¡Qué feliz que soy con este jugoso dividendo!
Aún recuerdo el gracioso lema con el que el Gobierno quiso estimular no hace mucho nuestras mentes ingenuas: esto lo arreglamos entre todos. Hoy, cuando conducía por Castellana de vuelta de una reunión, meneaba mi cabeza mientras escuchaba una conocida cadena de radio económica: lo vamos a pagar entre todos, pensé, porque para arreglarlo hay que cambiar y hay quien va siempre a lo suyo. Sin trabajar todos más y mejor, sin renovar nuestra acomodada aproximación teórica a una realidad cambiante, me temo que pocos van a lograr que el resultado de un trabajo se parezca a lo que se esperaba de él.
Me producía esta nueva sensación de desolación una reconocida analista. Su mensaje es de todos conocido y a todas luces desaconsejable. Analista fundamental, siempre la he oído hablar bien de los grandes valores. Al menos desde que empecé a tratarla en 2000. Les llamamos siemprealcistas.
Hoy, cuando un oyente le preguntaba en directo si debía cambiar Santander por Telefónica; mi apreciada analista hizo una reflexión adecuada sobre el cambio en el tipo de riesgos asumidos que eso supone. Muy bien, pensé en ese momento…, pero a continuación remató la faena diciendo que Telefónica este año ha caído un 10 por ciento que vendría a compensarse con el 10 por ciento de dividendo recibido. ¡Ay Dios! Ya es grave que no se sepa que Telefónica este año ha llegado a bajar más de un 20 por ciento. Pero resulta intolerable que se desconozca que ese descenso no es mayor porque ya se incluye el dividendo en éste. Qué perrera tienen los unos y los otros con el dividendo…
Es un error pensar que algo que es atractivo por la reducción del denominador va a compensar a largo plazo por la supuesta apreciación de los precios. Y además no hay un solo estudio que apoye a largo plazo, y por supuesto no va a ser así si con los márgenes en su nivel más alto de la historia asistiésemos a una fase de contracción del PER históricamente hablando; circunstancia para la que ni siquiera es necesario pensar en lo impensable imaginando un mundo menos apalancado. El dividendo tiene interés en la medida en que manifiesta solvencia, y es algo que en estos tiempos puede importar para la discriminación de activos debido el estado emocional de los inversores; pero eso no ha impedido auténticas tragedias y es además algo que no pasa la cuenta de la vieja y menos aún la prueba del algodón.
Y ahí seguimos, como si nada hubiese pasado varios lustros después…
Apostar a secas por las grandes empresas es un brindis al sol cuando no un eufemismo suicida. Desde el verano de 1998 Telefónica ha subido en bolsa en torno al 55 por ciento. Es cierto. Pero el BBVA, por su parte, ha caído cerca de un 50. El cálculo de ambos datos incluye a los dividendos recibidos generosamente repartidos por éstas entre sus accionistas. Obviamente, la suerte dicta aquí sentencia, y la misma estrategia es feliz para un valor como Telefónica, que es excepción en su buen comportamiento, pero un drama para los gigantes de la banca o la construcción, como es el caso del BBVA; por no hablar del 70 por ciento que se deja la antigua Telecinco, dividendo recibido ya incluido en el cálculo, o del 85% que se deja Deutsche Telekom desde marzo de 2000, activo que habría recomendado mi querida analista de haber tenido la “suerte” de ser alemana en lugar de española…
Pero lo más gracioso es que nos olvidamos de que en ambos casos se ha pagado una considerable inflación. En el caso de que tomemos 1998, la nuestra ésta es por encima del 30 por ciento. Gran consejo. Entre lo uno y otro, en el BBVA se ha podido quedar uno 25 por ciento de lo que tenía. En la telefónica alemana, ni le cuento. Eso sí, feliz, muy feliz con el generoso dividendo…
Fuente: Carlos Doblado