La ex alcaldesa de Valencia, en el punto de mira de la Operación Taula, tiene una gestualidad marcada que expresa más que sus palabras. Ira, desprecio o soberbia son los sentimientos que afloran cuando se le pregunta por las investigaciones en las que está envuelta.
19 de enero. Rita Barberá rompía su "respetuoso silencio" y volvía al foco de la política desde su condición de senadora para criticar al PSOE. No podía ni imaginar que justo una semana después estallaría la Operación Taula que ha dinamitado la estructura del PP de Valencia, llevado ante al calabozo algunos de sus estrechos colaboradores y que la mantiene recluida en su casa para evitar los flashes y las preguntas.
No dijo entonces ni una palabra sobre Ritaleaks, tampoco de las comisiones que gestionaban sus ex ediles ni de haberse escapado del procesamiento en Nóos. Nada sobre cómo se gestiona ahora Valencia. Pero sí contestó con sus gestos. Cierta soberbia, ira, desprecio fueron algunas de sus respuestas no verbales.
Su última comparecencia fue en la sede del PP, arropada por sus compañeros en el Senado (ellos sí elegidos por los ciudadanos el pasado 20 de diciembre) y con un objetivo claro: criticar la cesión de senadores del PSOE a los nacionalistas para formar grupo.
"El primer gesto que observamos en su comparecencia es una micro caricia cuando su compañera dice que nunca el Senado generó tanta expectación. Se acaricia el dedo índice izquierdo, una caricia a sí misma que indica que pensaba que esa expectación era gracias a ella", explica Sonia El Hakim, experta en Comunicación no Verbal científica y especialista en detección de mentiras. Rita sabía que su voz era la que se quería escuchar.
Pero tampoco estaba dispuesta a contarlo todo. "En varios momentos de la rueda de prensa, vemos en ella labios en ostra, cerrados y apretados, que significa que reprimía información, que no decía todo lo que sabe o lo que querría decir. Se guardaba información", asegura la analista.
Es cuando comienzan las preguntas peliagudas cuando el semblante de la ex alcaldesa comienza a ser más expresivo. "No tengo ninguna intención de irme, al revés", sentenció Rita. "Y afina los labios. Eso es parte de una expresión de ira. En ese momento a ella le molesta que le pregunten si se va a ir o no", describe El Hakim.
Pero aún le quedaba algo por decir, con sus ojos y su sonrisa, dedicado a quienes ahora gobierna en Valencia. "No entro a analizar la gestión municipal", insistía. "No se preocupen que ya la analizarán los valencianos", añadía. "Vemos entonces una micro expresión de desprecio cuando sonríe de medio lado. La sonrisa asimétrica corresponde al desprecio", explica la experta.
Una semana después, la cara de Rita Barberá se ve sólo tras los cristales de los ventanales de su casa. Su gestualidad es rica, quizá por eso, con la tormenta desatada, prefiera asomarse con cautela y huir de las cámaras.