Re: Cuentos y Cuentas de CARNAVAL
Cuentos y cuentas de CARNAVAL
(Aunque hoy día, casi todo son caretas y todos carnaval en la vida)
Erase una vez una niña
Apareció ella hace años, silenciosa pertinaz, en una aldea de este cruel mundo de la impostura, sin que nadie lo hubiese notado. Con nombre de mujer la bautizaron y por ser hija ilegal, de apellido se le puso un número. Transcurría el mes de Octubre, cuando, según consta en el Libro del Registro de la Propiedad, adquirió una parcela en el pueblo. Nadie se enteró porque nadie lo advirtió. Eran tiempos turbulentos aquellos en que, la fiebre del oro ya había explotado en la cara de muchos y que pocos meses atrás gastaban en alcohol la pepita recién cobrada. Provocó el ingente ir y venir de nómadas conocidos y no conocidos en la aldea, plañideros unos, esperanzados otros, amén de los necesarios del “ya lo decía yo”. Los mas, de maneras que la aldea semejaba hormiguero que con tal disparidad de creencias, los asesinatos se producían a diario. La cuestión duró largo tiempo, y aun perdura. La realidad es que aquella explosión, continuidad de otra no menor, terminaron ambas en abultadas bolsas de oro para los pocos que mandan y dirigen, obtenido a costa de las lágrimas de Arquitectos Ingenieros Artesanos Carpinteros, albañil y labrador… que rememoraban así otras épocas, iguales de nefastas, ocurridas por el siglo XIX allende los mares. La patraña, era antigua y mil veces versionada. Las pistolas, siempre las tuvieron aquellos. Y la humanidad, nunca aprende.
El secreto de los “ladrones” es que ellos aleccionan y educan la prole para que no aprendan por cabeza ajena. De esta forma, nadie se escapa en este mundillo de ser atropellado por la justicia que ampara solo a los más fuertes. Siempre habrá porque luchar, aunque se antoje inútil. Siempre habrá perpetuación de ambas dos especies que generaran una de ellas un poco de savia nueva para el engaño y la otra, ingentes cantidades de savia a granel a la que nunca le rompieron los dientes que produce la clientela masificada ideal y propicia, porque robar a poquitos es lo más rentable si lo haces muchas veces a muchos. Ya nos lo recordó claramente la sagaz Lola cuando sus problemas con hacienda, pidiéndonos una peseta a cada españolito.
Volviendo a la niña de apellido numérico.
La nena, ni marcó su parcela ni se dio a conocer en el pueblo hasta casi 3 años después. Era primavera y finalizaba del mes de abril. Extraño comportamiento el de la criatura el haber adquirido parcela con tanta anticipación para mantenerla en absoluto barbecho. Y no pudo ser por especulación, porque parcelas en esta aldea hay para dar y tomar y su precio es constante y gratuito. ¡¡ snifffff !!.
Lo hizo sola sin dirigirse a nadie, con 1 efímero “paseo” por la calle principal del pueblo, del que pasó absolutamente desapercibida, tanto por el ajetreo de personas de aquel entonces como de su neutra puesta en escena. Nadie se podía imaginar ni su filiación ni sus procedencias ni sus fines. A nadie le importaba. Simplemente era uno más, sin pena ni gloria. Paseó 4 veces más en Mayo siguiente a razón de muy cortos paseos, también solitarios, a razón de uno por día. En junio, de nuevo un recorrido solitario por la aldea, y aunque neutra, taciturna y antisocial se veía que quería empezar a sonar. Pero desapareció de nuevo. El calor, se nota que no le es propicio y siendo así, no regresó a sus aislados paseos hasta el Otoño, y así en el mes de Octubre lo hizo con dos paseos. Para entonces volvía a estar en el olvido de la aldea. Una nueva aparición en Noviembre y otro más ya en enero de este año. Hacía tiempo aún caluroso en el suave invierno. Nadie la extrañaba y nadie le acompañaba en su corto caminar.
Y como la paciencia es madre de ciencia, y todo llega, acaba llegando el San Martin a cada cerdo. Por fin, llegó el invierno del invierno y pintó la aldea de blanco. Eso, al contrario que los osos hibernantes, despertó pletórica a la niña numérica. Ocurrió un 5 de febrero.
Por Santa Agueda. Agueda de Catania que, entre otras, también ofreció su virginidad a Jesucristo y más tarde, resultó torturada. "Cruel tirano ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?". Contrariamente con esta niña nueva, Santa Agueda permaneció virgen. Y se dirigió por vez primera, cordial y colaborativa, a un caminante habitual del pueblo. Error aparentemente grave de la niña, pero imprescindible y necesario a sus fines, sabedora de que cuando el caminante asiduo desconfiaba o se enfadaba provocaba manantiales caóticos, terremotos, hundimientos y naufragios. Pero no fue así.
El era griego, y solo el griego en toda la aldea, a pesar de que todos los habitantes habían oído la declamación de la chiquilla, extrañado de la interpelación directa que en epístola inusitada le hacia la chiquilla, encendió luz ámbar y observó doblemente extrañado algunos, (demasiados) deslices en su breve discurso por lo que, con la debida cordialidad, le reclamó justificación a sus palabras. Le respondió la sagaz niña aportando, sin texto, una primera referencia de pagina web como pretendida prueba de sus declaraciones y que, curiosamente la inculpaba más aun. ¡¡ que extraño!! Mucho. Incluso más. Todo era impostado en el guión para obtener llegar al caos final de la explosión, que al final no hubo, del griego que a esas horas ya tenía luz roja en intermitente.
Respondió el aludido haciendo gala de su personalidad ciertamente poco tendente a la falsa pleitesía, detallándole, exento de agresividad que supo que pretendía la nena, las notorias diferencias, que ella mismo aportaba en la prueba, de la realidad con sus 4 afirmaciones.
Rauda ella, no tardó en sacar conejo de chistera, que tenia escondido desde el principio, justificando una sola de las 4 mentiras/tergiversaciones de su charla, pidiendo además la absolución de las otras tres, tratando burda mente de justificarlas diciendo que más de 3 eran 10. Sin duda en ello lleva razón, si no fuera porque no tiene cabida en el contexto que el 3, que sí que es más que 10 lo convierte simplemente en provocación porque sobradamente sabe que donde dijo 3 debería decir 10 pero dejando una salida burda como la que adujo como propia exculpación..
Le volvió a responder por última vez , el ateniense informándole no estar investido del poder divino de perdonar, pero le concedía disculpas por segunda vez a sus errores, eso sí, sin apearse de que su entender manifestado de contrario y seguía manteniéndolo intacto. ¡Que no se diga que en la aldea anidan odios!
Contra todo pronóstico, después de las intercambiadas epístolas, correctas políticamente, la Santa no se pudo contener mas en expresar su calculada maldad concebida, y pasó directamente al crudo escarnio. Y después calló.
Y calló también el griego en la plaza pública, aferrándose más aun a su inicial extrañeza desde la primera vez que la Santa le había dirigido palabra. De esta manera, reunió consejo y pidió enviar mensajeros privados y doctos muchachos en la materia del software por todo el orbe de la aldea y más allá hasta los confines de las nubes...
Fue en breve plazo que llegó la respuesta justificada. Con pruebas irrefutables. En firme y sin apelación, ha sido lo fallado el caso. Y como a cada cerdo, le llegó su San Martin. La niña no es tal niña. Sólo es un trozo de madera. Pinocha ella en una nueva versión de Geppetto, tallada en el poco y mal amueblado taller que habita en la sesera del carpintero.
El maestro tallador, en esta ocasión burdo aspirante a Geppetto, habita, cual Verbo, desde tiempo ha entre nosotros.
De todas partes se regresan las personas, de todas menos del ridículo. No es el caso porque el nuevo Geppetto no es persona. Su alma también es de madera. Madera tan carcomida que ya no es recuperable con fungicidas. Solo el fuego purificador de las brujas gallegas le dará descanso a todos. Así que no descarte nadie que, mientras no ocurra su cambio de aldea, la resurrección de la criatura Pinocha no sea realidad. El nuevo Geppetto seguirá tallando y tallando hasta que lo ahoguen sus propias virutas.
Tremenda decepción, eso sí, silente entre todos los escasos parroquianos de la aldea y de todas las clases foráneas que visitan la localidad, porque la mayoría confiaban en la persona grácil y sincera de la que resultó ser Pinocha. Para eso, la bautizaron en su creación, como niña con número de serie. Ese número puede ser premonitorio de más muñecos en serie. Curioso resulta que nadie más, en la actual y ya vacía aldea de buscadores del otrora ficticio oro prometido y con escasísimos turistas que visitan el pueblo por el solo morbo de contemplar en silencio los aun rojizos rescoldos del incendio ocurrido, se haya ocupado de la postverdad. Digo curioso y no extraño, porque hace mucho que la aldea está en manos de 3, a veces 4, parte de ellos con quemaduras incurables y otros, quemados también por cuestiones psicológicas. Y se dan calor mutuo.
Muy poco antes de crear la Pinocha, su padre Geppetto se había establecido en el pueblo. Opinaban de el que era persona osca, de pocas y no muy sabias palabras, que vivía aparentemente solo. No tenia oficio conocido. Algún interesado compañero de viaje, conversaba con él. Familiares no le visitaban. Pasaba el hombre desapercibido sin mayor pena ni gloria en la aldea. Con el tiempo, con su soledad, sin empatía alguna y con falta de integración real en el pueblo, a veces aparecía irritado, otras beodo y se notaba que su mente, en general, caminaba por el mal camino hacia el odio.
Generaba y liberaba ese odio repetidamente, principalmente contra algún otro vecino, a través de sus epístolas denigrantes erigiéndose, altruista, en abogado de oficio de algún otro vecino que escupía literalmente barbaridades no menores estando en aparentes plenas facultades mentales. Es sabido que la gente se une mejor en el odio que en la paz y la concordia. También lo es que el fin, hace extraños compañeros de cama.
Fue entonces cuando, contra casi todo pronóstico, después de interpelaciones correctas políticamente, la Santa no se pudo contener mas en expresar su maldad calculada desde el inicio, y pasó directamente al crudo escarnio. Y después se calló.
Y calló también el griego en la plaza pública, aferrándose más aun a su inicial extrañeza desde el comienzo, que la Santa le hubiera dirigido palabra dirigida solo a él y no como tenía por costumbre en ofrecerla sin destinatario. De esta manera, reunió consejo y pidió enviar mensajeros, policías y doctos muchachos en la materia del software por todo el orbe para dar con origen y parentescos de la nueva fan.
Fue en breve plazo la respuesta justificada. En firme y sin apelación. Y como a cada cerdo, le llegó su San Martin. Este ha sido el fallo.
La niña es de madera.
Pinocha.
Nueva versión de un nuevo Geppetto,
Tallada en el taller, por y para del odio.
El maestro tallador, en esta ocasión un aspirante a Geppetto, habita desde tiempo atrás en la aldea.
De todas partes se regresan las personas, menos del ridículo. No es el caso porque el nuevo Geppetto no es persona. Así que no descarte nadie la resurrección de la criatura Pinocha. El nuevo Geppetto seguirá tallando muñecos.
Tremenda decepción, eso sí, silente, entre todos los parroquianos de la aldea y de todas las clases foráneas que visitaban la localidad, porque la mayoría confiaban en que su persona aparentaba grácil y sincera. Curioso resulta que nadie más, en la actual y ya vacía aldea de buscadores del otrora ficticio oro prometido y con escasísimos turistas que visitan el pueblo por el solo morbo de contemplar, en silencio, los aun rojizos rescoldos del incendio ocurrido, se haya ocupado de la postverdad. Digo curioso y no extraño, porque hace mucho que esa aldea, y otras más, está en manos de 3, a veces 4, parte de ellos con quemaduras incurables y otros que también arden, por cuestiones psicológicas.
Muy poco antes de nacer la Pinocha, su padre Geppetto se había establecido en el pueblo. Opinaban de el que era persona osca, de pocas y no muy sabias palabras, que vivía aparentemente solo. No tenia oficio conocido. Algún interesado compañero de viaje conversaba con él. Familiares no le visitaban. Pasaba el hombre desapercibido sin mayor pena ni gloria en la aldea. Con el tiempo, con su soledad, sin empatía alguna y con falta de integración en el pueblo, a veces aparecía irritado, otras borracho de ego y se notaba que su mente, en general, caminaba hacia el mal camino del odio.
Generaba y liberaba ese odio repetidamente, principalmente contra algún otro vecino, a través de sus epístolas denigrantes erigiéndose, altruista, en abogado de oficio de algún otro vecino que escupía literalmente barbaridades de bulto. Es sabido que la gente se une mejor en el odio y que el fin acaba por hacer extraños compañeros de cama.
Fue entonces cuando el nuevo Geppetto entró, seguro pero inconsciente, a rematar la labor de su Pinocha al darse cuenta de que ella, por si sola ya no tenía discurso para salir del último desatino, porque el griego no le daba el momento deseado para continuar con la sangría. Así, su creación de madera, había perdido su virginidad y no como Agueda Santa que la conservo mas allá de su vida. Ese atributo virginal en hembra, se ve que es muy fácil y muy habitual perderlo, si no se tiene el debido celo en cada instante. Recuperarlo resulta imposible, salvo postureo de pañuelo manchado de rojo, de la mano de la gitana de turno.
La ocasión, se pintaba calva. Si. Se cumplía el guion marcado. Había sido todo concebido y planeado desde su taller y en su cabecita, desde el inicio de la creación de la talla a medida, para la ocasión. El nuevo Geppetto goza de reconocida fama en el arte de tirar piedras y esconder la mano. Mente enferma, cobarde y sin recursos, entre otros atributos, que se siente y lo es, incapaz de justificar por si mismo los espurios fines perseguidos y así no dejar al descubierto su vergüenza. Pobre Geppetto.
Procedía en la lógica buena, al igual que el resto de vecinos, que se hubiera callado. Vela en entierro ajeno, no es recomendable. si no te la dan. De esa manera callada y agazapado de su fechoría, todo hubiera seguido igual. Su odio, excitado por la propia borrachera del orgullo, con imperiosa necesidad de culminar su guión, le delató. Surgía su odio y necesidad de venganza de las varias ocasiones en que le han roto los dientes públicamente en la aldea por su insensatez y necesitaba si o si el desahogo fácil y propicio. No se daba cuenta que estaba clamando que lo desnudaran. Por la boca muere el pez. Cierto en este caso. No es menos cierto que también, por la boca vive, pero para eso hay que saber comer, que no picar. Para picar en cebo con anzuelo propio, hay que ser muy tonto. Y lo es, sin duda. Seguro es que a Geppetto le falta de seso. Seguramente también el sexo porque solo vive para follar al prójimo y quedarse sin dientes.
¡Por qué no te callas! le debió haber aconsejado algún “amigo”de la aldea. Pero no fue así, porque a fin de cuentas, todos ellos saben que son Pinochos y es código de guerra lo de” hoy por ti, mañana por mí”.
El carpintero exhausto aun y tras seguir dormido en la euforia febril de considerarse vencedor, sigue en el pueblo y está vivo. Agazapado estuvo en la espera de recibir respuesta del griego a su talla, para así poder vaciar un poco más de inmundicia de sus intestinos. Se ha levantado escueto y débil al calor de llamada propiciada por otro burlador. Así que aun hay esperanzas de que se revuelva con más torpezas arremetiendo y desmintiendo lo que ya es una realidad constatada con su habitual discurso insultante. Tampoco descarten que tal vez pululen por la aldea más pinochit@s que aun no conocemos.
No se sabe aún que fue de la niña después de su inusitada última aparición en público. Se han hecho averiguaciones en los Hospitales de la zona por si estaba recuperándose de las graves heridas recibidas que decía tener por no haber sido perdonada como ella quería sin desear serlo realmente. En ningún hospital estaba ni tampoco había estado en días pasados. Es más que probable que su padre creador la haya secuestrado de nuevo en la oscuridad del cajón en la espera de ver como vienen los tiempos. Y puede que ocurra que le den categoría y se encuadre en el equipo, como titular o simple reserva.
Y colorín colorado, este cuento .. es un cuento.
Se hace notar expresamente a todo el mundo que cualquier parecido, en nombres o en hechos aquí relatados con la realidad, es pura coincidencia. Esto es, estrictamente, un cuento de carnaval creado hoy.