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AJUSTE DE CUENTAS
JOHN MÜLLER
El contribuyente siempre pierde
Soraya Saénz de Santamaría señaló ayer que la reforma financiera tiene un objetivo único y fundamental: que «no cueste ni un euro al contribuyente». El mismo deseo expresó Luis de Guindos respecto del que denominó «mal llamado banco malo», aunque el ministro de Economía fue menos rotundo e incluyó el término «minimizar el impacto» en el bolsillo de los contribuyentes en su disertación.
Hay que suponer que ambos estaban expresando un deseo retórico, ya que el mismo diseño de la reforma pone en evidencia que los ciudadanos deberán poner su dinero para taponar el agujero financiero. El préstamo europeo de 100.000 millones no es una excepción porque se reeembolsará con dinero de los españoles.
Veamos el caso del banco malo, que pese a que aparece como una figura central en la reforma, ayer dejó más interrogantes que certidumbres. Dudas, por ejemplo, sobre la valoración de los bienes dañados que se transferirán y respecto de la composición de la propiedad de una sociedad de gestión de activos donde el Estado dice que no quiere tener ni el 50% de la misma.
El asunto de la valoración es crucial porque ahí es donde se va a dirimir por dónde aflorarán las pérdidas. Si los activos tóxicos son valorados muy caros -que es lo que la banca ha venido haciendo estos años conteniendo los precios para no reflejar pérdidas-, el banco malo no tendrá margen para obtener beneficios negociando con esos activos. Esto lo convertirá en una sociedad poco atractiva y los contribuyentes afrontarán pérdidas en un banco malo que pasará a ser pésimo. Como efecto colateral se puede citar que la actividad inmobiliaria continuará lastrada por mucho más tiempo que si las fuerzas del mercado actuaran libremente.
Si la valoración de los activos es a la baja, entonces las pérdidas se producirán en los bancos intervenidos y también será necesario inyectarles dinero de los contribuyentes. O sea, el ciudadano siempre paga. Esta última opción, que es la que gusta en Bruselas, tiene unas consecuencias que asustan en el Gobierno. Una valoración a la baja de los bienes inmobiliarios impactará en el precio de los activos de los bancos sanos y en los patrimonios familiares con el llamado efecto pobreza, aquel por el cual el gasto doméstico se contraerá más al ver que el patrimonio se devalúa.
Guindos dijo ayer que los precios de los activos dañados los fijará el Banco de España según una metodología por definir. Ese algoritmo sustituirá al mercado que ahora mismo no existe porque uno de los agentes (el sistema financiero) se mantiene en una situación poco transparente. Pero jugar a suplantar al mercado siempre acaba costándole dinero al ciudadano.
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La desigualdad importa aunque aún no lo sepas