Se dice, ahora más que nunca, que en España hay demasiados funcionarios. Pues no; España presenta uno de los menores ratios de la UE-15 con un porcentaje de funcionarios muy por debajo de la media. El problema no es el exceso sino la carencia de funcionarios para el sostenimiento de unos servicios públicos claramente insuficientes (véase el caso de la administración de justicia, la sanidad, dependencia...).
Por otro lado, se dice también que los funcionarios son unos privilegiados que deben pagar a cambio el peaje de ver sus sueldos congelados en una situación de crisis. En primer lugar, los funcionarios de carrera obtienen sus puestos superando unas duras, muy competitivas y objetivas oposiciones a cuya preparación dedicaron un considerable tiempo y esfuerzo (en ocasiones casi inhumano) mientras muchos de los que ahora les envidian y critican optaron por mirarles con desdén desde un lugar llamado pereza.
Lo que obtienen a cambio, no es ningún privilegio, sino el derecho a ocupar un puesto de trabajo que goza de ciertas ventajas, como la estabilidad laboral (qué menos) y por el que reciben salarios que oscilan entre lo escaso y lo mediano. Dichos salarios, por cierto, han acumulado a lo largo de los años una enorme pérdida de poder adquisitivo ya que, cuando no se los han congelado, se los han subido muy por debajo del IPC real (algo que normalmente no sucede en el sector privado).
Me hace gracia oír a "emprendedores", alicatados hasta las cejas de subvenciones y ayudas públicas, criticar a los funcionarios y pedir la reducción de lo público a la mínima expresión. Supongo que esa mínima expresión dejaría a salvo sus prebendas.
Fuente: http://www.elpais.com/articulo/opinion/Meritos/funcionarios/elpepiopi/20090805elpepiopi_9/Tes