Las aguas dulces que discurrieron por poco más de dos años por los innumerables meandros del rio que fue transitando CAR, algunas veces mansas, otras bravas, casi siempre oscuras, ya han desembocado en el inmenso reino de Neptuno. ¡Oh mar!
Su corto recorrido nos lleno, a veces, de esperanza cuando daba sus primeros pasos y a veces, las mas, de los oscuros desalientos que desprendía en su carrera, ansiada y loca de velocidad en busca de su amo. ¡Oh mar!
Demasiados barrancos profundos y demasiado angostos, acabaron por difuminar la pureza y la luz que la embargaba en la fuente que le dio la vida.
Ahora, se funde con el océano y le entrega, cual doncella, su dulce sabor y acata, cual esposa fiel, el amargo salitre del reino al que pertenece.
Oídos sordos hizo al carretero, que al verla pasar le gritaba desde la orilla, ¡ no hay que llegar primero, hay que saber llegar!
Pecó, en su camino, con todos los pecados capitales, y ni en una sola virtud ha reparado. Ni castidad ni templanza. Ni generosidad ni diligencia. Ni paciencia ni caridad y tampoco humildad.
Añorará ahora aquellos remansos de placidez por los que transito lenta y sosegada cuando niña?
Se sentirá culpable de oír y no haber escuchado al carretero.?
Le echara la culpa a la fuente por haberla parido?
Que hará, ahora dispersa?. Donde andará buscando consuelos.? Que, le pedirá al Dios Neptuno de PwC?.
Nunca lo sabremos, porque ya es Océano.