Aunque a corto y medio plazo podamos ver cierta volatilidad y devaluación, el dólar es un reflejo de la percepción de la economía estadounidense, por lo que para una inversión a largo plazo no resulta necesario cubrir éste riesgo.
Esta frase asume una premisa que no es necesariamente cierta: que la economía estadounidense seguirá boyante en las próximas décadas. Y puede que como ha ocurrido en el pasado con otras superpotencias económicas, Estados Unidos como tal (esto hay que matizarlo) haya iniciado ya un declive propiciado por la funesta combinación de dos factores que han coincidido en el tiempo: un presidente manifiestamente incompetente y la covid-19.
Decía que hay que matizarlo porque una cosa son las grandes corporaciones estadounidenses y otra cosa la economía de Estados Unidos. Es importante no confundirlas. Las primeras son entidades globales y globalizadas, tanto en ingresos como en costes, y su prosperidad depende solo en parte del mercado local, por lo que en el medio y largo plazo son neutras con respecto a la divisa (además que pueden mover su liquidez internamente a donde interese en cada momento). Quien invierta en ellas no tendría por qué cubrir divisa.
Otra cosa son las empresas medianas y pequeñas expuestas casi exclusivamente al mercado de Estados Unidos y, por tanto, al dólar. Un fondo que invierta en ellas debería cubrir la divisa, claramente. Los efectos de la covid-19 se harán sentir en la economía real durante años, si no décadas.
Esta crisis es diferente a otras en que tiene su origen en algo físico, una enfermedad mortal sistémica, que no distingue personas (a diferencia del SIDA, por ejemplo, que se asocia a determinadas circunstancias - transfusiones, comportamiento sexual de riesgo -), y no en una coyuntura económica que puede abordarse con decisiones políticas. Esta vez sí es diferente. Esta enfermedad está ya cambiando patrones de comportamiento y, por tanto de consumo, se está destruyendo empleo, están desapareciendo empresas (y surgiendo otras nuevas) y hay economías que se van a ver muy afectadas por ello. A lo largo de la historia de la humanidad han sido este tipo de enfermedades las que han cambiado dramáticamente las circunstancias económicas y sociales: ahí están la peste negra en Europa, la viruela en América, la malaria en África y países tropicales, etc.
España es un magnífico ejemplo que conocemos bien: la dependencia de un sector afectado directamente, el turismo, cambiará el sector, la economía y el país de forma decisiva; si antes éramos pobres en comparación con Alemania, ahora lo seremos aún más y de forma crónica, porque reinventarse no es tan fácil, menos cuando hay 18 cabezas con capacidad
(o no) para la toma de decisiones para el largo plazo. Por ejemplo, es posible que el peso de la agricultura en el PIB aumente mientras el clima siga siendo una ventaja competitiva: lugares donde antes se planteaba hacer una urbanización de lujo en Málaga o Granada ahora puede que se dediquen al cultivo del aguacate y el mango; o en Valencia al caqui; o en Huelva a la frambuesa; o en Murcia a la alcachofa (a esto también ayuda el que te puedan robar unos kilos de aguacate, pero tiene la ventaja de que las fincas no se okupan y las casas vacías sí, depreciándolas). Pero la caída del turismo también libera pisos en alquiler, reduciendo su precio y la demanda de viviendas nuevas. Puede que la construcción y sus empresas auxiliares no sea tan buen negocio si añadimos unas tasas de paro enormes, por lo que la demanda de vivienda nueva será aún menor. Es todo una cascada de cambios.
Volviendo al asunto, los cuatro años de Trump han conseguido que deje de verse a los Estados Unidos como líder mundial porque han tomado la decisión de dejar de serlo; de dejar de ser primus inter pares en aras de una America first papanatas, que ha sembrado la confusión y el sálvese quien pueda en la lucha contra el cambio climático, la defensa occidental (OTAN, bases), las relaciones económicas y, sobre todo, la lucha contra la covid-19. Los estragos de la enfermedad corregidos y aumentados por la incompetencia de la administración Trump y la inexistencia de una estructura y cobertura sanitarias públicas en los Estados Unidos tendrán efectos devastadores en la economía local estadounidense.
Todo esto, en fin, está teniendo y tendrá su reflejo en la moneda del país, agudizado porque enfrente está una Europa con sistemas sanitarios mejor adaptados a la situación, que ha sabido reaccionar económicamente sin demasiada tardanza, y una China que ve todo esto como una gran oportunidad.
Por tanto, de nuevo, no confundamos el domicilio social de una empresa con el mercado al que está expuesta. Es el tipo de confusión miope que hará errar cualquier análisis posterior. Pensar que el S&P500 lo hará bien en el futuro próximo así, en general, es no darse cuenta de que quien lo hará bien serán las empresas verdaderamente globales del índice cuyos mercados y demanda no se vean afectados negativamente por la covid-19 (recordemos: Amazon y Boeing, Coca Cola y Darden Restaurants forman parte de este índice). Fondos que inviertan en estas empresas globales no tendrían por qué cubrir; fondos indexados y demás deberían cubrir... o no, si quieren apostar a que este análisis es incorrecto.
[Nota para el futuro: En el momento de escribir esto 1 € = 1, 1770 $; hace 6 meses 1,1062. Hace 6 meses 100 $ eran 90,40 €; ahora esos 100 $ son 84,96 €, un 6'02% menos]