El mono vasco - Política
Allá que andan estos catalanes con su mantra del derecho a decidir. Así expresado, ¿quién se puede negar al derecho de las personas de elegir su destino? El problema surge cuando se trata de determinar quien es el titular de este derecho, ¿España, Cataluña, Barcelona o la comunidad de propietarios de 13, Rue del Percebé?
Llevando tan respetable derecho al límite, éste habría que situarlo (salvo casos de doble o múltiple personalidad) en el terreno individual. Pero, el individuo, la diversidad, la genialidad, la diferencia, la creatividad, ¿se aceptan?
Divertidos que son Mas y Junqueras cuando ofrecen la libertad a los catalanes. Ofrece la libertad un régimen tan intervencionista en la vida de las personas que determina hasta el idioma en que debe rotular su comercio un tendero. Cuentan ellos que la creación de un estado propio supone la libertad del oprimido pueblo catalán, cuando el mero concepto de estado supone una limitación de la libertad del individuo. Un estado no es mas que un mal necesario para organizar una sociedad, de manera que podamos vivir con unas reglas que eviten que nos matemos en exceso los unos a los otros. ¡¡¡Pero de ahí a llamarlo libertad!!! ... Quizá se refieran a la libertad de alguno que otro que ya conocemos.
Como animales que somos llevamos en nuestros genes el instinto de supervivencia que nos obliga a ser competitivos. Si un león ha de ser más rápido que la gacela para sobrevivir, cada persona ha de destacar sobre el resto. Ha de ser el que tenga mejor vivienda, mejor coche y la pareja más guapa e inteligente. La imposibilidad que tenemos la mayoría de los mortales de conseguirlo nos lleva a la frustración. Solo hay un lobo alfa en la manada, el resto no se come nada.
Para superar nuestra imposibilidad de destacar por nosotros mismos nos volvemos gregarios y necesitamos identificarnos con algún líder, con alguien que haya triunfado por nosotros, con algún grupo que se considere mejor. El borreguismo, la tribu, la manada, la masa se impone al individuo, a la diferencia, a la singularidad. Esta mediocridad que nos caracteriza nos lleva a unirnos al chulo de la clase, a vestir como la mayoría, a pensar como la mayoría, a hablar como la mayoría y a marginar al que margina la mayoría. No conviene desentonar.
Esto del nacionalismo no es un descubrimiento de vascos y catalanes. Históricamente la mayoría ha oprimido a las minorías. Se ha perseguido o se ha despreciado al judío, al moro, al negro, al sudaca, al gitano, al hispano en EE.UU., al copto en Egipto, al pepero en Cataluña y Euskadi, …
El sistema educativo siempre ha sido una herramienta del poder. Ya fuera la Iglesia Católica, Paquito Franco, los nacionalistas que imponen un idioma y cultura o hasta los socialistas con Educación para la Ciudadanía. Los que mandan en cada momento enseñan a la chavalería que es lo que tienen que pensar, en vez de enseñarlos a pensar. No interesa formar ciudadanos críticos, interesa formar buenos profesionales, consumidores que mantengan el sistema, personas políticamente correctas (de acuerdo a lo que se considere políticamente correcto por al que le toque mandar). Como añoro a John el Salvaje en la novela “Un Mundo Feliz” de Aldous Huxley.
Equivocada creo que marcha la progresía de nuestro país (PSOE, IU y ahora Podemos) con su condescendencia con el nacionalismo (quizá todavía los consideran compañeros de trinchera antifranquista). Realmente las diferencias entre estos nacionalistas vascos y catalanes y nuestro bienamado Paquito (y también cierta ganadería popular) no es tanta. Uno intentó españolizar todo el país y los otros están en la tarea de catalanizar o vasquizar su territorio. Uno nos hablaba de la España Una, Grande y Libre (bien que soñaba con el imperio perdido) y los otros con la entelequia de Euskal Herria o los Paisos Catalans. En lo que si se diferencian es en el trapo en el que se envuelven (la rojigualda, la estelada o la ikurriña).
La democracia, como la historia nos ha enseñado, otorga la legitimidad para gobernar, pero no tiene por que suponer ni la virtud, ni la bondad, ni la razón. Hitler llegó al poder democráticamente y en Francia acaba de ganar Marine Le Pen.
Esto del nacionalismo presenta tintes fascistoides. Cierto es que ya no viste lo de hablar de diferencias étnicas o tribales (no es lo políticamente correcto). Ahora las diferencias son “culturales”, hay que adaptarse a lo aceptado en cada momento (¡Con las cosas que decía don Sabino!). Claro que existen diferencias, ¡qué aburrido si no!, como que difieren el Iturriaga del Gabilondo, el Busquets del Claramunt. Pero estos señores nacionalistas solo entienden de grandes diferencias con el resto y completa uniformidad entre ellos.
Navegaba yo por los internetes de Dios nuestro Señor cuando topé con lo escrito por una joven a la que supuse (siendo moderado) nacionalista vasca. Hacía referencia a los antiguos pobladores de EusKal Herria (quizá lo que se enseñe ahora en las ikastolas de aquellos lares), vascones, autrigones, caristios, várdulos, …. Abrumado ante tanta erudición suspiré aliviado al comprobar que no se remontó al mono del que descienden los vascos que, de todos es conocido y unámimemente aceptado por la comunidad científica, fue otro mono diferente de aquél del que hemos evolucionado el resto de la humanidad.