Erase una vez....
Érase una vez un agricultor, un ganadero y un banquero.
El banquero proporcionaba liquidez al ganadero para que comprara semillas y alimentar su ganado, a la vez que lo hacía al agricultor para que pagara el agua, abonos y demás.
Un día el agricultor decidió comprarse una mansión para vivir en el campo, pero claro, necesitaba hacerse notar y que los de su pueblo lo llamaran “el rico”, con lo que la mansión tenía 7 habitaciones, 4 baños y 5 salas de estar, y pidió un crédito al interés que fuera, ya que no tenía problemas puesto que no había ningún agricultor alrededor que le hiciera sombra ypuesto que su negocio era casi un monopolio. Aún así podía pagarlo con 50-60 años de plazo.
Ganaba lo suficiente para hacerse cargo de él, y si el director se ponía chulo, él lo era más porque sacaría su dinero del banco y la oficina se iría al traste, con lo que su puesto de trabajo también. ¡Qué se pensaba ese hombre con quién hablaba!, uno que se pasa el día en una oficinita tocando su lápiz…
Al ver eso, al ganadero no quería ser menos que este y decidió comprarse una mansión con 3 habitaciones más, 6 cuartos de baños y más grandes aún que el del agricultor. ¡Qué se había pensado este!. Si se endeudó a 60 años, él lo haría a 70. Total, si al final con lo que ganaba, en menos de 30 podría pagarlo.
Un día llegaron las lluvias, las riadas, y el agricultor se quedó sin cosecha, así como el ganadero sin pastos, con lo que se le murieron las ovejas.
Estaban en la ruina y debían pagar las deudas con el banco. No hay problema. Le pedimos dinero al banco y con ello reflotamos el negocio volviendo a comprar animales y semillas. Además le piden más para comprarse otra finca y agrandar su negocio.
Pero el banco ya tiene muchas deudas con ellos y decide primero cobrar.
¿Pero qué te has pensado? Danos dinero y luego hablamos. Y si te pones tonto te devuelvo la finca y te la quedas, ya que la culpa la tienes tú por habernos dado el dinero.
-el banquero- Pues si la tengo yo, haré lo que me acabas de decir. No os daré el dinero.
Pues la culpa de que estemos arruinados la tendrás tú por no darnos el dinero
-el banquero- Entonces cómo quedamos.¿La tengo yo por haberos dado el dinero?, o la tengo yo por no habéroslo dado?
Como no sabían que contestar se inventaron una palabra nueva, “dación”, y deciden ponerle las llaves de las mansiones en la mesa para que las coja y así saldar EL ERROR QUE COMETIERON ELLOS al pedir algo que en un momento podían pagar, y que ahora no, a lo que el banco decide obviamente no acceder.
Moraleja… que cada palo aguante su vela.