Y las sobremesas que nos dan?, enfin... algunos no es que sean unos caraduras, es que tienen una jeta de hormigon armado.
A mi todo esto me recuerda a un artículo de un tal Doc que leí hace unos años en un blog ya desaparecido y que guardé en el correo.
Contra la Democracia.
Me van ustedes a defenestrar, lo sé, pero cuanto más le doy vueltas a la política patria -y extranjera, o si no fíjense, por ejemplo, en nuestros primos italianos- más pierdo la fe.
¿Es la democracia un buen sistema político? Pues hombre, depende. ¿Ustedes se creen que a Zapatero, Rajoy y demás les interesa realmente el bienestar del pueblo y el progreso del país? Tomen como muestra dos botones: la chorrada descomunal de los cuatrocientos euros de nuestro ínclito presidente del gobierno frisa la estupidez, y más autoproclamándose de izquierdas. Joder, que cojan ese pastizal y aumenten los servicios del Estado, que se supone que van de eso. Y ¿qué me dicen de esa lucha férrea contra el canon de nuestro ilustre jefe de la oposición? Un partido de derechas debería mirar un poco más por la industria musical, ¿no? ¿O realmente alguien se cree que a esta gente le preocupa lo más mínimo lo del libre acceso a la cultura, cuando en teoría lo que tendrían que apoyar es una sociedad meritocrácica en la que la gente tenga que ganarse lo que consume?
Desgraciadamente esta gente no actúa según el pueblo, sino según las encuestas, que es muy distinto. El objetivo de los partidos políticos a fecha de hoy es ganar las putas elecciones, esa gran encuesta que se hace cada cuatro años y según la cual se reparten unos determinados puestos (por los que cobran poco, no es coña) y unas determinadas cuotas de poder (por las que se forran el riñón lo que no está escrito, he aquí la cuestión). El que saque más votos gana. Y para eso no dudan en caer en el electoralismo más bajo y ramplón, tratándonos a todos como imbéciles. Lo malo es que si algo sobra en España son precisamente imbéciles para seguirles el juego. Y así nos va, claro.
Miren ustedes: aquí la gente vota por mil motivos excepto por los que importan. Se vota porque uno es de izquierdas o porque es de derechas de toda la vida, se vota para que no gane uno u otro, se vota por los malditos cuatrocientos euros, se vota porque un candidato es más guapo, se vota porque “éste me cae bien”, se vota, en fin, sin tener ni puta idea de lo que se vota. Así que ahí va mi proposición: antes de votar hay que pasar un examen. Cortito, tipo test. Veinte promesas electorales y que el ciudadano las asocie correctamente con el partido que las propone, y el que no acierte por lo menos quince que se vaya a ver el fútbol. ¿Que no es justo, que un hombre un voto? Vamos hombre venga ya. ¿Usted dejaría que su operación a corazón abierto se decidiese por votación popular? A ver, los que crean que hay que suturar aquí que levanten la mano. ¿Bisturí o martillo percutor? Las encuestas dicen que martillo percutor por un 4% de ventaja, mira a ver, Manolo, si les digo que estamos a favor de la religión en los colegios porque si no lo veo chungo. Ah, no, que los católicos son minoría. Entonces estamos en contra.
Si la idea en el fondo está bien, vamos a ver. Pero la inmensa (y digo inmensa) mayoría de los ciudadanos no está capacitada para tomar decisiones políticas serias, fundamentalmente porque no tienen (tenemos) ni pajolera idea de lo que va la vaina. Lo suyo sería tener un pueblo culto y formado que fuera capaz de valorar seriamente qué tipo de actuaciones serían las óptimas para el país, y eso no es así. En un mundo ideal cachipiruli todos hubiéramos tenido una educación seria, integral y decente, donde además de aprender cosas nos hubieran inculcado la capacidad de pensar y de analizar las cosas en frío, tranquilamente, evaluando las consecuencia de los actos a corto, medio y largo plazo. Pero eso no es así, los gobiernos sucesivos han modificado las leyes educativas (a cual más penosa) de acuerdo a sus propios intereses, echen un ojo a la cosa en Cataluña o Euskadi, o a la Lode, la Lose, la Logse o como demonios se llame el esperpento que haya ahora. Nuestro sistema educativo es una fábrica de seres planos, pan y circo, Aquí hay Tomate (bueno, ahora será otro) y Real Madrid. De seres mangoneables que se rigen por impulsos. Que no está mal, pardiez, los instintos son muy divertidos sobre todo cuando los compartes con una señora de buen ver. Pero a la hora de elegir deberíamos pensar más. Y no sabemos pensar.
¿Qué otra solución hay? Pues no lo sé. Me gusta un concepto que apunta Adolf Hitler al inicio de Mein Kampf: que gobiernen técnicos que asuman con su hacienda, su libertad y su vida en casos extremos las decisiones erróneas. ¿Que haces una ley para, digamos, frenar la inflación y acaba subiendo? Bien, pues a la puta calle, te embargamos los bienes y a vivir bajo un puente. Si no sabes torear, etcétera. ¿Organiza usted una guerra en Tajikistán que se demuestra un fracaso desde el punto de vista económico y de vidas perdidas? Guillotina. ¿No me garantiza las pensiones cuando me jubile? A la carcel de por vida. Y así. Ya sabemos, ya, que a Adolfo se le fueron las cosas de las manos y acabó preparando la de Amancio, pero pagó con la vida. Y le salió barato, al hijo de la gran puta.
¿A alguien se le ocurre un nuevo sistema político? Porque uno empieza a estar harto de esta estultocracia que nos rige. Y perdonen el lenguaje, pero es que a mi las campañas electorales (habráse visto… campaña electoral, otra gilipollez tal y como se plantea aquí) me ponen de muy mala hostia.