Tenía pensado hacer un post sobre el Efecto Disposición, pero ayer me ocurrió algo y vengo dándole vueltas al tema... hasta que me he decidido. Así que voy a posponer para la semana que viene la entrada sobre el efecto disposición.
Os pongo en situación: ayer hablé con un potencial cliente de la empresa en la que trabajo (Cortal Consors) y lo primero que me dijo (antes del hola) fue –cuidado con lo que usted me cuenta, que llevo 40 años en bolsa...- Por un lado me hizo gracia, no sé qué moto pensaba que le quería vender (yo no soy comercial, no vivo de hacer clientes). Por otro lado me recordó algo que le pasó a uno de mis compañeros, operador de contado, que fue a echar una mano al equipo comercial en Borsadiner. En este caso había un señor que estaba mirando nuestro stand y mi compañero se le acercó y le dijo –¿desea algo?- a lo que el potencial cliente le contestó -¿qué edad tienes?- Mi compañero, amablemente, le dijo -27 años- y el señor le respondió –mira, llevo 30 años en bolsa, no hay nada que tú me puedas enseñar-. Y con las mismas, se fue.
Cuando mi compañero me contó esto, bastante triste por cierto, al principio me dio un poco de rabia. Mi amigo a sus 27 años es licenciado en Economía, Máster en Mercados Financieros, CAIA y tiene 5 años de experiencia profesional, 3 de ellos en una importante entidad financiera de Estados Unidos. Estoy seguro de que algo le podría haber enseñado. Pero después de la rabia, me entró algo de pena. Pena por el señor, por creer que alguien no tenía nada que enseñarle.
Es evidente que la experiencia es un plus, eso no lo pondré nunca en duda: que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Pero, en primer lugar, no es lo mismo experiencia invirtiendo que experiencia en los mercados. Cuando te dedicas profesionalmente a la bolsa, las cosas van mucho más rápidas y cada año que pasas 24x7 pendiente del mercado, son como 5 comprando 50 santanderes y dos daxes y escuchando Intereconomía (y lo sé porque he vivido en los dos lados). Pero insisto, no es de eso de lo que quiero hablar, que no quiero irme del tema.
Quiero hablar del orgullo. De la gran cantidad de orgullosos que regalan cada día su dinero al mercado. De lo complicado que es el orgullo como defecto humano y lo peligrosísimo que es como defecto en los mercados.
Porque eso de “tú no puedes enseñarme nada” es una cuestión de orgullo. De “yo-soy-mejor-que-tú-porque-estaba-aquí-antes”.
La palabra orgullo tiene un sentido despectivo debido básicamente a nuestra tradición cristiana, que identifica esta palabra con soberbia (el primer pecado capital para S Tomás de Aquino). Sin embargo, lo importante no es el continente sino el contenido y también hay orgullos que son correctos, como por ejemplo estar orgulloso de tu familia, o de tu amigos. Tampoco es malo estar orgullosos de nosotros: desde un punto de vista ético, es correcta la estima siempre que sea apropiada. Cuando deja de serlo y es más alta de lo que debería, hablamos de soberbia.
Pero más allá de la ética (que por desgracia, malvive en los mercados financieros) y entendiendo el orgullo en su sentido negativo, estamos ante uno de los principales defectos que se pueden tener frente al mercado (insisto, y frente a la vida, pero no estamos hablando de eso). El orgullo nos puede provocar operar con exceso de confianza y el exceso de confianza (tanto como el defecto) puede ser fatal para nuestra cartera.
Principalmente, el orgullo puede provocar que nos aferremos a una opinión que nosotros creemos correcta y la llevemos hasta su última consecuencia que en los mercados es la ruina.
Vamos a verlo mejor con un ejemplo. Vamos a imaginar que en nuestro análisis, en Marzo de 2009 vemos una señal de fuerte venta. El mercado se va a hundir con toda claridad y vamos a ver el IBEX en 150 puntos. Entonces tomamos nuestra posición en el mercado: una fuerte venta en descubierto y vamos comentando la jugada y lo bien posicionados que estamos a los cuatro vientos. Nuestro orgullo (al que nosotros llamaremos 50 años de experiencia) nos hará defender esta opinión a muerte y sin miedo, diciendo qué idiota es tal o cual analisto que opina lo contrario que nosotros.
Pasa el tiempo. El mercado no nos da la razón, pero nosotros seguimos convencidos de nuestra posición bajista mientras vemos cómo esto no para de subir. ¡Qué manipulado está todo!, pensamos, ¡éstos se quieren vender bien arriba!. Nos aferramos a todas las opiniones que escuchamos a nuestro favor, desechamos todas las que están en contra. Lo que iba a ser una operación de rápidas ganancias a corto plazo se convierte en una inversión más a largo. Ya caerá, nos decimos. Finalmente la cosa llega a un punto en el que no aguantamos más y cerramos la posición (o peor, nos la cierra el broker) con fuertes pérdidas. Pero no pasa nada. Al fin y al cabo esto era un juego. Nos defenderemos cuando nos pregunte la gente diciendo que la bolsa es una tómbola y a veces se gana y otras no. Y lo peor, es que estaremos convencidos de ello y no nos paramos a pensar que nos hemos equivocado.
En fin, otra operación que hagamos más adelante en la que consigamos unas ganancias vergonzosas ya satisfará nuestro ego...
Y al final, fíjate que he terminado hablando del efecto disposición: esto que he comentado podría ser una de sus explicaciones. Iré abriendo boca para la semana que viene: el efecto disposición es un hecho más que comprobado que se produce en bolsa (en palabras literales de G Cici, estudioso del tema de la Mason School of Business, la evidencia es “aplastante”) que consiste en que los inversores tienen una tendencia a mantener las operaciones perdedoras y a cortar rápidamente las ganancias. La explicación más habitual es la llamada “prospect theory” (lo que comentaba Khaneman y Tversky de que valoramos más una pérdida que una ganancia) pero yo no creo que esa explicación sea la correcta. La semana que viene explicaré por qué.
En fin, otro de los problemas del orgullo es que nos puede llevar a tratar de satisfacer nuestro ego haciendo cosas ridículas. Como por ejemplo, sobreoperar (overtrading) ya que cuantas más operaciones hagamos, más aciertos tendremos en número (aunque también más errores). Pero los humanos tendemos a olvidar rápidamente los errores y a recordar los aciertos. Lo leía en otro blog de Rankia hace poco: tendemos a pensar que somos mejores que los demás. En un estudio hecho en Suecia a conductores que habían tenido accidentes de tráfico graves, la mayoría pensaban que conducían mejor que la media (y eso que entre ellos había algunos que la policía había identificado como los culpables del accidente).
En fin, mucho cuidado con el orgullo. Siempre hay algo que aprender, a veces incluso del que menos pensamos que podría enseñarnos algo (y si no, no hay más que escuchar los comentarios a veces de los niños).