Eso de que la volatilidad de los pollos es muy baja es discutible. Es tan volátil como los ahorros de Doña Urraca comiditos por la inflación, o como la rentabilidad de nuestras carteras hasta hace bien poco...
Hace muuuuchos años Lola Flores cantaba esta copla del pollo perdío:
El pollo que tú decías
se vino detrás de mí,
el pollito me seguía,
diciendo quiquiriquí,
que no quise ni tocarlo,
y el pollo se vino a mí,
me miraba compungío,
diciendo quiquiriquí.
Ay, quiquiriquí qué pollo,
ay, quiquiriquí, Dios mío,
ay, quiquiriquí, que pollo,
ay, quiquiriquí, qué lío.
Y a mí me daba penita,
y por eso lo cogí,
y el pollo se fue volando,
y ya nunca más lo ví.
El pollo que se ha perdío,
verás la que va a liar,
por este pollo, Dios mío,
la suerte me va a cambiar.
Ay, quiquiriquí, qué pollo,
ay, quiquiriquí, Dios mío,
ay, quiquiriquí, qué lío.
Mira que tós los gitanos
semos los hijos de Dios,
así que busca tu pollo,
y en paz quedemos tú y yo.
Ay, quiquiriquí, qué pollo,
ay, quiquiriquí, Dios mío,
ay, quiquiriquí, qué lío.
Que no, que no señor,
que yo no tengo el pollo,
que no, que no señor.
A ver quién tiene ahora el dichoso pollo, además del sabio Usillo, claro, que en cuanto ve que engorda un poco lo despluma y lo mete en la cazuela o en el congelador.