España, Cultura financiera y OPV's.
Durante los últimos 10 o 15 años, he oído a menudo a mucha gente mostrarse satisfecha con el aumento de la cultura financiera general de las familias españolas. Cuando se dice esto, se suele relacionar con el hecho de que las familias invierten mucho más en Bolsa (directa o indirectamente) que hace 20 años, cuando la renta variable era cosa de poquísimos.
Sin embargo, tener más dinero en Bolsa no es necesariamente sinónimo de mayor cultura financiera. El “capitalismo popular” despertó en España al toque de corneta de las exitosas campañas de colocación de las OPVs de las privatizaciones de las grandes empresas públicas españolas. Su origen no está en la necesidad de diversificar el patrimonio de las familias, sino en la de colocar aquel papel.
El buen resultado de estas OPVs dio popularidad al parqué entre algunos que empezaron a descubrir el gusto a eso de “jugar a la Bolsa”: especular con una u otra acción, de forma muy cortoplacista y más por intuición o picardía (propia o de un tercero) que por conocimiento de unas reglas básicas: leer el manual de instrucciones supone un esfuerzo, y no está aquí el horno para mucho esfuerzo. Y gestionar mi patrimonio y mis necesidades es más aburrido que ir al casino o al bingo. Internet amplifica esta extraña forma de “cultura financiera” y la hace masiva: gente que no sabe que no sabe y que, sólo o con la ayuda de indocumentados gurús, suele seguir un ruinoso patrón de inversión
En cualquier caso, esta pseudocultura bursátil no tiene mucho que ver con la cultura financiera. Ésta, en cualquier caso, debería abarcar muchos más aspectos que son básicos para el bienestar de las familias, que depende cada vez más de su planificación financiera: la evaluación de su capacidad real de gasto y endeudamiento partiendo de unas necesidades que sabemos que el Estado no va a poder cubrir: una vivienda, una educación de calidad, una renta digna en la jubilación, etcétera
Adquirir esta cultura financiera básica es relevante desde un punto de vista privado y también colectivo. De tenerla presente, quizás el endeudamiento de las familias sería muy inferior al escalofriante 125% actual sobre su renta disponible, aunque sólo fuera porque muchos habrían evitado el dogma engañabobos de la burbuja, que decía que “el precio de los pisos nunca baja”.
El BdE y la CNMV presentaron más de dos años un Plan de Educación financiera que tenía buena pinta para el período 2008-2012. Pero estamos en 2010 y no hay ni una simple web al respecto, que Google sepa. Las entidades financieras también podrían hacer un esfuerzo educativo para sus clientes, con alguna asignatura que se titule “Curso de desapalancamiento” o algo así, y de paso apuntar a algunos de sus directivos, que les iría bien. No estoy hablando de formación financiera más avanzada para clientes de rentas altas y productos complejos (tipo EFPA), sino el abc de la planificación de las finanzas personales, los basics más básicos que no aprendimos en ningún cole.
La educación financiera es un bien privado (que mejora el bienestar particular de quien lo posee), pero es también un bien público. Ahora, que en tantas cosas vamos a tener que empezar de cero, deberíamos imponernos que su enseñanza básica empezara en los niños en edad escolar, enmarcado dentro de ese gran proyecto de todos que tiene que ser el rescate de la cultura del esfuerzo como valor y garantía del bienestar individual y colectivo.
Fuente: Salvador Mas