Esto no va de seguros, lo advierto. Pero, a veces, una Ley despierta en mí reflexiones que - como en este caso - decido compartir. Soy humano y me afecta aquello que considero que atenta contra lo que nos hace más humanos. Perdona por la digresión que sigue.
Los entendidos hablan de mestizos, pero en la calle todos reconocemos a un mil leches con solo verlo. Son esos perretes que no siguen los cánones, que no entran en la ortodoxia, en la reconocible producción en serie capaz de llenar el mercado con artículos de consumo semovientes producidos para que su dueñ@ adquiera o confirme un cierto status o, incluso, anuncie pretendidas actitudes y capacidades de sus propietarios.
Hay hasta tablas que asocian caracteres personales ( a veces pura pretensión) con razas concretas:
Los entendidos hablan de mestizos, pero en la calle todos reconocemos a un mil leches con solo verlo. Son esos perretes que no siguen los cánones, que no entran en la ortodoxia, en la reconocible producción en serie capaz de llenar el mercado con artículos de consumo semovientes producidos para que su dueñ@ adquiera o confirme un cierto status o, incluso, anuncie pretendidas actitudes y capacidades de sus propietarios.
Hay hasta tablas que asocian caracteres personales ( a veces pura pretensión) con razas concretas:
- Personas generosas y colaborativas: Pastor Alemán , Bichon Frise , Maltés ...
- Triunfadores optimistas: Beagle , Ridgeback, Grifón de Bruselas o Basset Hound.
- Personas creativas e individualistas: Shiba Inu, Bulldog Inglés , Border Collie ...
- Intelectuales: Chow Chow , Galgo , Mastín tibetano, Jack Russell Terrier, entre otros.
- Pacifistas 4X4 : Golden Retriever, Cocker Spaniel o Labrador Retriever
- Agresivos y acomplejados: Ejem, ... ¿os lo cuento o los imagináis?
No es broma. Hasta hay consultores, para millonarios, encantados de perfilar la raza de perro que le conviene a su cliente con el fin de resaltar lo que se desee en relación con su imagen pública, desde el lujo extremo a la mera impostura aventurera y despreocupada. Todo es cuestión de pasta y, obviamente, el consultor de turno se asegurará de que el can de turno cuente con los ocho apellidos que garanticen el pedigree más puro y valioso. Por poner un ejemplo, un tipo pagó 1.500.000 USD por llevarse a casa un mastín tibetano rojo llamado Big Splash.
Todo eso tiene una lectura muy curiosa, para un servidor, que conoce a personas que podría identificar como progres, políticamente alejadas de idearios pro-monárquicos, profundamente creyentes en la enorme riqueza de la diversidad, de la fusión de culturas y colores de piel y que, para mi sorpresa, se muestran profundamente racistas en temas de animales. Concretamente de perros.
Llama la atención, a quien te escribe, que ese pensamiento uniformista y dinástico esté tan enraizado en la sociedad y que cuando uno se encuentra con un conocido paseando el perro la primera pregunta sea " ¿Cuál es su raza?" si no es capaz de identificar el "modelo" entre los que conforman su catálogo de razas viables.
Acostumbro a identificar la raza de Bubú, mi perrito, como "Jägerschnitzel" cuando encuentro algún conocido, lo cual suele conllevar una señal de asentimiento y aprobación: un palabro alemán siempre da caché a un perro, del mismo modo que un caballo no es nada sin un nombre que suene a francés. Al momento le aclaro que un jägerschnitzel no es otra cosa que un jugoso filete empanado con salsa que se prepara en Alemania. Mi perrito es un mestizo, un mil leches que adoptamos en casa en muy mal estado cuando era un bebé; el veterinario no le hizo los papeles hasta una semana después de adoptarlo pues no estaba seguro de que sobreviviera. Pero ya lleva tres años con nosotros y es un amor, divertido y muy bueno. Además, tras estos tres años de hacer teletrabajo conmigo, como fiel compañero, ahora me acompaña a diario al despacho donde es feliz al reunirse con sus "tías", mis compañeras de oficina.
Bubú no tiene ningún atributo que me decore, que ensalce ninguna de mis inciertas virtudes o que las presuponga ante terceros. Es, como digo, un mil leches. Pero me hace feliz y, creo, también él es feliz conmigo. Sé que tiene gustos y los conozco, sé que tiene sentimientos y no para de demostrarlo, sé que tiene miedos y procuro aportarle seguridad. Sé que es un animal, como yo lo soy aunque algo más complejo, y sé que siente, que ama y - además - es muy listo.
¿Me importa que no tenga una raza concreta? Pues no. Además, sé que lo que se ha dado en denominar "razas puras" no es precisamente una buena idea. La consanguineidad no ha traído nada bueno a las monarquías europeas por siglos y tampoco ha sido algo exento de riesgos y problemas de todo tipo, tanto físicos, como fisiológicos, como mentales para los perros.
Si uno habla con quien ha tenido muchos perros, con frecuencia, identifica a los mestizos como los más vivaces, alegres, sanos y listos.
Hasta aquí unas cuantas reflexiones personales que, como siempre, pueden ser injustas por erróneas o por no contar con las excepciones.
El problema, y ello motiva estas líneas y el título de la cabecera, es que la nueva Ley de Bienestar Animal prohíbe la cría doméstica de perros. Es decir, solo se pueden criar perros en criadores registrados y en las protectoras públicas. Y, claro está, no creo que ningún criadero de perros vaya a dedicarse al noble arte de llenar su escaparate de mil leches, sino que apuntará a las razas que desea la gente para decorar su persona o familia tal como hemos visto. Y, llegados a este punto, me pregunto qué será de los mil leches y sus virtudes, de su carácter único y maravillosamente aleatorio. Y entreveo que, de esta Ley, puede derivar el perverso resultado de acabar con todos los perros que no sean lo suficientemente "arios" para el consumidor de turno. Si, digo "consumidor" y no es casual, porque tener un perro va a ser una materia de consumo para la totalidad de la población y, si no me crees, echa un vistazo a lo que dispone esa Ley pues el gasto asociado a la tenencia e incluso a la muerte del perro va a ser apto para bolsillos aprovisionados.
A mí me gusta recordar, cuando me asalta alguna chispa de vanidad, que menos de un 1% separa mi ADN del de un chimpancé. Por otra parte, me ilusiona pensar que dentro de ese cero coma algo por ciento están Einstein, Leonardo, Jesucristo o el más tonto del pueblo. También todos los colores de piel, todas las estaturas y tanto la gente con sobrepeso como aquella con un cuerpo moldeado por el fitness. Todo cabe en menos de un 1% y, por ello, se me antoja estúpido ir haciendo rayas separando a la gente, clasificándola, considerándola diferente, inferior o superior. De hecho, conocí a una persona que no sabía leer ni escribir capaz de resolver problemas que acabaron con la última gota de sabiduría de unos cuantos ingenieros y he comido platos de cocina de abuela que supera con creces a otros preparados por algún premiado Michelin. Miguel Hernández no fue a la universidad, era un simple pastor. Muchos, universitarios, han enseñado su obra sin ser capaces de escribir un solo verso a su altura.
Un día un animal resulto ser muy parecido a un lobo, pero ya no era un lobo. Posiblemente se apareó con un lobo o loba y dio lugar a una nueva especie, el perro. Con el tiempo, esta evolución resultado de mutaciones y adaptaciones dió lugar a distintos perfiles de animales a los que llamamos, en su conjunto "perro". Y es que todos ellos lo son. Bubú pesa 9 kilos y, a veces, lo tengo sentado sobre mis piernas, del mismo modo que hace muchos años tuve a Reno, que pesaba 65 kilos (también era mestizo). Bubú es feliz cuando está encima de mí, del mismo modo que lo era Reno, inconsciente de su tamaño. Simplemente ambos son perros y sienten igual, del mismo modo que puede sentir - con toda probabilidad salvo que esté tocado por la endogamia - un perro de raza pura. ¿Merecen tener un lugar entre nosotros, todos ellos?
Mi pregunta ¿Cómo arreglamos una Ley que pretende que solo sobreviva el "pueblo ario" de los perros?
La diversidad es la magia. Incluyamos, no excluyamos.
Neil deGrasse Tyson, doctor en Astrofísica por la Universidad de Columbia.