Este fin de semana estuvimos en Cofrentes.
Todos los años en el aniversario de boda de mis padres salimos para pasar el día a algun sitio singular, generalmente de Valencia.
Este año decidimos ir a Cofrentes, pues, fue uno de los primeros sitios a los que fuimos de niños.
Mis padres tuvieron tres hijos con tres años de diferencia entre nosotros. Seis años despues llegaba al mundo la peque, mi hermana. Yo, que soy el mayor me llevo doce años con ella.
En Cofrentes, de niños, solamente habíamos nacido yo y mi siguiente hermano. Él en la cuna, y yo capturando mis primeros recuerdos. Iba con mi padre al rio a por agua con la cantimplora.
Han transcurrido casi 40 años de entonces a hoy.
Mis padres ya son mayores, pero todavía se les empañan los ojillos al recordar esos tiempos en los que ellos eran tan jóvenes.
Volviendo al presente, este año llevamos a los niños. Fuimos a la ruta fluvial y mi hija de cuatro que nunca ha subido a un barco no paraba de comentar a cualquiera que teníamos cerca que era su primera vez en subir a un barco.
Con unos ojos como platos, no perdía detalle de nada. Incrédula cuando se puso en marcha la embarcación, pronto empezó a sentirse asombrada al ver las garzas y otros animalillos que se movian por las charcas.
Llevaba un sombrero que le pusimos para protegerla del sol, que ella creía que era un gorro de capitan de mar. Esto facilitó mucho las cosas y nos ayudó a que no quisiera quitárselo bajo ningún concepto.
Cuando nos autorizaron a movernos por el barco, se levantó para verlo todo. Ahora estaba dando guerra en la ventana con sus primas, como se iba a la terraza para otear el murmullo de los motores como la pillabas explicándole a su hermano en que cosistía el barco. Me encanta verla en su papel de hermana mayor. Su hermano tiene apenas un año y un mes y el sábado empezo por primera vez a caminar solito. El hermano no entiende nada, pero la mira con una sonrisa y gira lévemente su cabecita como si intentara comprender lo que le explican.
Fue una experiencia memorable, como suele ser todos los años.
Cuando nos dirigíamos al bufet para comer, la pequeña hablaba con todo el mundo. Un chico francés que iba con su amiga, nos dijo que la niña acababa de invitarles a comer a ellos. Alucinante, la niña no solo hacía amistades sino que encima las invitaba a comer.
La comida fue entretenida. Tras la comida, en un parquecillo, el nene cayó , se raspó la barbilla y se mordio la lengua cortándose. Empezó a sangrar y tuvimos que mojarle la nuca para que se le cortase. Lo pasas muy mal cuando le ves llorar con la boca llena de sangre. El pequeño aun toma el pecho. Era terrible ver como dejaba marcas de sangre del porrazo que se había metido. Pasamos una tarde cuanto menos intensa.
De retorno paramos en varios parques. Ellos no querían volver a casa. Mi hermana que se fue antes con sus hijas no encontraba argumentos para convencerlas de que tenían que irse.
Hicieron de todo. Se pusieron de tierra, hojas, barro y ramitas hasta las cejas. Tras la merienda todas comieron chocolate y lucieron unas barbas y bigote de pega la mar de graciosas.
En el viaje de retorno se quedaron roque en sus sillitas, y esta mañana al tener que ir al cole, la mayor no paraba de organizar otro viaje en barco para la semana que viene. Junto las manos para que se relaje. Cuanta energía tienen estos pequeñajos.
Me ha encantado la historia de tu torito. Coincido contigo en que no soy muy amante de la Tauromaquia. No me convencen ni los toros ni el futbol. Tanta gente junta me pone nervioso.
Y es encantador, es exacto, tu toro transmite fuerza y seguridad, a la vez que calidez y bondad.
Me encanta leer tus respuestas. Disfruto y me hace igualmente reflexionar. Es bueno pararnos un instate para valorar lo que tenemos y lo que disfrutamos.
Un atento saludo.