Esto me recuerda a una anécdota del querido André Kostolany de un soplo del mismo dueño de Shell:
"Una tarde, el botones del hotel me llamó a mi puerta y me entregó un telegrama, que abrí lleno de impaciencia. El texto confirmaba un gigantesco encargo de compra de acciones de la Royal Dutch en todos los mercados del mundo por un valor de varios millones de florines. No comprendía de qué se trataba, miré el reverso del telegrama y vi que no estaba dirigido a mí, sino al doctor Mannheimer…
Mi habitación estaba en frente de la suite ocupada por el Dr. Mannheimer. Hoy muchas décadas después aún siento la sacudida emocional, que me conmocionó. De repente me hallaba en posesión de un secreto de los dioses. Unos días antes había descubierto a Sir Henry conversando con el doctor Mannheimer. Pensé que sin duda estaban tramando algo. Llamé entonces al botones y le devolví el telegrama cerrado de nuevo.
Traté de ordenar mis pensamientos. En aquel entonces yo me dedicaba a especular a la baja. Por motivos económicos y políticos, yo me sentí pesimista frente a los indicios que me sugerían tendencias al alza…era un gran periodo de bajadas en las cotizaciones bursátiles… Pero una información como aquella... ¡Eso es algo que solo ocurre una vez en la vida¡ Una confidencia así había que aprovecharla y la aproveché.
Compré (acciones) Royal Dutch y en ese momento su cotización empezó a bajar, hasta quedar reducida a un tercio de mi precio de compra. Perdí mucho dinero por hacer caso al telegrama."