Los mercados financieros son bastante eficientes. Los precios de los diferentes activos suelen recoger de forma bastante efectiva todas las probabilidades y normalmente es prácticamente imposible batir a la media del mercado de forma consistente. Las nuevas noticias aparecen de forma aleatoria, por lo tanto son impredecibles salvo que dispongamos de información privilegiada, y suelen distribuirse a la vez a todos los participantes del mercado (o por lo menos, a todos los que tienen poder para ajustarlo).
Así, diferentes estudios (por ejemplo Pierce and Roley acerca de los datos macro en 1985, Jain en 1988, o Chan en cuanto al efecto en los valores individuales en 2003) demuestran que el ajuste total de las noticias inesperadas suele tardar entre unos segundos y unos pocos minutos. Todo lo anterior es más cierto cuanto más líquido y transparente es el mercado, y cuanta más información maneja.
Sin embargo, a veces, el mercado se equivoca en la percepción de los riesgos. A veces pasa varias veces al día. Otras solo en toda la semana. A veces los mercados pasan meses sin equivocarse. Pero antes o después llega el error. Y entonces, el trader, se aprovecha. Como diría J. Rogers, el trabajo de un trader es estar sentado mirando la acera, esperando que alguien se le caiga un billete, para recogerlo. Mientras tanto, el trader sólo puede observar la acera.
No es necesario, por tanto, mantener una posición abierta continuamente. Los mejores, sean del estilo que sean (así inversores con estilos tan diferentes como E. Seykota, G. Soros, P. Lynch, W. Buffet, A. Kostolany…) coinciden en algo: haber estado periodos largos con una cantidad alta de efectivo. ¿Por qué? Porque sencillamente no encontraban dinero tirado en la acera. Porque el mercado no se confundía en la apreciación de los riesgos. Cuando el mercado ajusta el riesgo correctamente en el precio de un activo, la única forma de buscar una rentabilidad mayor es asumir más riesgo. Sin embargo, cuando ocurre una de esas veces en las que el mercado se equivoca, para el mismo nivel de riesgo, dos activos tienen rentabilidades diferentes. Y esa es la única oportunidad que existe de hacer dinero en el mercado. Porque, para obtener la misma rentabilidad que la media no vale la pena perder el tiempo en análisis y basta indexarse.
Existen multitud de estrategias para comprobar si el mercado está sobrevalorando el riesgo de un activo con respecto a otro que tenga el mismo riesgo. Por sencillez, suele utilizarse el análisis técnico, aunque no son muchos los operadores que emplean técnicas de valor relativo. Con divisas, algunas técnicas de valor relativo suelen tener resultados muy interesantes, como por ejemplo calcular el nivel de RSI de diferentes monedas (primero en cuanto a su valor efectivo ponderado por exportaciones y después respecto a otros pares de monedas) para averiguar así la fortaleza relativa de unas frente a otras. También podemos basarnos en el análisis fundamental o en el análisis macro, si bien normalmente es mucho más complicado. En primer lugar porque el número de variables que entran en juego son enormes. En segundo lugar porque dichas variables suelen estar correlacionadas unas con las otras, de manera que el cambio de una sola puede variar todo el escenario. Por ello, para poder realizarlo correctamente necesitamos más tiempo y más medios que para el técnico. En cualquier caso, la mejor idea es una combinación de los dos. Por mucho que nos guste el técnico, no podemos ni debemos obviar los fundamentales que mueven y dibujan los gráficos. Muchas veces, saber por qué ocurre es una ventaja que nos permite encontrar dinero en la acera.
No obstante, usemos la técnica que usemos, solo una cosa nos permitirá alcanzar el éxito: la paciencia. La paciencia es la actitud que nos ayuda a soportar dificultades para poder conseguir algo en el futuro. Con paciencia renunciamos a algo ahora para disfrutar algo superior más tarde. Con paciencia se han levantado murallas y se han escalado las montañas más altas. La paciencia y la curiosidad –y no la codicia, como defendía el célebre Gekko en la película de Wall Street- son las bases de la ciencia y del desarrollo del hombre.
En los mercados financieros es fácil perder la paciencia. La adrenalina con la que nuestra mente premia al estado en que el cuerpo entra antes de dar un paso hacia la incertidumbre nos incita a operar. El dinero nos quema en la cuenta. Nos cuesta observar los riesgos, inflamos las características positivas de la decisión que vamos a tomar. Lo que en otra ocasión, o en la cuenta de pruebas sería algo modestamente apropiado, se convierte en algo seguro. Cuando nos encontramos así, lo mejor es no operar. Cerrar el ordenador, salir a dar un paseo. Dormir, hacer deporte. Y volver con la cabeza fresca. Lo contrario será poner en riesgo nuestra principal herramienta de trabajo: el dinero. Nos convertiríamos en un caballero sin espada, en un país enemigo.
No pasa nada por no ser un scalper. Solo para superar las comisiones necesitamos que nuestra operación sea acertada, por lo menos hasta hacer break-even. Esto significa que todas nuestras operaciones en el mercado empiezan en pérdidas. Es importante recordar esto. No debemos descuidar nunca el money management, y para complementar la paciencia es especialmente esencial el control del riesgo que asumiremos en cada posición (position sizing). No podemos finalizar, de ningún modo, un análisis, sea cual sea, sin saber exactamente qué dinero pondremos en juego en la misma.
A veces parece que decir esto es incidir una y otra vez en lo mismo. Pero es que parece que a los inversores les cuesta entender que tan importante como el análisis es el money management. Personas con una gran intuición no han sobrevivido al mercado por no tener una estrategia de control monetario adecuada. En este sentido, podemos aprender mucho de los jugadores profesionales de póker. No son grandes jugadores solo por acertar las personalidades de los miembros de la mesa, sino porque saben medir las apuestas que realizan en cada mano. Y esa es la única fórmula del éxito.
Para terminar, nada más apropiado que las palabras de R. Kipling: “Si puedes mantener la cabeza cuando todos a tu alrededor pierden la suya y por ello te culpan, si puedes confiar en ti cuando de ti todos dudan, pero admites también sus dudas; si puedes esperar sin cansarte en la espera […] Si puedes arrinconar todas tus victorias y arriesgarlas en un cara o cruz, y perder, y empezar de nuevo desde el principio y nunca decir nada de lo que has perdido […] entonces tuya es la Tierra y todo lo que en ella habita, y -lo que es más-, serás un Hombre, hijo mío”.