Cuando Hacienda decidió ampliar la investigación tributaria a Oleguer Pujol y extenderla también a sus bienes en el extranjero, seguramente no podía imaginar que le iba a resultar tan complicado comunicar en persona esa resolución al hijo del ex presidente de la Generalitat. Más de mes y medio y 17 visitas a cinco domicilios diferentes necesitaron los agentes tributarios hasta que, finalmente, el 18 de septiembre del pasado año, consiguieron su objetivo y Oleguer Pujol recibió en mano ese acuerdo de ampliación de las actuaciones inspectoras .Así consta en la voluminosa documentación remitida por Hacienda al juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, que investiga por delito fiscal y blanqueo al benjamín del clan Pujol.
El primer intento se produjo sólo seis días después de que Jordi Pujol compareciera públicamente para confesar que su familia había ocultado dinero en el extranjero durante 34 años. El 1 de agosto, dos funcionarios acudieron a entregarle la documentación al chalet barcelonés que Oleguer tenía señalado como domicilio fiscal, en la calle Teodor Roviralta. «La vivienda tiene las ventanas cerradas», reseñan los agentes en la correspondiente diligencia, «con aspecto de no haber nadie en el domicilio». «No contestan a las sucesivas llamadas al timbre», constatan.
Tres días después, el 4 de agosto, Hacienda redobla esfuerzos y realiza dos visitas más a ese mismo domicilio y una tercera a una vivienda en el número 56 de la calle Muntaner, dirección que Oleguer Pujol facilitó en diversas ocasiones para la apertura de sus numerosas cuentas bancarias (llegó a figurar en 96 como titular, autorizado o apoderado a 31 de diciembre de 2012, tal y como informó este periódico) . El resultado es el mismo. Nadie contesta al timbre y en los buzones, anotan los agentes, «no se reconoce ninguna identificación».
Veinticuatro horas después, el 5 de agosto, los enviados de Hacienda se dirigen al municipio gerundense de Bolvir de Cerdanya, a la vivienda de Jordi Pujol Ferrusola en el número 13 de la calle Ciutadella, «según información aparecida en los medios de comunicación». No hay, se resignan los agentes, «ningún indicio de actividad en la casa». Inasequibles al desaliento, los dos funcionarios acuden al Ayuntamiento, donde le aseguran que a esa dirección sí llegan cartas a los Pujol, «pero desconocen si están en el pueblo». De vuelta a la vivienda, efectúan un segundo intento «rodeando la casa para ver si existe alguna otra puerta». Pero el resultado, nuevamente, es negativo y no pueden entregar la notificación.
El 6 y 7 de agosto se repiten las visitas a la calle Teodoro Roviralta. «No se ve ninguna actividad ni luz en el interior», deja constancia la agente encargada esta vez de intentar dar con Oleguer Pujol tras «llamar insistentemente al timbre». El día 13, una vecina informa a los dos agentes que han recogido el testigo de culminar con éxito la notificación de que «no están estos días en la casa», una versión que corrobora el cartero: «Están ausentes hace días». Las visitas se suceden los días 21 («el vecino del nº 28 manifiesta que hace aproximadamente 2-3 semanas que no hay nadie»), 27 y 29 (pese al espejismo de «una motocicleta Honda Scoopy» aparcada frente a la vivienda que hace albergar esperanzas).
Ya en septiembre, el día 2 se reanudan los esfuerzos. La Honda Scoopy sigue aparcada en la puerta, pero «no contesta nadie al timbre». Al día siguiente, los agentes acuden al domicilio a las ocho de la tarde y permanecen hasta las 22:10 «sin que se observe ningún movimiento». Las ventanas siguen cerradas.
El 4 de septiembre, un funcionario prueba suerte en el número 37 de la calle Ali Bei, también en Barcelona, que identifica como «domicilio cónyuge», pero en los buzones no hay ni rastro del nombre de Oleguer Pujol ni del de su mujer, Sonia Soms. Ese mismo día, el agente tributario se dirige al número 253 de la calle Consejo de Ciento, otro posible domicilio de la esposa de Oleguer, pero su nombre tampoco figura en los buzones. Una vecina afirma «no conocer a la Sra. Soms».
Los esfuerzos de la Agencia Tributaria culminan, por fin, el 18 de septiembre. Tras el enésimo intento fallido el día anterior, el afortunado agente puede entregar en mano la notificación a Oleguer Pujol en el domicilio de Teodoro Roviralta 48 días después.