Fedea opina que los políticos ganan poco y los jovenes demasiado.
Sueltan esa burrada y se quedan tan panchos.
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Fedea defiende que los políticos ganan poco y los jóvenes demasiado
Seis economistas de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) plantean en el libro “Economía de urgencia” que los salarios de los políticos españoles son tan bajos que es difícil atraer talento, mientras que el sueldo de los jóvenes es demasiado alto “para lo que producen”.
El libro, editado por Ariel, tiene su origen en el blog “Nada es gratis” y aborda “sin prejuicios” las causas y las consecuencias de la crisis, según han desvelado en una entrevista con Efe tres de sus autores, los economistas José Ignacio Conde-Ruiz, Marco Celentani y Juan Francisco Rubio-Ramírez.
“Si queremos políticos capaces, hay que pagarles bien”, señalan estos economistas, que firman el libro bajo el seudónimo de Jorge Juan, al tiempo que sostienen que con un buen salario, los políticos no tendrían necesidad de ser corruptos.
“Es difícil predecir si habría menos corrupción con sueldos más altos, pero lo que es seguro es que la corrupción no aumentaría”, afirma Marco Celentani.
El libro, que desarrolla las charlas mantenidas con estudiantes de Bachiller de tres institutos españoles, sostiene la tesis de que “la gente muy capaz suele cobrar mucho dinero”, por lo que “lo normal es que no se hagan políticos, porque cobran muy poco”. “Lo que acaba ocurriendo -dice Rubio-Ramírez- es que los políticos son gente de poca capacidad que no han conseguido hacer carrera en otro lugar. Y al final tenemos los políticos que tenemos”.
En la entrevista, el economista Conde-Ruiz también se refiere a los jóvenes, “que deberían costar menos al empresario porque van a producir menos. Ciertos sueldos deberían bajar y otros deberían subir”, precisa.
“Los salarios de los jóvenes españoles son demasiado altos en relación a lo que pueden aportar a la empresa”, insiste, al tiempo que propone reducirlos e introducir un sistema de aprendizaje parecido al alemán, “que no solucionaría el problema de la noche a la mañana pero sí ayudaría a la incorporación al mercado laboral”.
Los tres entrevistados vaticinan, y así lo explican en el libro, que probablemente cuando los jóvenes salgan de la universidad “se van a encontrar con una mala situación y van a tener que salir de España. Pero más adelante podrán volver a entrar y cuando tengan 40 ó 45 años van a ser imprescindibles, porque una parte de la población la formarán jubilados que no podrán montar negocios”. “Por eso -dicen- no habrá que preocuparse tanto porque ahora salgan los jóvenes de España. Van a volver y van a ser los reyes”.
Los autores de este libro -que también suscriben los economistas Javier Andrés, Samuel Bentolla y Antonio Cabrales- proponen el contrato único “para todos” con indemnización por despido creciente en función de la antigüedad.
El contrato único partiría de una indemnización baja, por ejemplo 12 días de salario por año, que iría aumentando poco a poco y aquí se decantan por un incremento de dos días por año de servicio hasta alcanzar un máximo de 25 a 30 días.
El libro, según explica Conde-Ruiz, doctor en Economía por la Universidad Carlos III, también ahonda en los recortes y sostiene que el Gobierno “ya no puede gastar tanto”, por lo que, en su opinión, la única salida es “subir los impuestos, sí o sí”.
Conde-Ruiz afirma que en España se pagan muy pocos impuestos en relación con lo que gasta el sector público. Este economista pone por ejemplo Alemania y dice que en este país de cada 100 euros que se producen, 44 se destinan a financiar servicios públicos. En España, de cada 100 euros, sólo 36 revierten en el Estado.
Los autores coinciden en que la solución para acabar con el déficit “no es mágica ni única. O se baja el gasto (en educación, pensiones o sanidad) o se suben los impuestos”, y aquí apuntan a subir la recaudación vía incremento del IRPF y eliminación del IVA superreducido.
También avisan a los políticos que de nada sirve reducir el número de coches oficiales o el tamaño de los parlamentos regionales, porque esas partidas suponen una parte muy pequeña del gasto. “Es una quimera -dicen- pensar que ahorrando en coches oficiales podemos solucionar el déficit. No nos podemos hacer trampas al solitario”.