Estamos pensando en hacer algo con un dinerillo que nos sobra. No nos decidimos entre Iberia o Iberdrola, hemos oído cosas muy buenas de ambas. Así que decidimos jugarlo a cara o cruz. Sale cara que es Iberdrola. Así que ponemos una orden de compra en IBLA… Tiempo después, escuchamos en las noticias que Iberdrola está perdiendo un 45%. No como Iberia, que gana un 45%. ¡Qué mala suerte! – pensamos. Vamos corriendo a cerrar nuestra posición, tristes y cabizbajos cuando nos damos cuenta de que… ¡estamos ganando dinero! Por error habíamos puesto IBLA, que es el identificador de IBERIA. El de Iberdrola es IBE. Un error de novato que nos ha salvado el pellejo. ¡Qué buena suerte! –pensamos.
¿Existe la suerte? Esta es una de esas preguntas que dependerá mucho de a quién se la hagas.
El hombre, desde que es hombre, cree que la suerte existe. Adapta todo tipo de objetos, situaciones, rituales y hechos fortuitos a la percepción de una mayor o menor suerte. Así el amarillo es mala suerte, las herraduras son buena, romper un espejo es mala, tocar una estatua buena…
Dejando de lado el tema supersticioso, se puede abordar la pregunta desde un punto de vista más científico.
Matemáticamente la suerte no existe. Las matemáticas no entienden de suerte sino de probabilidades. Si invertimos en un valor al azar, la probabilidad de ganar o perder no estará en función de nuestra suerte, sino de una probabilidad que estará condicionada a la suma de una serie de factores, algunos de ellos (a veces todos) fuera del alcance de cualquier posible predicción.
En contexto con lo anterior podemos caer fácilmente en dos errores. En razonamientos como la falacia del jugador (han salido 7 rojos seguidos, apostaré todo al negro, que tiene más posibilidad de salir) la mente trata de ordenar los datos que recibe, negando la impredicibilidad de los sucesos aleatorios. En razonamientos como la falacia “post hoc” (cuando ocurre A ocurre B, luego A causa B), la mente confunde correlación con causalidad. Las dos falacias las comenté ya en este post (que por cierto, el pulpo ha muerto, viva el pulpo).
Pero el problema es que cuando las matemáticas se aplican al ser humano, entonces sí que aparece la suerte. Hay pocas posibilidades de que te toque la lotería, eso está claro. Pero que le pregunten al que le ha tocado si lo que tiene es o no tiene suerte.
Así, desde un punto de vista humano, la suerte sí que existe. Freud, por ejemplo, pensaba que dependía exclusivamente de la actitud de la persona ante los sucesos aleatorios. El mismo hecho en dos personas diferentes podría ser considerado por una como buena suerte y por otra como mala.
Pero sin duda, es el psicólogo especializado en “rarología”, Richard Wiseman, quien ha aportado los datos más reveladores sobre el tema. Para preparar sus experimentos, Wiseman decidió hacer un gran grupo de personas dividiéndolos en dos subgrupos, los que decían tener suerte y los que decían no tenerla. En su primer experimento probó con jugadores de lotería, para ver si los que aseguraban tener suerte conseguían algún tipo de resultado especial. Los resultados del experimento fueron los esperados, es decir, que no había mayor probabilidad de que les tocase un premio a aquellos que aseguraban tener suerte. Con ello probaba que matemáticamente la suerte no existe. Tal y como comentábamos antes, no depende de nuestra suerte que un valor suba o baje. Ni siquiera de que nos consideremos o no afortunados.
Ahora bien, en otro de sus experimentos, pedía contar las imágenes que tenía un periódico. El truco estaba en que en la segunda página, en un anuncio a media página (es decir, grandecito) se leía: pare usted de leer, en este periódico hay 27 imágenes. Los resultados del experimento son sencillamente geniales: la gran mayoría de las personas que decían tener suerte tardaban en resolver la pregunta unos segundos. Hasta aquí normal. Sin embargo, la gran mayoría de aquellos que decían tener mala suerte tardaban varios minutos en dar el resultado.
Pero hay más, otro experimento consistía en plantear el siguiente caso: Les hacía imaginar que trabajaban en un banco y un atracador les disparaba en una mano, dejándosela inútil. La pregunta era, ¿creían tener buena o mala suerte? Los que decían tener mala suerte, por supuesto, decían que era malísima suerte perder una mano. Los que decían tener buena suerte en cambio aseguraban que era muy buena suerte que no hubieran perdido la vida.
Es decir, la suerte es una cuestión de actitud ante la vida (tal y como ya predijo Freud). De cómo vemos las cosas. Es cierto lo dicho en la Eneida: “la suerte es para los osados”. Aquellos que están más abiertos a nuevas experiencias y a conocer gente nueva y nuevos lugares, tienen obviamente una mayor probabilidad de estar “en el sitio adecuado en el momento adecuado”.
Si uno va siempre mirando al suelo, antes o después encontrará una moneda.
Cuando entramos en el mundo de las inversiones, lo mejor es no dejar nada a la suerte y dejarlo todo a las matemáticas. Lo anterior no significa no hacer todo lo posible por poner las matemáticas de nuestra parte. Tendremos muchas posibilidades de “tener más suerte” si entramos al mercado con un plan de trading (o de inversión a largo plazo) que nos ayude a averiguar el riesgo del mercado, y que ponga puntos claros de salida a nuestra estrategia, tanto cuando es errónea como cuando es acertada: análisis (del riesgo, no del futuro, predecir el futuro es imposible) y money management. Esos dos grandes desconocidos del inversor particular.
No es casual, por lo tanto, que Lei Feng y Mark Seaholes, en su trabajo sobre el efecto disposición, descubrieran que la diversificación en los productos utilizados predispone un 67% menos al efecto disposición y que la experiencia atenúe el 72%. Diversificando ponemos a nuestro favor las matemáticas. Y la experiencia no solo se adquiere “con la experiencia”. La experiencia incluye compartir conocimientos con otras personas, estudiar, experimentar…
En fin, que la inversión nos exige una actitud positiva. En el caso de que nos dediquemos al trading, no debería preocuparnos una mala racha de pérdidas (más allá de lo normal). Nuestro sistema debería estar preparado para ella y al fin y al cabo las tendencias de ganar y perder forma parte habitual de una estrategia de operaciones muy seguidas.
P.D. Estuve pensando poner un trébol de cuatro hojas como imagen del post… sin embargo creo que no es el mejor momento para asociarlo con la suerte.