Un rotundo fracaso
Me quedo perplejo cada vez que escucho a algún “prestigioso” analista político cuando atribuyen la prosperidad económica de nuestro país a su democratización y el establecimiento del Estado de las Autonomías.
Si consideramos que la democracia es sinónimo de desarrollo económico tendríamos que reconocer que China representa la perfección democrática, que en Chile no desaparecían los disidentes, o incluso que en el régimen soviético, que consiguió que el país más atrasado de Europa llegara a ponerle los avíos por corbata a los yanquis, no existían gulags. Realmente en un sistema totalitario donde puedas imponer los salarios a los trabajadores, donde se puedan mover millones de personas de un lugar a otro arbitrariamente, donde los gobernantes pueden hacer lo que se les antoje en definitiva, que una economía pueda ser más eficiente no es extraño. Por tanto esa identidad democracia-desarrollo se asemeja a comparar el tocino con la velocidad y si no que se lo pregunten a un griego.
Aunque no guste reconocerlo el despegue económico español se produjo cuando sobre el 59 un ministro se atrevió a decirle al dictador: ”Excelencia, no nos quedan divisas para pagar el petróleo mañana”. Eso hizo que éste bajara de su imperial nube, olvidara la autarquía y nos abriéramos a una Europa que iba como un tiro, consiguiendo con ello un crecimiento espectacular, lo llamen desarrollismo o como gusten. Quizá sería mejor justificar nuestro progreso en el hecho de que estamos ubicados en el área geográfica más privilegiada del planeta (aunque veremos cuanto nos dura) en la relación crecimiento económico-derechos sociales. Habría que ver que hubiera sucedido de estar en Sudamérica, por ejemplo. A la llegada de la democracia solo cabría atribuir que dejaran de vernos como apestados y nos permitieran una plena integración en Europa lo que nos supuso un nuevo impulso, que no es poco, pero solo eso.
Si la explicación democrática tiene cierto sentido, los supuestos beneficios del Estado de las Autonomías me resultan de lo más etéreos. Cierto es que supuso una necesaria descentralización. Pero autonomía no es descentralización, sino autogobierno. Aunque que autogobierno signifique que las autonomías repliquen la estructura del Estado para convertirlas en estaditos ya no lo veo tan claro. Así como los poderes del Estado son tres, los de los estaditos tenían que ser también tres. No es discutible que tengan ejecutivo; el legislativo tiene su sentido, aunque al ser sus competencias legislativas más limitadas, son pocas las leyes que aprueban cuando es ésta la función que da nombre a dicho poder; pero la explicación de la creación de los TSJ (instancia que colocaron ahí en medio) en un país donde el sistema judicial es piramidal como impone el más elemental sentido común, no es otra más que el hecho de que habían de ser estaditos.
Pero como con esto no es suficiente, todo estadito que se precie de serlo ha de tener su réplica del Consejo de Estado, del Defensor del Pueblo, etc., etc. Todos ellos con su correspondiente dotación de funcionarios, faltaría más. La comunidad catalana se supera y tiene su CIS (ya innecesario de por sí a nivel estatal) propio, el CEO; crean pseudoembajadas que al no ser tales no tienen competencias, y es de esperar que pronto inauguren su primera base en la Luna; por no hablar de que el president es el que más cobra con diferencia entre sus homólogos (el doble que Rajoy); que sus funcionarios están mejor pagados, etc., etc....
Pero en esto del estado autonómico no solo destacan las duplicidades con el exceso de funcionarios que suponen, sino también la descoordinación. Te puedes encontrar que vas a realizar una gestión y parte de ella es competencia estatal y la otra autonómica, aunque estén en la misma sede. Como cuando les parece tienen los datos cruzados y cuando no no los tienen, tienes que contar lo mismo dos veces. Realmente notable.
El sistema educativo es criticado en algunas comunidades por el uso político que hacen de él. Cosa que parece cierta, pero lo que sí puedo asegurar es que si abres el libro de Geografía de un escolar de Primaria te encuentras que parece que para uno de Sevilla es más importante saber dónde queda Carmona u Osuna (lo que ya saben sobradamente), que donde está Santoña, Vic o Altea. Si consideramos a nuestros escolares como imbéciles a los que debemos trirrepetir los conceptos es comprensible como nos va informe tras informe PISA.
En sanidad, en tanto a nivel europeo se busca mayor coordinación e integración, aquí tenemos que la tarjeta sanitaria la emite la comunidad correspondiente y si te trasladas a otra, como te surja una urgencia, te atienden en la ventanilla B. Si te tienen que atender de una especialidad de la que no sea posible hacerlo en tu comunidad es preferible respirar hondo y tener aún más paciencia de la que ya hay que tener para que lo hagan en la tuya. Aunque todo lo anterior es una nimiedad si lo comparamos con el sangrante caso del fallecimiento de aquella niña del condado de Treviño a la que le negaron una ambulancia desde Vitoria (eso sí justificaría la aplicación del 155, o cuanto menos exigir explicaciones al máximo nivel y que se hubieran asumido responsabilidades a esos mismos niveles y no el primer mindundi cabeza de turco que encontraran a mano, y no lo que -de momento- sucede en Cataluña, que no dejan de ser meras declaraciones con la intención de provocar a los sectores reaccionarios de este país para justificar lo razonable de sus pretensiones a los suyos, que basta con ignorarlas).
Con la crisis Rajoy ha hecho uso de la tijera pero sin atreverse a meter mano a lo que llaman grasa administrativa. Y ya no solo por los de siempre, sino incluso por sus propias autonomías. Con su establecimiento de prioridades a la hora de recortar podemos hacernos una idea de la situación a la que hemos llegado.
Otra de las cuestiones que hay que poner en valor de nuestro ejemplar modelo de estado es que hay que contentar a todos. Como ejemplo tenemos que en los próximos presupuestos se prevé disparar la inversión en AVE con la creación de nuevas líneas de las que solo echo en falta la que una Maspalomas con Manacor. Con la conexión de ciudades medianas tenemos garantizadas pérdidas anuales de explotación año tras año, amén del pastizal de la infraestructura. El único aspecto positivo que le encuentro es que esto (y no tanto dato macroeconómico) confirma que la recuperación por fin ha llegado. Ya podemos permitirnos de nuevo construir aeropuertos sin aviones, todo un alivio.
El Estado autonómico se estableció en la CE con la finalidad de satisfacer las reivindicaciones históricas de nacionalistas vascos y catalanes. Para evitar la nerviosera de los milicos y que no surgieran muchos Tejeros se intentó diluir tanta diferenciación ofreciendo la posibilidad de acceso a la autonomía a todos los territorios. El artículo 151 estaba expresamente diseñado para que solo accedieran por esta vía vascos, catalanes y gallegos (a estos todavía medio se lo toleraban los identitarios), ya que exigía unas requisitos que ni Mas ha soñado poder conseguir en su procés. El pueblo andaluz, que, aunque les extrañe, tiene hasta más historia que ellos, teniendo una idiosincrasia claramente diferenciada del resto del país aunque solo hable español, no tiene problemas de identidad. Pero es un pueblo con su orgullo, como todos, que no aceptaba que le hicieran de menos y el 28F de 1.981 obtuvo unos resultados espectaculares (solo en Almería no se consiguió la mayoría absoluta del cuerpo electoral, aunque sí del voto efectivo). Aquél clamor provocó que la UCD se viera obligada a realizar las oportunas reformas para que Andalucía fuera autonomía del 151 incluyendo Almería. Pero aquello solo hay que verlo como una muestra de orgullo y afirmación de un pueblo maltratado históricamente, porque a Andalucía lo de la autonomía nunca le ha quitado el sueño y prueba de ello es que el último estatuto lo votó poco más del 30%.
Al igual que Andalucía todos los españoles tienen su corazoncito y tampoco gustan ser de segunda por lo que en la actualidad las diferencias competenciales entre las autonomías del 143 y las del 151 difieren poco. Se produjo lo que denominó “café para todos”. Y esto no es lo que querían catalanes y vascos.
Evidentemente el contencioso nacionalista de nuestro país es irresoluble. Cuando unos prefieren 10 y que los demás tengan 0, a tener 20 y los demás 18 no hay, ni habrá manera. La sensibilidad no es una exclusividad de ellos y todos tienen su identidad e historia. Por tanto es comprensible que aspiren a tener como el que más.
Soy consciente de que la mayoría de españoles tienen un sentido patrimonialista del país al que consideran como de su propiedad. Lamentablemente mi patrimonio es muy exiguo y, aunque seamos menos, muchos estamos hasta arriba de que los más privilegiados sean los que más se quejen. Así si cuando un señor como el portavoz parlamentario del PNV, Aitor Esteban, declara (con ese aire de perdonavidas) en tono amenazante que “el único vínculo de Euskadi con España es el concierto y como lo toquen habría que replantearse nuestra relación con España” (más o menos) hay que aprovechar para tomarle la palabra y abrirles la posibilidad de la independencia. Pero no esa independencia sui géneris que proponen de esto sí, aquello no, que si p'acá, que si p'allá, donde yo pongo las condiciones, etc., etc.; sino una independencia con toda y cada una de sus letras y con todas sus consecuencias. Me da que les entrarían vértigos, miedo al vacío, mal de altura y cierto canguelo, aunque con suerte pudiera imponerse su nacionalpatriotismo y quizá se marcharan de una vez por todas. Si los de la base lunar hicieran lo mismo podríamos cantar bingo. Así ellos no tardarían en probar su propia medicina habida cuenta lo heterogéneo de sus sociedades, y se darían cuenta que ese problema que nos han trasladado al resto, en realidad es su problema y que lo solucionen si son capaces.
A partir de ahí el resto podríamos dedicarnos, no a desmantelar el estado autonómico que ya parece irreversible, pero sí racionalizarlo. Eliminando duplicidades; eliminando muchos órganos superfluos; recentralizando servicios como la sanidad; estableciendo un sistema de financiación más sencillo y no el sudoku (en palabras de Solbes) hecho para satisfacer a los catalanes y que les ha fallado en sus expectativas; dedicando los pocos euros que no tenemos y nos prestan en médicos, maestros, investigadores, inversiones en infraestructuras con sentido, atención a los que lo necesiten y no en tanto burócrata superfluo que tienen la virtud de entorpecer en vez de agilizar cualquier gestión que se realice. En definitiva, quedándonos con lo positivo que tiene de descentralización, pero con un objetivo común de país y no con esas disputas entre comunidades en la que cada una pregunta que hay de lo mío. Eso a medio/largo plazo, porque el daño de la división entre quienes no existía no se arregla de un día para otro.
Así visto no me explico aún cuál ha sido el éxito del estado autonómico que los sesudos analistas nos explican con elaborados argumentos que modulan dependiendo del medio que les pague. Un sistema de Estado que supone un verdadero derroche, descoordinación y fomento de la división entre territorios en que no existía, y fracasa en su objetivo primigenio es sencilla, lisa y llanamente un rotundo fracaso.
Fermín.