los pintores a la hora de hacer un retrato de la realidad y ofrecer un cuadro de la misma en el que las diferentes partes tengan su adecuado peso ajustado por una correcta perspectiva. pues bien, la perspectiva leninista de la actual guerra ofrece una perspectiva clásica de la misma que permite ver una zona hoy en paz como Siberia como el auténtico punto de fuga del cuadro de lo que hoy está pasando, le da sentido al presente, le da profundidad y perspectiva y lo "explica" frente, por ejemplo, a las habituales "descripciones" planas, casi cubistas, pegadas a la realidad y carentes por ello de perspectiva típicas de los periodistas. Pero, ¿por qué Siberia? ¿Por qué es Siberia lo que da perspectiva al cuadro de la realidad actual que ofrece en primer plano la guerra de Ucrania?
La razón de ello es muy simple y está en el cambio climático. Como es de sobra sabido, el ineluctable calentamiento global va a afectar positivamente a algunos países y, singularmente, a Rusia. Sencillamente las inmensas extensiones de Siberia junto con el Ártico van a poder ser por fin "desarrolladas" o explotadas. Esa es la enorme novedad geoeconómica asociada al cambio climático. Novedad respecto a lo que sucedió con la caída del imperio soviético. Porque, de nuevo, aquí estaría pasando lo mismo que pasó entonces. De nuevo, y como ya pasó con la llamada "Transición del socialismo al capitalismo" se trata de quién se queda con el gran negocio de "desarrollar" capitalísticamente Rusia, o mejor dicho, la parte de Rusia que hasta ahora los hielos impedían "desarrollar", o sea, Siberia. Esta es, obviamente, la interpretación leninista de lo que estaría ocurriendo en los últimos tiempos.
Sólo que esta vez con dos diferencias radicales. La primera es que en la lucha por quedarse con Siberia, a diferencia de la pugna por los despojos de la Unión Soviética en los años 90, no sólo estarían los capitalistas de EE.UU. como sucedió entonces, sino que también los de China y los de Europa (o sea, Alemania) quieren participar en el "festín". Un festín del que Rusia, que es un país económicamente muy poco desarrollado ey poblado n comparación, no puede disfrutar en solitario. Sencillamente no tiene capacidad para hacerlo. Se trata esta de una situación que recuerda la época de las gandres colonizaciones del siglo XIX: todo un país (Siberia) que ahora ya se puede explotar y que sus dueños son incapaces de hacerlo solos. No es extraño que para los norteamericanos sea esto algo así como una reedición de lo que fue el Far West entonces, sólo que en vez de sioux, cheyennes y otros indios pieles, rojas hay en este Far East del siglo XXI, otro tipo de aborígenes "salvajes": los rusos. A nadie se le puede ocultar, por otro lado, que la participación relativa en este "festín siberiano" determinará en un futuro cercano el destino de China y de EE.UU. en su pugna por el puesto de hegemón mundiaL
Pero, además de la concurrencia de más actores, hay otra diferencia respecto a lo que sucedió a finales del siglo XX. Y es que, ahora, en el poder en Moscú, no está un bufón alcoholizado como lo era Boris Yeltsin dispuesto a aceptar cualquier imposición que proviniera de Washington. Está Putin. Un nacionalista clásico que parece no estar dispuesto a dejar que su país sea de nuevo ninguneado y expoliado, como lo fueron los indios del Far West, sino que querría que sus capitalistas tuvieran un papel prioritario en ese desarrollo de Siberia. Y en el cumplimiento de ese objetivo, la seguridad territorial de Rusia es por ello para Rusia cuestión esencial de primer orden. Una cuestión existencial. Puestos a decirlo en términos o jerga psicológicos, lo que sucede es que la "debilidad" económica y demográfica de Rusia a la hora de defender "su" propiedad: Siberia, le lleva a sentirse colectivamente paranoíca, por así decirlo, sintiendo que Occidente (aunque no sólo) está contra ella, que quiere arrebatarle lo que es suyo
como ya hizo, con las privatizaciones de los 90, con el capital público del estado soviético.
Y es sobre este substrato en que el miedo a una integración de Ucrania en la OTAN y su nuclearización se habría convertido en la causa inmediata de la presente guerra. Una guerra que, hoy por hoy, una vez Occidente ha decidido posicionarse plenamente con Ucrania, está más que claro que ya se ha convertido en una guerra de supervivencia para Rusia justificando por otro lado su psicología social paranoíca (lo que explica el claro apoyo popular a Putin). Y ese es el gran riesgo que todo el mundo corre directa o indirectamente, pues aunque Rusia sea un país débil económica y demográfica e, incluso, militarmente, es no obstante una potencia nuclear que siempre tiene la opción de morir matando.
En este conflicto geoeconómico asociado al "desarrollo" o explotación de los recursos de Siberia, la presente guerra no muestra, por otra parte, sino el fracaso de Putin para construir para Rusia un camino propio al margen de los EE.UU. y de China, apoyándose en una Unión Europea independiente de los EE.UU. La completa ligazón de Europa con los EE.UU. contra Rusia desde hace años ha obligado a ésta, si quiere sobrevivir, a echarse en manos geoestratégicamente de China: Ello asociado al nuevo Telón de Acero que las sancionas contra Rusia han erigido, refuerza esa deriva asiática para Rusia. Aquí hay que señalar que si bien ese Telón perjudica a Rusia también perjudicará y mucho a la Unión Europea en la medida que, resulta obvio, va a quedar excluida del acceso a los recursos de Rusia, lo que se traducirá en que sus costes productivos serán más altos que los de China por lo que su competitividad (y bienestar) inexorablemente caerá. Y ello pasará aunque, al final, Rusia pierda el control sobre sus recursos si se diera el caso de que perdiera esta guerra con todas sus consecuencias políticas y económicas (caída de Putin, inestabilidad política, debacle económica) y sea China, directamente, junto con los EE.UU -indirectamente- quienes se hagan con ellos
Y, finalmente, como en toda guerra y en toda la Historia desde que el mundo es mundo, el Ángel de la Historia, el Ángel Exterminador, ése del que hablaba Walter Benjamin, recogerá los despojos de esta "partida" de monopoly en forma de miles de cadáveres de ucranianos y de rusos. Y eso en el "mejor" de los casos. En el peor, puede ocurrir que, guiados por nuestros bocazas y descerebrados líderes acabemos, todos, incluso aquellos a los que nada nos va en ese "juego", en el vertedero de la Historia.