La iniciativa de Viena surge como respuesta al problema que se crea entre los bancos extranjeros en el caso de un default de deuda pública de un país: Los bancos no saben cuál será el primero que abandone el país, pero todos saben que no quieren ser el último (ver dilema del prisionero).
Concretamente, esta iniciativa aparece en 2009, durante la crisis de deuda de los países de Europa Central y del Este.
Así, los principales objetivos de la “Iniciativa de Viena” son prevenir una salida descoordinada y a gran escala de los diferentes bancos presentes en la región, asegurar que la matriz de los bancos mantiene su exposición a la deuda del país afectado, asegurar la recapitalización de las oficinas de la región y consensuar las medidas para la salida de la crisis. Por tanto, la “Iniciativa de Viena” crea un marco para tratar los problemas derivados de la crisis de deuda de la Europa Central y del Este de forma consensuada. Los bancos reciben liquidez y determinadas ayudas a cambio de mantener la exposición en los países afectados por la crisis de deuda.
La iniciativa de Viena ha sido un éxito. Podemos verlo, por ejemplo, en la evolución de los CDS sobre algunos de los países donde se ha empleado (Hungría, Rumanía, Letonia).
Dado este éxito, se pretende trasladar esta solución al caso griego. En este sentido, la exposición de los bancos de diferentes países a la deuda griega, de acuerdo al BIS es la siguiente:
Gráficamente, que queda siempre más bonito:
Y finalmente, como resumen, para ver la exposición total de los bancos a la deuda griega:
Existen sin embargo dudas de que una iniciativa así funcione en el caso griego, a pesar de las voces a favor de una solución en este sentido (por ejemplo este mismo lunes, JC Trichet y V. Constancio, presidente y vicepresidente del BCE).
A pesar de lo anterior, es complicado pensar en una salida no negociada entre el sector público y el privado. De hecho, el plan de rescate portugués ya incluye una claúsula de este estilo.