O podemos ir a la frutería o pescadería o carnicería de nuestro propio barrio con el cesto de toda la vida, que entre otras cosas es mucho más cómodo y no hay que compar o reciclar ni una sola bolsa. Y con toda probabilidad los alimentos sean mucho más frescos. Es decir sean mucho más nutritivos y hayan venido de muchísimo más cerca.
Con lo que el impacto es doblemente positivo: no nos hará falta coger el coche, que se traduce en mucho menos gasto, más tiempo para nosotros y únicamente compraremos aquello que de verdad nos haga falta o queríamos. Algo que nunca incluimos en el precio de la compra cuando nos desplazamos al hipermercado: gastos de desplazamiento, tiempo del desplazamiento, superficies diseñadas para consumir, impersonalidad, desatención, productos de peor calidad y mayor precio etc.)
Y probablemente (esto es sólo probable)estemos contribuyendo al desarrollo de la economía local. Si voy a la pescadería y compro boquerones de Peñíscola es mucho mejor que si compro un filete de Panga de China o Tanzania.
Volviendo al tema de las bolsas, no hace tantos años que lo hacíamos, yo todavía conservo y utilizo la bolsa de pan mi madre bordó hace unos quince años y es tan preciosa y útil como lo ha sido siempre, lo digo más que nada por lo de las tan onmipresentes modas.
Por si alguno le interesan este tipo de reflexiones, les recomiendo un libro interesantísimo sobre el impacto de la globalización en el sistema alimentario mundial: "Obesos y famélicos" de Raj Patel.