Cómo rebatir a los secesionistas. El debate asimétrico.
Ante todo, al nacionalista no le importa mentir ni manipular. Si es un creyente, ni siquiera será consciente de estar mintiendo. Si es un cínico, pensará que la mentira (o, más frecuentemente, la exageración a partir de un gramo de verdad) es necesaria para lograr la victoria. El unionista, puede caer en desfiguraciones, o exagerar también, pero no ha perdido el decoro y sabe que no todo vale.
En resumen, el nacionalista no tiene escrúpulos y puede decir y hacer lo que le venga en gana. Pero no está dispuesto a conceder al rival el derecho a usar semejantes mañas. Mas puede hacer un corte de manga a los españoles o sonreír ufano ante el himno abucheado; pero sus segidores jamás perdonarían a Rajoy o Sánchez parejas groserías . Alertar de los riesgos de la independencia es tachado de “discurso del miedo”; pero atizar el terror profetizando que Cataluña desaparecerá si no hay independencia no merece mayor reproche. Quiere dividir a los españoles diferenciando a catalanes del resto, pero no acepta quien señala las diferencias entre catalanes y los acusa de querer "dividir al pueblo catalán".
Para el unionista además el debate se asemeja a una partida del juego de las siete y media: o se pasa o no llega. Corre el riesgo de ser muy duro con quien al fin y al cabo reconoce como su conciudadano, o, alternativamente, de parecer obsequioso con quien afrenta una y otra vez. El nacionalista es agresivo y no le importa serlo.
Ante esta situación tan penosa, ¿qué puede hacer el partidario de la unión?
En primer lugar, desactivar las mentiras que sí pueden ser falsadas, por ejemplo el maltrato al catalán o el expolio fiscal.
Segundo, mantener las diferencias con otros partidarios de la unión, pero suspendiendo el sectarismo que distrae las energías.
Tercero, galvanizar a los no creyentes defendiendo los superiores valores que animan toda apuesta de convivencia frente al odioso programa de disgregación étnica.
Cuarto: abochornar al rival poniendo de manifiesto las nada respetables motivaciones que subyacen a su propuesta: mezquindad, victimismo, narcisismo.
Discutir con un nacionalista es exasperante, todos los sabemos. Jamás le oiremos decir “en eso puede que lleves razón” o “te concedo este punto”.