No fue una rebelión sin marcha atrás, pero tampoco una tormenta en un vaso de agua. El rechazo unánime con que los asistentes al congreso de la fundación del partido que ha de sustituir a CDC acogieron, en la sesión inaugural del viernes, las propuestas de la dirección sobre el nombre de la formación fue un aviso de que las viejas maneras de hacer ya no sirven para la nueva etapa. Un aviso que ayer continuó planeando, aunque las aguas volvieron a su cauce, sobre los debates de las bases ideológicas y organizativas de la nueva fuerza política.
Con esta nueva premisa, las distintas familias que han convivido hasta ahora en CDC y continuarán haciéndolo en el partido que la sustituirá evidenciaron que no estaban dispuestas a aceptar, sin más, los planes que les llegasen desde arriba, tampoco en lo referente a la estructura que ha de tener la nueva dirección. Esta posición trastocó sensiblemente los planteamientos de Artur Mas, que inicialmente había previsto una dirección ejecutiva compuesta por doce personas que funcionaran como un órgano colegiado, por debajo de una presidencia de carácter representativo y con funciones meramente de coordinación en la que su intención es formar tándem con Neus Munté como vicepresidenta.
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Las familias, en principio, no cuestionaban la figura de la presidencia, pero sí el carácter de la dirección ejecutiva y eran mayoritariamente partidarias de que esta tuviera una estructura vertical, con un secretario general al frente, acompañado de un secretario de organización, de manera que quedara muy claro quién tiene el mando real de la formación, con unas responsabilidades muy bien definidas en el resto de los miembros y con un régimen de incompatibilidades mucho más estricto del previsto por el aparato que ha preparado el congreso. El debate escondía la necesidad de situar como número tres –por detrás del presidente Artur Mas y la vicepresidenta Neus Munté– un nombre que simbolice la renovación que conlleva el cambio de partido y que, a juicio de la mayoría de las familias, no puede conseguirse con la presencia de Jordi Turull, que entienden que es lo que pretendía Artur Mas con el impulso de una candidatura oficial de consenso y que algunos sectores, sin embargo, han rechazado de plano. Pero si para ellos el nombre de Jordi Turull no es sinónimo de renovación, tampoco lo es el de Germà Gordó, de manera que podrían intentar una candidatura alternativa con, por ejemplo, Miquel Buch, alcalde de Premià de Mar, al frente, que es bien visto por todas las familias.
El debate de la cuestión, incluido en el documento sobre las bases organizativas, era uno de los más sensibles para el futuro control del nuevo partido que se disputan todas las familias y en el que ninguna renuncia a tener sus cuotas de influencia. Quizás por ello fue la discusión que más se prolongó, hasta entrada la madrugada, porque de su conclusión podía depender en buena medida el número y el tipo de candidaturas que acaben optando a esta dirección en la elección que se llevará a cabo en otro congreso que se celebrará el próximo día 23. En este escenario, Jordi Turull, por ejemplo, parecía seguir dispuesto a presentar su candidatura, mientras que Germà Gordó tenía más dudas en función del desenlace del debate.
En materia de organización interna, también quedó definida la limitación de mandatos a que deberán someterse tanto los cargos de la nueva formación como los cargos institucionales –a excepción de los del ámbito municipal, que quedan excluidos–, que en todos los casos será de ocho años, aunque con algunos diferencias. En el caso de los cargos del partido la limitación tendrá efecto retroactivo respecto a CDC, lo que representa, por ejemplo, que si Artur Mas es elegido presidente del partido, sólo podrá permanecer un máximo de cuatro años más al frente, después de que el 2012 fuera escogido presidente en el congreso de Reus. Y en el caso de los cargos institucionales, por el contrario, el tiempo empezará a contar a partir de ahora.
Después de la rebelión del inicio del congreso, la discusión sobre el nombre del nuevo partido, en cambio, fue de las que antes se encauzaron. La comisión constituida al efecto dejó listo el debate al mediodía y, después de haber sopesado casi cuatrocientas denominaciones, propuso finalmente tres nombres entre los que hoy el plenario del cónclave decidirá: Partit Nacional Català, al estilo del Scottish National Party; Partit Demòcrata Català, que en realidad fue de las primeras ideas que tuvo en mente Artur Mas, y Junts per Catalunya, que fue justo la denominación que propuso Demòcrates de Catalunya, en línea con el Junts pel Sí del 27-S, para una lista soberanista conjunta el 26-J.
El caso es que, a pesar de ello, la polémica sobre el nombre siguió centrando buena parte de los compases de la jornada y obligó a la dirección no sólo a realizar autocrítica, sino a admitir el error de procedimiento. “Todos hemos hecho autocrítica, Artur Mas el primero”, precisó Francesc Sánchez, que reconoció que “el método no fue el adecuado” y que “los que hemos estado en la organización del congreso nos equivocamos”. Como muestra de ello, la evidencia de que ninguno de los dos nombres de la propuesta oficial –MésCatalunya y Catalans Convergents– superó la criba para la votación de hoy.
Y, en función de cuál sea la denominación escogida, no es seguro que la controversia se acabe, porque Demòcrates de Catalunya –la escisión de Unió Democràtica de Catalunya– ya ha advertido que no descarta recurrir a la vía judicial si el nombre elegido es el de Partit Demòcrata Català, justamente el preferido por dirigentes como Santi Vila, Carles Campuzano o Marc Guerrero y alcaldes como Montserrat Candini o Ferran Bel, mientras que desde la dirección de la antigua CDC se considera que no hay lugar para el conflicto. Nadie dudaba, en cualquier caso, de que se trataba de un debate que había nacido gafado.
LAS CLAVES
1- Dirección clara.Una dirección ejecutiva –por debajo de una presidencia representativa– que esté perfectamente compartimentada, de manera que quede muy claro quién tiene el mando y con todos sus integrantes con unas responsabilidades muy bien definidas, ha sido el principal caballo de batalla de la estructura organizativa de la cúpula del nuevo partido. Una configuración que puede condicionar los nombres que compongan las candidaturas que se tendrán que votar el día 23.
2- Incompatibilidades estrictas. Los integrantes de la dirección ejecutiva de la nueva formación han de poder tener una dedicación prioritaria al partido, lo que hace imprescindible un régimen de incompatibilidades estricto que impida que puedan compartirla con otras ocupaciones. Se trata de diferenciar claramente entre los cargos del partido y los cargos institucionales –otra cosa son los cargos electos, tipo alcaldes o diputados por ejemplo–, con el objetivo de que no se produzcan duplicidades.
3- Nombre sin Convergència.El nombre del nuevo partido sí que supondrá un auténtico borrón y cuenta nueva, porque saldrá de tres opciones que no contienen ninguna referencia a Convergència: Partit Nacional Català, Partit Demòcrata Català y Junts per Catalunya. La polémica, sin embargo, parece que le persigue, porque el conflicto interno puede convertirse en externo tras el aviso de Demòcrates de Catalunya de ir a los tribunales si el escogido es Partit Demòcrata Català.