Si hay algo que realmente me sorprende es la facilidad que existe para la crítica en aquellos que no tienen ni idea. El tema de este artículo tiene que ver con las palabras de ayer de Warren Buffet y en general con cualquier comentario contra el “consenso” general.
Y es que de repente aparecen expertos en cualquier tema. El otro día leyendo los comentarios a un post de Marc Gené sobre el circuito de Singapur no podía salir de mi asombro. Muchos le criticaban su análisis acerca del circuito. Decían ¡qué no tenía ni idea! De repente en este país en cuatro años la gente ha hecho un máster en fórmula 1. Ahora todos saben de estrategias de equipo, del kers, de motores, de aerodinámica...
Las reacciones al comentario de Buffet de ayer eran parecidas. Uno de los comentarios que leí a la noticia fue “¿qué han fumado esos?”. Bien, yo no quiero decir que esté de acuerdo con el escenario que él plantea, ni siquiera me planteo la ética (o falta de ella) del por qué lo dice (aunque criticar de falta de ética a un multimillonario que no solo va a donar la mitad de su fortuna sino que ha convencido a otros para que lo hagan es de locos). Lo que desde luego sí que me planteo es que a lo mejor Buffet sabe un poquito de lo que habla. Solo un poquito.
Buffet no se hizo rico en la vendimia, ni vendiendo sartenes, ni montó un negocio de secadoras, Buffet se ha forrado en los mercados financieros (no menosprecio los negocios anteriores, por supuesto, me refiero a que si se hubiera hecho rico vendiendo sartenes, sabría de sartenes, digo yo). Y a mi no me importan las opiniones, los “ha tenido suerte”, ni los “si yo hubiera”. Me interesan los números. Y los de este señor en cuestión son sencillamente irrebatibles.
Por eso yo podré estar o no de acuerdo con su visión de la economía, pero desde luego no pienso ni plantearme si está loco. Creo que su opinión es mucho más respetable que la de cualquier otro, porque el pasado le avala. Ocurre lo mismo, pero al contrario, con Santiago Niño Becerra. Aunque el escenario que plantea para España es prácticamente de revolución social (una caída del PIB del 9,0% y un 30% de paro no pueden ir separados de consecuencias sociales) no tengo absolutamente nada que decir. Porque este señor no es alguien que salió de la nada para hacer un comentario. Su pasado también le avala. Estaré o no de acuerdo con él, pero no voy a ir por la vida diciendo que qué se ha metido. Más que nada porque sé que es: se ha metido muchas horas de análisis económico. Y esa droga, a mi también me gusta.
Hace un tiempo, cuando Krugman estuvo en la facultad de Sevilla se repitió la situación. Unos tipos, en un programa de debate de una televisión criticaron rayando el insulto (insulto doble: a Krugman y la inteligencia del espectador) la visión de Krugman sobre España. Unos tipos que 10 minutos antes habían estado discutiendo de educación y media hora después discutían de ciencia. Gente que, por supuesto, ni eran pedagogos, ni eran economistas, ni eran científicos. Pero aún así no les importaba en absoluto criticar el escenario macroeconómico de un premio nobel. De vergüenza.
Insultar o criticar es sencillo, gratis y ahora gracias a internet, también anónimo. Pero qué podemos esperar de una sociedad que critica a sus maestros sin ninguna vergüenza y sin tener ni la menor idea de lo que habla. Si nos ponemos a buscar otros ejemplos da hasta miedo (lo del primo de Rajoy, los entrenadores deportivos, etc).
En fin, está claro que siempre hay alguien que sabe menos que nosotros, pero desde luego, siempre hay alguien que sabe mucho más. Por eso a veces es mejor aplicarse el cuento ese de que más vale estar callado y parecer idiota que abrir la boca y demostrarlo.