¿Dónde “meto” mi dinero?...POCO O MUCHO
Después de un profundo análisis macro, tras leer los artículos más recientes de Paul Krugman, Niño Becerra, Barton Biggs, Guillermo de la Dehesa, Buffett, Bill Gross, Paramés, W. Sharpe, , etc…analizando el PER de Shiller, realizando el recuento de los ciclos y ondas de Benner, Kondratieff , Elliott, preguntando a Llinares en su blog, aunque se piensa que me falta apretar una tuerca, y acostándome todas las noches releyendo un capítulo del libro de Adam Smith de “La riqueza de las naciones” y otro de Kostolany, no encuentro solución a mis dudas inversoras.
No logro dormir la siesta, sudo, doy vueltas y la mujer que comparte mi lecho piensa que sufro porque el Estudiantes no ganará la liga ACB, pero no, no es eso, ni siquiera es que hemos quedado en un puesto “flojillo” en Eurovisión, o que Nadal no arrasa en la tierra batida, es aún peor, es que no sé dónde meter mis ahorros…que aunque escasos, mi esfuerzo me han costado.
Tras reflexionar con una copa de vino y un puro escuchando las suites para violonchelo de Bach, interpretadas por Maurice Gendron, comprendí que la solución a mi inseguridad e insomnio no se encontraba en los gurús, así que me calcé mis zapatos (cosidos en China pero etiquetados en Requena) y salí a la calle.
Tras un corto trecho paseando vi dos colas de gentes, a un lado unos que entraban lentamente en un local cuyo rótulo ponía INEM y al otro uno que ponía “compro oro”, es cierto que me costó pasar, ya que había gente en el medio, indecisas, que no sabían hacia que fila entrar.
Finalmente atravesé esa barrera y un guardia municipal me paró y me preguntó: ¿es usted funcionario, parado o jubilado? A lo cual le contesté que no, así que muy educadamente me comunicó que no podía seguir por esta calle ya que la manifestación que se realizaba no tenía que ver conmigo.
Frustrado, giré y pensé…ya está, la solución a mis dudas está en la microeconomía, así que fui a mi bar de toda la vida, donde los jubilados me conocen y el dueño no me pregunta que es lo que quiero, me sirve y yo no le pregunto cuánto me cuesta.
Escuché a mis “amigos mayores”, ellos, curtidos en mil batallas, decían “que la cosa está muy mal”, pero que de todo se sale, pero que yo lo tenía “muy jodido”, porque ir de lo bueno a malo era muy difícil, que ellos al menos fueron de lo malo a lo bueno y que para lo que les quedaba…les daba igual lo que hicieran los políticos.
Les escuché con atención, compartí unos quintos y unos chatos de vino y cuando fui a pagar…uno de ellos me agarró la mano y me dijo…tu no hace falta que pagues, ahorra que no sabes lo que te espera.
Agradecido, salí del bar camino a mi casa, me sentía como Foreman después de ser noqueado por Cassius Clay en Zaire.
Seguí sin calmar mi alma, pero los tumbos y el grado etílico me hacían olvidar mis preocupaciones.
Cuando se bebe, el tiempo pasa rápido, así que llegué a mi casa, sin hacer ruido, no quería broncas conyugales ni tampoco quería leer a Kostolany ni a Adam Smith.
Encendí mi ordenar y me conecté a internet, entré en Rankia y me puse a leer los artículos de los autores que sigo en esta web…y encontré la respuesta en un tal Scoralstom: “haz lo que te pida el cuerpo”…sí, eso era, de pegarte una ostia y equivocarse mejor que sea por uno mismo y no por los demás, aunque lo digan los gurús o economistas, lo cierto es que esas palabras sedaron mi alma.
Por lo menos gracias a Rankia pude dormir esa noche y las siguientes, aunque todavía no sé qué hacer, leo menos y mi compañera de alcoba lee menos también.
Gracias Rankia, sigo pobre, no sé dónde invertir mis ahorros, pero al menos no duermo solo.