En coincidencia con la reunión del 1 de agosto del Tribunal Constitucional que por primera vez abría la posibilidad de encausar penalmente a un cargo público por desobedecer sus resoluciones -después de que el Parlament aprobase el «proceso de desconexión»- la presidenta de la Cámara catalana, Carme Forcadell, anunció que se iba de vacaciones a Etiopía. Las chanzas en Internet preguntando por la vigencia del convenio de extradición entre España y el país africano fueron inmediatas. «Ningún riesgo de fuga», se vino a sugerir desde el soberanismo, donde existe el convencimiento de que en un momento de decaimiento y desánimo para su causa, la apertura de una causa penal contra Forcadell sería un revulsivo.
Los críticos con la figura de esta licenciada en Filología Catalana y Ciencias de la Comunicación afirman que está encantada en su nuevo papel de Juana de Arco del soberanismo. Otros, también en sus antípodas políticas pero en contacto directo con ella en el Parlament, afirman por contra que la actuación del TC le inquieta sobre manera. Como se dice, que no le llega la camisa al cuello. La posibilidad, entre otras hipotéticas medidas que podría adoptar el Constitucional, de ser inhabilitada para cargo público no es un castigo menor para alguien que siempre ha anhelado estar en primera línea de la acción política.
Inicios municipales
De hecho, personas que conocen su trayectoria afirman que Carme Forcadell (Xerta, 1956) vivió con enorme frustración no poder continuar como concejal en Sabadell, donde ejerció de edil de ERC durante el mandato 2003-2007. Su continuidad en la política municipal hubiera sido en cualquier caso un desperdicio para alguien llamado a misiones más audaces.
Son sus ansias de protagonismo las que, sostienen sus críticos, le llevaron a concentrar esfuerzos en entidades como Òmnium Cultural y la Plataforma per la Llengua. Su multiactivismo le llevó a integrarse también en la comisión por los papeles de Salamanca y en la Plataforma por el Derecho a Decidir, colectivo que luego daría paso a la muy influyente Asamblea Nacional Catalana (ANC), entidad clave en el proceso secesionista.
Agitadora del «proceso»
Su salto a la presidencia de esta entidad, que presidió entre abril de 2011 a mayo de 2015, la consagró como la principal agitadora de un «proceso» que el soberanismo siempre ha defendido que nace en la sociedad civil para acabar arrastrando a la política. La macro manifestación de 2012 en Barcelona, por encima de todas las previsiones y verdadero punto de ignición del movimiento secesionista, colocaron a Forcadell como verdadera lideresa del soberanismo.
Para desmerecerla, muchos retrataron a Forcadell, junto a la fallecida Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural, como una mera «cheer leader» del presidente Artur Mas, una caricatura quizás graciosa pero que durante tiempo, para disgusto del presidente, se tenía que leer más bien en sentido contrario.
Al respecto, muchos recuerdan el que probablemente es uno de los episodios culminantes de la trayectoria de Forcadell. «¡Presidente, ponga las urnas!», le espetó a Mas al acabar la manifestación de la Diada de 2014. Forcadell, a pleno pulmón, le instaba en un tono nada amistoso a convocar cuanto antes unas elecciones autonómicas que se pretendían «plebiscitarias». Aún se recuerda la cara de disgusto de la esposa de Mas ante lo que entendió que era una orden.
Regreso a la política
Fue, de nuevo un 11 de septiembre en el que la ANC con su Diada multitudinaria marcaba el paso de la política catalana. Como en 2012 tras la manifestación fundacional del proceso, y que propició el primer adelanto electoral de Artur Mas, el «president» siguió el compás que le marcaba la ANC. Se convocaron las «plebiscitarias» para septiembre de 2015, y tras un parto complicadísimo, donde parecía, como en tantas ocasiones, que el proceso iba a descarrilar, nacía el extraño artefacto de Junts pel Sí (JpS). Forcadell, que en su momento dijo que nunca regresaría a la política institucional, acabó siendo la número dos de la candidatura soberanista, una alianza de independientes, CDC y ERC, que encabezó Raül Romeva y donde Artur Mas iba emboscado en el cuarto lugar.
Tras la victoria de JpS, y a propuesta de ERC, Forcadell se aupó el pasado octubre de 2015 al segundo cargo en rango institucional en Cataluña, la presidencia del Parlament.
Señalada como una de las figuras más exaltadas entre el soberanismo catalán, el resto de partidos ya vieron que su perfil y personalidad no encajaban con el papel de arbitraje y moderación al que obliga la presidencia de la Cámara. Su papel partidista durante la tramitación de las conclusiones de la comisión del proceso constituyente -la llamada «hoja de ruta»- parece demostrarlo. En el punto de mira de la Fiscalía, Forcadell puede estar a punto de vivir el trance más amargo, o no según se mire, de su trayectoria política.