Cuando todo sube parece muy fácil ganar dinero. Es cierto que últimamente la bolsa no está en ebullición, pero casi cualquiera que haya entrado tras el comienzo de la crisis tendrá su cartera en verde. Cuando se gana dinero de forma sencilla y sin dificultad, parece que es algo fácil de hacer. Sin embargo, pensar esto, suele ser el primer paso para cagarla en este blog siempre insistimos que los pilares de los buenos resultados en la inversión en bolsa son: la formación y el control mental y tratamos de que todos nuestros lectores lo tengáis muy presente.
Si escribo este artículo es porque a veces se me pasa por la cabeza que la bolsa no es tan difícil, y ese pensamiento me asusta. Por ejemplo, si echamos un ojo a Inditex, podemos ver que en los últimos 5 años su precio se ha multiplicado por 3 veces con unas expectativas en el corto y medio plazo dada su posición competitiva bastante prometedoras, me da la sensación de que las cosas son fáciles. Otro ejemplo de empresa “chollo” es Adidas, que en apenas un año ha incrementado su valor en un 130% , teniendo la convicción de estar infravalorada se ha acercado a su valor intrínseco en apenas pocos meses, algo parecido ha sucedido con algunas compañías mineras en la primera parte de este año, generando grandes plusvalías para alguno de los fondos más populares de nuestro país.
Pero volviendo al asunto, cuando todo (o casi todo) va bien, podemos llegar a pensar que somos infalibles, y para recordarme a mí mismo que no es así, en el post de hoy me gustaría hacer una pequeña reflexión de algo que leí en un libro muy recomendable, What i learned losing one million dollars, en el que el autor, un trader americano , cuenta cómo perdió casi un millon de dólares en el plazo de unas semanas, después de tener un ascenso metórico. Obviamente esta persona opera muy diferente a la gran mayoría de nosotros, pero en lo que a la psicología se refiere dice cosas con sentido. Os paso a contar de forma resumida una historia real.
Este tipo ganaba un cuarto de millón en un día. El subidón era increíble. Es, literalmente, como si esperases que Dios te llamara en cualquier momento para preguntarte si te parece bien que salga el sol al día siguiente.
Tenía una mesa especial con un pedestal de cobre que salía del suelo, y que tenía encima una enorme tabla de caoba. Era como si la parte superior de la tabla estuviera suspendida en el aire. Cuando entrabas en la oficina, todo lo que veías era una alfombra, una columna saliendo de la alfombra, y dos trozos de caoba levitando en mitad del aire, desafiando a la gravedad. Eso es precisamente lo que nuestro trader pensaba que estaba haciendo: desafiar a la gravedad. Estaba sentado en frente de la mesa, apoyado en el borde de la silla, esperando a que el mercado abriera, listo para ganar otros 50.000 dólares en un día, y pensando que mi vida no podía ir mejor. Tiene que molar bastante esa sensación, ¿no creen?.
El mercado abrió bajando esa mañana, y nunca volvería a cotizar por encima de lo que lo hizo ese viernes de agosto. Empezó a bajar ese lunes y, consecuentemente, perdía una media de entre 20.000 y 25.000 dólares al día, cada día, durante meses. La caída era brutal, con sólo algún espasmo alcista ocasional. Afortunadamente, sus clientes comenzaron a salirse. Algunos de ellos se salieron con algo de ganancias, y algunos con pequeñas pérdidas. Naturalmente, él no se fue del mercado. Yo me quedé para la gran subida.
Para mediados de octubre estaba en terreno pantanoso. No sabía cuan bajo el agua estaba, pero sabía que había perdido gran parte de su dinero. Según su posición iba empeorando, empezó a recibir margin calls. Decidió esperar un par de días para ver si el mercado subía y así no tenía que poner más garantías. Si subía, bien, si no, se pasaría los siguientes días tratando de conseguir que sus amigos le prestaran dinero. Iba a estar un par de día sin poner las garantías, pero la actitud de su broker era la siguiente: sabemos que eres un tío importante. Estás en el Consejo de la bolsa. Estás en el comité ejecutivo. Eres directivo de tu compañia, etc. Sabemos que eres bueno con el dinero. En la primera semana de noviembre estaba con la soga al cuello: perdía 200.000 o 300.000 dólares. Ni siquiera sabía cuanto era. El aceite de soja había bajado de entre 36 o 37 céntimos a 25 céntimos. Desde los máximos de agosto había perdido 700.000 u 800.000 dólares. Para empeorarlo todavía más, había pedido prestados 400.000 dólares a sus amigos.
El 17 de noviembre, uno de los directivos senior del broker fue a su oficina, y procedió a liquidar todas sus posiciones. Pasó de tenerlo todo el 26 de agosto a no tener nada el 17 de noviembre. Sin embargo, no tenía intención de dejar el trading. Es decir, no iba a dejar de jugar, iba a dejar de perder.
No perdió todo ese dinero sólo porque tuviera un método de análisis equivocado. Seguramente eso también atendría su impacto, pero había algo más que hizo que mantuviera una posición perdedora hasta el punto de llegar a endeudarse para mantenerla. Esa otra cosa es una distorsión psicológica que acompaña a una serie de éxitos, y que hizo que su ego estuviera en juego en el mercado, cosa que preparó el terreno para una pérdida desastrosa.
Estas mismas distorsiones afectaron a Henry Ford, y contribuyeron a las pérdidas de la compañía en los años 20 y 30 del siglo XX. Estas distorsiones siguen afectado hoy en día a los negocios, a los directivos y a los CEOs. el gurú Peter F.Drucker ( padre del management) afirmaba en el comienzo de los noventa que en aquellos años se habían visto enormes problemas en compañías que un día fueron dominadoras: General Motors o IBM por decir algunas, y los problemas de IBM son causados, paradójicamente, por su enorme éxito. Otra frase de Drucker dice que el éxito siempre termina por hacer obsoleto al comportamiento que lo consiguió. Aunque algunos de los factores que contribuyeron a los problemas en estos negocios se debieron a las estrategias que siguieron, hay otros factores que dependían de la decisión personal de un directivo. Este libro explora estos factores.
Personalizar el éxito es el primer paso para cometer un error desastroso. Quienes lo hacen, empiezan a considerar el éxito como su reflejo personal, en vez de como el resultado de aprovechar una buena oportunidad, estar en el lugar correcto en el momento adecuado o, simplemente, la pura suerte. La gente compieza a pensar que, el simple hecho de que ellos participen en algo garantiza el éxito. Y parece que esto es un fenómeno común. La mayor parte de las veces la gente cae porque se disparan en el pie. Si consigues no dispararte en el pie durante mucho tiempo, otra gente empezará a decir que eres un genio. La forma más fácil de perder el éxito es convertirte en alguien convencido de que es exitoso. Este convertirte en alguien convencido es el proceso de personalizar los logros o el éxito. Aprender a reconocer y a prevenir este proceso es de lo que trata este libro.
Empezando por el final, a mí si me gusta pensar que, en general, hacemos las cosas bien. No porque nos creamos mejor que nadie sino porque creo que así las cosas pueden salir mejor. Haciendo una alegoría con el fútbol, es algo así como el delantero que va a tirar el penalty y va pensando que va a fallar; lo más probable es que, efectivamente, lo falle. Y, al revés, el que va pensando que lo mete, lo más probable es que lo meta. Por eso, en general, intento pensar de una forma que me favorezca.Dicho todo esto, lo que no pienso es que lo que yo haga va a salir bien porque soy el mejor. Por ello, trato siempre de ser consciente de las cosas que pueden salir mal. Es más, también trato de estudiar mi pensamiento para ver si es el correcto o no. Por ejemplo, este post es un ejemplo, pues lo uso para recordarme a mí mismo que, aunque me hayan salido las cosas bien, hay que tomarselo con calma y que si me creo que lo haré bien siempre, lo más probable es que la líe y más en este apasionante mundo de la inversión.
Javier Flórez
@FlorezJav