Hubo una época en la que una raza por el color de su piel se la consideró inferior y por tanto con derecho a esclavizarla. Hubo hombres que intentaron defender la igualdad de todos ellos, independientemente de la raza a la que pertenecieran, ante Dios y ante la Ley. Y en 1865, en un momento histórico, mediante la 13 enmienda a la Constitución fue abolida la esclavitud en los Estados Unidos de América.
Quizás lo fácil hubiese sido seguir protegiendo los intereses de las grandes plantaciones agrícolas de mano de obra esclava, pero un presidente de los Estados Unidos tuvo el coraje y la fidelidad y lealtad suficientes a su corazón para luchar por la libertad de los habitantes esclavos de su país.
Abraham Lincoln tuvo esa visión de futuro, tuvo la capacidad de ver con la perspectiva adecuada las diferentes formas de abordar los problemas con los que se iba encontrando y luchó por un país más justo en el que todas las personas tuvieran los mismos derechos y fueran iguales ante la Ley.
Hoy, a pesar de los esfuerzos de muchas personas del pasado que dieron lo mejor de sí mismos, estamos viviendo una época en la que la discriminación por raza o sexo se está convirtiendo en una discriminación de los que tienen demasiado dinero y poder hacia el resto de la población. La división ya no es entre blancos y negros, entre hombres y mujeres o entre rojos y azules... ahora la división es entre los poderosos de arriba y la población que se encuentra debajo.
Quizás la población pueda romper las cadenas con las que la han atado casi sin darse cuenta y liberarse de esta nueva clase de opresión político-financiera.
¿Quién sabe que podría pasar?