Cuenta Dan Harrington en el primer volumen del Harrington´s on Hold´em (algo así como la biblia del póker hold´em), que un error de principiante es pensar que las cartas es lo más importante en la partida.
En concreto, él señala que para el principiante, una mano son las cartas que lleva y lo que hicieron los jugadores justo antes y después que él. Sin embargo, para un experto una mano es mucho más que eso. Es una situación completa, llena de diferentes elementos, que tiene que ser considerada como un todo antes de poder hacer buenas jugadas.
El trading en mercados financieros no es igual que el póker, evidentemente. Pero lo cierto es que comparte características comunes, especialmente las emocionales, pero también la estadística y el componente de la incertidumbre (para el principiante, la “suerte”).
La situación anterior, la del principiante que valora más las cartas que lleva a otros aspectos del juego, también es compartida con el trading.
En el trading, el inversor principiante está obsesionado con los trades, con las operaciones concretas. Con aquella en la que sacó 100 puntos al DAX o las dos figuras que se llevó del EURUSD.
En el trading, el inversor principiante está obsesionado con los trades, con las operaciones concretas. Con aquella en la que sacó 100 puntos al DAX o las dos figuras que se llevó del EURUSD.
No puedo contar la cantidad de historias de operaciones que me han comentado. Ganancias del 1.000% en horas, pérdidas del 70% en segundos. Anécdotas, al fin y al cabo, estupendas para pasar un rato con unas cervezas, pero sin absolutamente ningún valor práctico.
Porque lo cierto es que después de muchos años, esas operaciones, aunque importantes en el recuerdo y en la vida social, quedan muy alejadas de las demás. Están en los picos de nuestra distribución de rendimientos. En fin, como he dicho, son puras anécdotas.
Lo importante es mantener la cuenta viva y por encima de cuando empezó. Y eso no se consigue con dos pelotazos. Quiero decir, si en una operación ganas un +100%, con un -50% lo pierdes. Lo primero suele llevar años. Lo segundo te puede pasar en una mala tarde. ¿Entiendes la asimetría?
Por eso, aunque el análisis es importante, claro está, y acertar es importante, evidentemente, no es para nada lo más importante.
La gestión del riesgo es lo más importante. Lo fundamental. Saber a través de que producto reflejar mi opinión, y en qué porcentaje. Averiguar cuánto puedo perder en esa operación y en base a ello ponderar el activo. Eso es invertir, en resumen. En eso ha consistido gran parte de mi trabajo los últimos casi 10 años.
Todo lo demás, astrología.
Si quieres aprender de qué va esto, lo mejor es dejar de tirar el dinero y el tiempo en cursos en los que en el mejor de los casos te enseñarán un nuevo indicador, que curiosamente en tu caso no funcionará, seguramente porque no sabes optimizarlo bien. Déjate de esos cursos y empieza a estudiar matemáticas financieras y estadística. Empieza a gestionar tus riesgos. Pronto descubrirás que es mucho más fácil de lo que parece desde lo lejos, que esto no es física cuántica, ni química orgánica, y que el riesgo se puede cuantificar, y ajustar a tu operativa y a tu cuenta.
Que no es lo mismo invertir un 2% de tu cuenta que un 100%. O que un 200%. Que no es lo mismo invertir un 2% de tu cuenta en una operación en la que tu convicción es alta que invertirlo en una en la que tienes convicción baja. Que no es lo mismo invertir un 2% en una operación con un ratio risk/reward de 2 que invertirlo en una con un ratio de 0,7.
Descubrirás que un sistema que acierta un 40% de las veces puede ser muy bueno y que uno que acierta un 80% puede ser muy malo.
Dejarás de perder dinero.
Eso sí, de dejar de perder dinero a tener éxito hay un largo camino. El éxito no se puede enseñar. Es más, por mucho que te lo expliquen exitosos millonarios de los que no verás jamás su cuenta, curiosamente suele ir acompañado de trabajo y de sacrificio, no de pantallas ni de cenas pomposas.