en este articulo de la misma pagina viene un poco mas explicado...un abrazo jexs.
Acabemos con la reserva fraccionaria
BIOGRAFÍA
En su columna Monetae mutatione, Antonio España (Málaga, 1973) combina la aplicación del instrumental analítico desarrollado por la escuela austriaca de economía con su personal apreciación de los hechos económicos y monetarios que periódicamente sacuden la economía en forma de ciclos económicos. Casado y con tres hijos, Antonio España es Ingeniero de Telecomunicación por la Universidad de Málaga, MBA por el IESE y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos. Con una importante trayectoria profesional como directivo y consultor de negocio, actualmente trabaja asesorando a grandes compañías en estrategia y operaciones, aunque las opiniones y tomas de posición expresadas en este blog son exclusivamente suyas.
Antonio España.- 04/10/2011
¿Qué les parecería a ustedes si le piden a un amigo suyo que les deje una plaza de garaje para guardar su coche y éste aprovechara para montar un rentacar con su coche y el de otros amigos incautos, alquilándolos los ratos que ustedes no hacen uso de él? Pues eso es exactamente lo que hacen bancos y cajas con el dinero que depositan en sus cuentas corrientes gracias al privilegio que a ellos, y sólo a ellos, les concede el poder político. Y de esto es de lo que quisiera hablarles: de la reserva fraccionaria y de los problemas que origina.
Porque el problema fundamental de nuestro sistema financiero no es que unos gestores más o menos capaces hayan arriesgado el dinero de sus accionistas invirtiéndolo en préstamos que, una vez estallado la burbuja y entrado la economía en crisis, es dudoso que vayan a recuperarse en la vida. Si ello fuera así, bastaría con liquidar las empresas quebradas y sin visos de recuperar su viabilidad. Los accionistas y los acreedores habrían perdido el dinero invertido, sí pero, ¿acaso no tienen riesgo todas las inversiones? Díganme una inversión sin riesgo que allí pondré mis ahorros -y, por favor, no me digan que la deuda pública-.
La cuestión es que lo que han arriesgado los gestores de bancos y, sobre todo, de esas cajas de ahorros semipúblicas de nuestro sistema financiero —aquel que fue de la champions en los días de vino y rosas— no es el dinero invertido conscientemente por los accionistas y bonistas de estas entidades, sino el que han depositado en sus cuentas corrientes los señores clientes, ajenos al hecho de que el dinero de sus nóminas, según lo ingresaban en la ventanilla de su banco o caja, salía en dirección a un promotor en forma de préstamo hipotecario. Eso era antes, porque hoy en día ese mismo dinero va a títulos de deuda pública o, más recientemente, a préstamos al FROB para recapitalizar cajas de ahorro en apuros.
Y el problema entonces no es sólo de accionistas y acreedores, sino de muchas familias que, sin ser conscientes de que su dinero estaba siendo arriesgado en operaciones de crédito más o menos estudiadas, pueden verse de la noche a la mañana sin blanca si su banco o caja quiebra. Y todo ello por culpa de la reserva fraccionaria.
¿Qué es la reserva fraccionaria?
Expresado de manera muy simplificada, el sistema de reserva fraccionaria es el que permite a las entidades financieras dedicar a inversiones y préstamos el dinero que sus clientes depositan en sus cuentas corrientes, estando obligados únicamente a mantener una fracción de los mismos a modo de reservas mínimas para atender las disposiciones de efectivo de sus depositantes. Esta fracción es la que comúnmente se conoce como coeficiente de caja. En la zona euro la fija el BCE desde 1999 y en la actualidad es tan bajo como un 2%.
No cabe duda de que se trata de un privilegio fruto de la alianza secular entre el estado y los bancos y cajas merced al cual éstos pueden incurrir en apropiación indebida, conducta tipificada en el artículo 252 del Código Penal, sin ser por ello perseguidos: «los que en perjuicio de otro se apropiaren o distrajeren dinero, efectos, valores o cualquier otra cosa mueble o activo patrimonial que hayan recibido en depósito, comisión o administración, o por otro título que produzca obligación de entregarlos o devolverlos».
El que los gestores de una entidad puedan dormir por las noches con tan sólo un 2% de los depósitos de sus clientes en caja se debe a que, por la ley de los grandes números, es muy poco probable que sus clientes demanden de forma simultánea una cantidad total superior a esa fracción. Y si puntualmente lo hacen, siempre pueden acudir a otros bancos, al mercado interbancario o, en última instancia, al banco central, para obtener temporalmente la liquidez necesaria. En todo caso, si todo marcha bien, al día siguiente habrá nuevos ingresos de sus clientes en sus cuentas corrientes que contribuyan a restituir la normalidad —y así poder devolver el préstamo a corto plazo.
El problema es cuando la cosa no marcha bien y las inversiones y préstamos, realizados con más criterio político que de negocio, no les han ido bien a las cajas de ahorros, el resto de bancos se niegan a ofrecerles liquidez —se cierra el interbancario— y no son capaces de captar nuevos depósitos por muy alto que sea el tipo de interés ofrecido. Es entonces cuando al banco central se le acaba la paciencia e interviene: recapitaliza las entidades —que es un eufemismo para no confesar que las nacionaliza— y sustituye a sus gestores. Todo para evitar el mal mayor, ese fenómeno altamente improbable pero de altísimo impacto que es el temido y destructivo pánico bancario —el cisne negro en terminología de Nassim Nicholas Taleb.
Los efectos expansivos del crédito de la reserva fraccionaria
Pero aparte de ser un fraude, legitimado por el estado, pero fraude al fin y al cabo, la reserva fraccionaria interfiere gravemente en el mercado de dinero y de crédito, siendo una de las principales causas de los ciclos económicos de boom y depresión.
Esto lo explica excelentemente el profesor Huerta de Soto en su libro Dinero, crédito bancario y ciclos económicos. En esencia, los bancos y cajas actuando dentro del sistema financiero y operando con reserva fraccionaria, pueden multiplicar, en forma de créditos respaldados por nuevos medios fiduciarios, varias veces los depósitos iniciales de sus clientes. Todo ello partiendo de la nada.
Esta multiplicación de los depósitos es equivalente a la emisión de billetes de banco sin respaldo porque los depósitos a la vista son, a todos los efectos, sustitutos monetarios perfectos: los utilizamos a diario para que nos ingresen la nómina, para domiciliar recibos varios, para pagar con nuestra tarjeta de débito, o para extender talones. Dicho en plata, equivale a la falsificación de moneda pero sin consecuencias penales por obra y gracia del privilegio comentado.
Cuánto se multiplican dependerá del coeficiente de caja vigente, pero para hacernos una idea, si el coeficiente fuera del 10% se podría multiplicar hasta por 9 veces. Ni la impresora más veloz de la Casa de la Moneda es capaz de generar tanto dinero con tanta eficiencia.
Las consecuencias perniciosas de la reserva fraccionaria
La reserva fraccionaria origina, pues, la concesión de préstamos que no están soportados por el ahorro —recuerden que el ahorro es lo que hay disponible para prestar/invertir— de modo que esta expansión artificial del crédito nos lleva de nuevo a falsas estimaciones sobre los recursos realmente disponibles, induciendo errores de inversión generalizados.
Cuando se descubren los errores cometidos, sucede justo el proceso inverso a la multiplicación. (1) La liquidación de inversiones y devolución de los préstamos, (2) el incremento de la morosidad y los créditos impagados, (3) la mayor prudencia de los bancos a la hora de prestar y (4) la retirada de fondos de los depositantes, que prefieren mantener una mayor parte de su dinero fuera del sistema bancario, actuarán justo en sentido inverso, revirtiendo la expansión previa y produciendo una deflación contra la que nuestras autoridades monetarias llevan ya para cuatro años luchando con tanto denuedo como poco éxito.
En definitiva, si en mi último artículo criticaba la manipulación del dinero por parte del poder político por generar graves distorsiones en la economía real, no puedo sino criticar el sistema de reserva fraccionaria y proponer su abolición —si bien de forma gradual y controlada— para evitar crisis venideras.