Cuando ya me haya ido,
búscame en el horizonte,
búscame en el tenue ocaso
y me encontrarás con el lucero.
No te canses, no me olvides, solo... búscame.
Piensa en aquel arroyo,
búscame en el agua fresca
siéntela cerca de tí
y sentirás mis labios,
mis besos cuál fruta tierna y fresca.
No estés triste, no llores, solo recuérdame.
Recuérdame en la sonrisa de un niño
en la inocente brisa que se transforma en vendaval.
Recuérdame en las flores,
en la fuente de agua viva,
en el vuelo de un ave,
en la luz de un candil encendido.
Cierra los ojos y escucha tu corazón,
él te abrirá el cofre de los recuerdos,
él, me traerá de vuelta a tí,
él, te recordará que te quise, te quiero y te querré.
Cuando me haya ido,
no mueras conmigo,
vive por mi y por ti,
hónrame así.
Nunca olvides que estoy contigo,
tomándote de la mano,
aunque solo la sientas como una brisa
besándote y acariciándote aunque no lo creas.
Cuando me haya ido, no desesperes,
no llores, búscame en tu corazón
y allí me encontrarás solo para ti,
eternamente.
Gracias, al final no me dijiste de quién era este pensamiento, pero como puedes observar lo guardé para una despedida importante, para una definitiva.
Un abrazo, amigo, un abrazo amigo.
¡Sed felices!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.