Buenos días. Me gusta ver que seguimos habiendo unos cuantos partidarios de la inversión a largo plazo. Cada vez da la impresión de que somos menos.
La pregunta que te haces es muy importante. Creo que no hay que ser un talibán de la esterategia “Buy and Hold”, y estar abierto a aprovechar, en casos seleccionados, la posibilidad de sacar beneficios en el corto plazo de una inversión que ha dado sus frutos antes de lo previsto.
Antes de nada, lo que sí hay tener claro a la hora de escoger donde invertir de cara al largo plazo es que las empresas sean, al menos a priori, lo suficiente buenas como para proporcionarnos beneficios estables y preferiblemente crecientes (estos beneficios llegarán en forma de dividendos, pero alternativamente también en forma de revalorización de la propia empresa, que en teoría debería reflejarse en la cotización).
Aunque esa sea la premisa inicial, y en nuestros planes iniciales no deberíamos contar con la posibilidad de vender en el corto-medio plazo, pueden darse circunstancias en las que pueda hacerse conveniente saltarnos este planteamineto:
- La cotización ha subido mucho, por encima de las expectativas reales de valoración de la empresa.
- O la empresa está funcionando peor de lo esperado, con un empeoramiento de los ingresos que creemos no va a ser transitorio, y vendemos antes de que la situación vaya a peor. Esta decisión será más fácil de tomar si la cotización ha subido respecto al precio de compra o al menos se mantiene. Si la cotización por el contrario ha descendido, puede ser más difícil tomar la decisión, pero la experiencia me dice que hay que ser realista, afrontar las pérdidas y vender a los precios a los que cotice sin esperar un hipotético rebote “de gato muerto”, que muy probablemente no se produzca.
Ahora bien, cuantitativamente, ¿Cuánto ha subido la cotización respecto a nuestras expectativas?. O en el segundo caso ¿Cuándo el deterioro de los resultados de la empresa justifica la venta?. Las herramientas para valorar esto, es decir, para valorar el momento de salir de la empresa, son básicamente las mismas que hemos decidido para decidir entrar en ella, que se podrían resumir en:
1) Valoración de la “calidad” de la empresa: beneficios, solidez de los mismos, perspectivas de que estos vayan aumentando en el futuro, deuda de la empresa y sostenibilidad de la misma, etc.
2) Parámetros que nos permitan valorar lo cara que está la empresa: fundamentalmente el PER y otros ratios.
A la hora de salir, habrá que considerar también:
3) Dinero que se va a obtener de la venta contando con la fiscalidad (hacienda). A las plusvalías se van a aplicar unos impuestos que, generalmente, van a ser entre el 30-40%. En el caso de que tocara tributar un 33%, por ejemplo, el beneficio contando con impuestos de la venta sería = INVERSIÓN INICIAL + (PLUSVALÍA * 33/100). Por supuesto, habría que contar con otros factores. Por ejemplo, si acumulamos pérdidas de otras operaciones, es posible que no tengamos que pagar a hacienda por la venta.
4) Qué se puede hacer en el momento actual con el dinero que se obtenga de la venta. Por ejemplo, si hace 2 años invertimos en la empresa A con un PER de 8, y la cotización de la empresa se ha triplicado en ese tiempo, pasando la empresa tener un PER de 24, y conocemos una empresa B que cotiza a un PER de 10 y con perspectivas futuras similares a las de la empresa A, sería lógico vender las acciones de A y comprar las de la empresa B. Pero ojo, cuidado con la valoración de la empresa B, que puede ser una “trampa de valor” (hablaré más debajo de ello) y hacer que perdamos los beneficios obtenidos en A. O si en un momento dado la bolsa está muy cara y el banco nos ofreciera un deposito del 10% de rentabilidad anual (parece un disparate en la situación actual), merecería la pena vender para, sencillamente, meter en un depósito del banco.
5) Diversificación: en el caso anterior, no tenemos por qué vender toda nuestra participación en la empresa A. Podemos vender por ejemplo el 50% de nuestras acciones de A, destinando la mitad de esos beneficios a la empresa B y la otra mitad a un depósito, bien porque nos ofrezcan una buena rentabilidad o porque pensamos que la bolsa va a bajar. Este mecanismo nos protege parcialmente a caer de pleno en una “trampa de valor”.
6) Perspectivas de que en otros momentos la bolsa pueda bajar, en cuyo caso podríamos vender para esperar y comprar más barato en el futuro. Este es un terreno difícil (por no decir imposible), pues es difícil predecir las caprichosas oscilaciones del mercado. Vender todas nuestras acciones pensando en esta posibilidad nos haría correr el riesgo de quedarnos “fuera del mercado” y no volver a encontrar una situación adecuada para volver a entrar. Pero en situaciones como la actual, en que creo que la bolsa está cara (especialmente en EEUU), podría ser una buena opción de deshacernos al menos de una parte de nuestra inversión en bolsa y dejarlo en forma de efectivo, depósitos o otras formas de “liquidez”.
E insisto, mucho cuidado con las “trampas de valor”. Si en un momento las cotizaciones de casi todo están por las nubes, y nos encontramos una empresa cotizando a PER de 8, puede ser que la empresa cotice tan barato por ineficiencia del mercado y sea una buena oportunidad para comprar. Pero también puede ocurrir (de hecho es lo que pasa casi siempre) que la empresa tenga alguna pega importante. A veces seremos conscientes de lo que va mal en la empresa y podremos evitar la compra. Pero otras veces, la empresa oculta o “maquilla” fraudulentamente información negativa, o sencillamente esa información no se oculta, pero no la sabemos interpretar (por ejemplo, si invertimos en una empresa constructora y desconocemos que existe una burbuja inmobiliaria a punto de estallar). Eso es lo que se conoce por trampa de valor, y desgraciadamente, de vez en cuando nos tocará picar en alguna de ellas. Para reducir la exposición a éstas es importante diversificar en distintas empresas, pero también en distintos sectores y en distintos momentos de inversión. En el ejemplo anterior, podemos vender nuestras acciones de “A” e invertir en “B”, “C” y “D”. B es una empresa constructora que cotiza a PER de 8, “C” fabrica elementos de aluminio y cotiza a PER de 11 y “D” es una empresa de muebles y cotiza a PER 12. Después de la compra, estalla la burbuja inmobiliaria y no se compran nuevas casas, ni se utilizan marcos de aluminio ni se compran muebles. B, C y D empiezan a presentar pérdidas y las cotizaciones se hunden (incluso alguna de esas empresas podría acabar quebrando). Nos hemos tragado la burbuja de lleno con estas “trampas de valor”, pensando que estaban baratas. Además, no hemos diversificado bien porque en realidad estaban en sectores empresariales relacionados. Y lo que es peor, hemos perdido las acciones de “A”, a la que sigue yéndole bien porque actuaba en un sector para nada expuesto a la burbuja inmobiliaria. Peter Lynch (igual me confundo, pero creo que era él) lo describía muy ilustrativamente en uno de sus libros: hemos “cortado las flores y regado las malas hierbas”.
En fin, resumiendo:
1) a la hora de comprar, hay que escoger como si nunca fuéramos a vender. Pero si en el futuro las perspectivas de la empresa empeoran con vistas a que este empeoramiento sea permanente, hay que estar abierto a vender, aun con pérdidas.
2) Si se presentan oportunidades mejores en las que invertir, podemos también vender, pero sin perder de vista el principio de diversificación y con la máxima cautela para evitar las trampas de valor.
Por último, y volviendo a tu caso concreto, si compras una buena empresa y su cotización aumenta un 20-30%, probablemente no sea lo suficiente como para justificar la venta. Entre otras cosas, la valoración de la empresa que podamos hacer inversores amateur como la mayoría de los que poblamos este foro no creo que sea tan precisa como para afirmar: “la acción vale 1€; a 0,9€ está barata y compro, y a 1,1€ está cara y vendo”. Deberíamos hablar de aumentos bastante mayores para salir de la empresa.
Un saludo y espero haber sido de ayuda. Aunque la explicación que he dado, que resume mi experiencia y algunos de mis errores, es bastante compleja, la aplicación a la práctica es aún más difícil...