La lideresa, alcaldesa
En una agradable tarde primaveral madrileña pilotaba doña Esperanza su Toyota Verso por la Gran Vía. Reparó en que no llevaba suelto, vio un cajero y pensó: “Pararé en el carril bus un momento y sacaré algo de dinero, ¿quién me va a ver a estas horas?”. Como tantos y tantos ciudadanos. Pero, “¡oh, maldición, los monos!”. Estos monos, agentes de Movilidad procedieron a sancionar la infracción. Doña Esperanza les decía: ¿Pero saben quien soy yo? Esperanza Aguirre, Grande de España, ex ministra, ex presidenta del Senado, ex presidenta de esta comunidad,.... Se les va a caer el pelo”.
Conocidos son nuestros funcionarios, máxime cuando alguien se les pone bravo. Así que ellos tranquilos, con paciencia. Doña Esperanza, mujer multiocupada, después de esperar más de lo que acostumbra decidió marcharse. Con las prisas derribó la moto de un agente. “Que más da, de propiedad pública, ya lo arreglará el ayuntamiento” pensó doña Esperanza. Lo de todos, no duele a nadie.
Allá que se marchó ella en su bólido cuando un coche patrulla de la Policía Municipal la persiguió y conminó a que se detuviera. Ella, caso omiso, era doña Esperanza. Todo esto, lógicamente, también lo solemos hacer el común de los ciudadanos. Al llegar a su domicilio introdujo su vehículo en el garaje, como si tal cosa. Pertinaces estos agentes que requirieron su presencia. Pero doña Esperanza, que para eso tiene su escolta, los envío a que despacharan a los agentes. Contumaces estos funcionarios exigieron que fuera doña Esperanza la que les diera explicaciones. Lógicamente en un caso similar cualquier ciudadano habla con los agentes, como hizo ella, y ahí queda la cosa. En un caso así a ningún ciudadano lo llevan a comisaría.
Orgullosa de su hazaña, había plantado cara a unos funcionarios, se pasó la tarde alardeando de ello en todos los medios que se le pusieron por delante. ¡Qué ejemplo doña Esperanza!. ¡Qué capacidad!. ¡Qué valor!. Había puesto en su sitio a unos prepotentes funcionarios.
Ahora la Audiencia Provincial ha calificado de delito su hazaña y ha determinado que se tramiten las diligencias. Pero nada, ya nos lo explica doña Esperanza. No hay delito, ella encantada de explicar a su señoría su gesta, si estaba deseando ir. Ella no va ante un juez a declarar, solo a hablarle de su audacia. Allá que se lo contará ella, entre risas y chanzas, con familiaridad. Al final igual incluso quedarán a tomarse unas copas.
En esto que se encuentra don Mariano cavilando a quien señala con su dedo divino. Lo mismo no le da tiempo de modificar la ley electoral a su conveniencia y pierde el emblemático consistorio capitalino. Pone a trabajar sus neuronas y piensa en candidatas.
Ana Botella, empieza don Mariano. Demasiado quemada. Eso de irse a Cascais con cinco cadáveres calientes no es del agrado del votante. Y además, Aznar, ¡qué yuyu!. Descartada.
Cristina Cifuentes. Delegada del Gobierno en la comunidad. Tan formal y seria. El aparato represivo no gusta al elector, lagarto, lagarto.
Y continúa don Mariano. Sáenz de Santamaría. Eso es que la Cospe se la quiere quitar de en medio. Y además la Cospe todavía anda explicando aquello de los pagos diferidos a Bárcenas. Algo atrancada que se encuentra. Quizá cuando acabe de explicarlo, quizá entonces...
Con desazón, al borde del insomnio, a don Mariano se le enciende la bombilla. Doña Esperanza, la lideresa, con su carisma, alguien del pueblo. Poco después empieza a conciliar el sueño.
Así con doña Esperanza encabezando las listas del PP, los madrileños inundarán las urnas de votos azules. Con doña Esperanza al frente llegaría la libertad. Si alguien no cede el paso a una ambulancia o a los bomberos. Sin problemas, estamos en el predio de la condesa. Si alguien no paga los impuestos municipales, pues nada, lo propio en una liberal. Que alguien insulta a los policías municipales, no hay más que seguir el ejemplo de la primera vecina madrileña. ¿Ley y orden?. Algo propio de fachas carcas. Con doña Esperanza llegaría la libertad a la capital, el libre albedrío, la perfección anarquista. Ni Tierno con su “movida”, vamos.
Quien fuera madrileño para vivir en el feudo de la condesa.